E X T R A XIII

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EXTRA XIII: “De extravíos y enfados”

G A S T Ó N

La primera mañana que mi novia amaneció acurrucada a mi lado no pude evitar que una sonrisa se apropiara de todo mi rostro, estuve viéndola por minutos que parecieron horas, pero cuando decidí levantarme, lo hice lentamente para no despertarla.

Mi primer instinto fue hacerle el desayuno; pan tostado, huevos revueltos y café con leche. No era la gran cosa, pero era nuestro primer desayuno juntos después de mucho tiempo y eso era lo que en verdad importaba.

— ¡Huele delicioso por aquí! — Su voz embutió en mis oídos cuando terminaba de acomodar la mesa, ella se puso ante mí y sonrió. Tenía el pelo revuelto y no se había colocado los lentes aún, lo que me permitía observar mucho mejor sus expresivos ojos claros.

La acerqué a mí y envolví mis brazos en su cintura, para después saludarla con un pequeño beso en los labios.

— Eso es porque te hice un desayuno de bienvenida… — Contesté, al tiempo que la giraba para que viera el esfuerzo que puse en decorar la mesa. Había dejado una rosa a lado de su plato y todo. — Ambos sabemos que yo no soy el mejor chef, pero algo es algo.

Ella no respondió de una vez, pero cuando volteó hacia mí con aquella sonrisa que me volvía loco, supe que no era necesario que dijera nada. Nina estaba sintiendo justo lo que yo, aquella sensación donde cualquier cosa era suficiente si estábamos juntos.

— Esto es lo mejor Gastón, muchas gracias. — Nina se ubicó en su puesto para comenzar a engullir el desayuno frente a ella, mientras que yo no podía dejar de mirarla hipnotizado.

¡La había extrañado un montón! No, eso sería una atenuación.

Para la segunda mañana que amanecimos juntos, fue ella quien se levantó para preparar el desayuno; por supuesto que no se parecía en nada al mío, inclusive incluyó en el menú unas galletas de trigo que había aprendido hacer mientras estuvimos separados. Yo me engullí todo con satisfacción, no tanto por la comida, sino por el simple hecho que fue ella quien lo preparó.

Pero para la siguiente mañana ninguno de los dos se había levantado a hacer nada. Yo tenía clases a primera hora, por eso cuando vi el reloj y me percaté que iba tardísimo, no hice más nada que arreglarme como alma que lleva el diablo para poder salir a tiempo, pero para mi sorpresa, cuando estaba a punto de cruzar la puerta, el reflejo de Nina en el espejo de la entrada me detuvo.

— Ey… ¿Te pensás que te vas sin desayunar? — Riñó, señalando la cocina detrás de ella. Yo no le contesté, solo me limité a hacerle una seña con mi reloj para que lo entendiera, sin embargo ella prefirió ignorarme y tomó mi mano hasta dejarme sentado frente a la mesa. — Aún falta cuarenta y cinco minutos para que comience tu clase Gastón.

— Sí, pero tengo que estar antes de tiempo si quiero conseguir un buen puesto frente al profesor. En esta materia no me va muy bien que digamos, y tengo que esforzarme en ello si quiero aprobar.

— Está bien, pero te tomará apenas diez minutos llegar a la universidad, y son solo cinco minutos los que te tomas para sacar el auto del estacionamiento. Aún te queda media hora para que disfrutes un buen desayuno.

Iba a replicar, pero mi novia me mandó una sola mirada que bastó para que cerrara la boca de una vez por todas. Acomodó un par de sándwiches y dos vasos con jugo de naranja frente a nosotros, y después a ella misma en su asiento.

Simplemente tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora