51: Mitad de uno solo

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M I T A D 
D E 
U N O  S O L O
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Mi garganta picaba terriblemente, mientras que las  fosas de mi nariz estaban obstruidos por mucosidad, impidiendo mi libre respiración. Ya el dolor de cabeza había descendido considerablemente gracias a la aspirina que me había tomado, pero el malestar general seguía presente junto al dolor en mis articulaciones, y de igual forma, a mi temperatura patológica elevada.

Mis extremidades se encontraban descubiertas por el gran edredón que se encargaba de cubrir mi cama, mientras que la parte de mi pecho y estomago quedaban cubiertos por el mismo. Sentía frío y calor al mismo tiempo.

Un quejido involuntario salió desde el fondo de mi garganta, odiaba sentirme así.

— Eso te pasa por llevarme la contraría ayer, y quedarte bajo la lluvia. — Me reprendió Gastón, sacudiendo de arriba hacia abajo el termómetro que tenía en su mano.

— Sí, ya sé que me lo advertiste. No me regañes. — Pedí, un pequeño mohín formándose en mis labios, tratando de sosegarlo.

Ese día en la mañana habían aparecido las consecuencias de empaparse en la lluvia; había amanecido con una punzada en la cabeza terrible mientras que mi garganta estaba totalmente reseca. Mi mamá junto a Mora me hicieron una infusión de remedios caseros que aparentemente funcionaba como calmante, pero que en mí no surto efecto.

Gastón había llegado por mí para irnos juntos al Blake, pero a vista de los acontecimientos que me impedían ir, decidió faltar él también y así estar al pendiente de mi cuidado. Le dije que no era necesario, pero insistió tanto que al final mamá y Mora se fueron tranquilas a sus respectivos trabajos.

— Sí, sí te regaño, porque tengo razón. Ayer te advertí que no te mojaras porque podías estar expuesta a un resfriado, pero preferiste llevarme la contraría y discutir conmigo en plena lluvia. — Mientras quitaba la bandeja, en la cual había estado mi desayuno, de la mesita de noche al lado de mi cama, él seguía con sus regaños a mi persona.

— Pero mirá el lado bueno, si no hubiésemos tenido esa discusión, quizás aún no nos reconciliábamos.

— No, quizás nos hubiésemos arreglado mucho antes si vos me hubieras  escuchado, o si al menos Luna no se metía en asuntos que no eran suyos y nos dejaba hablar.  — Mi boca se abrió en una “O” y crucé mis brazos indignada.

— ¡Oye! No hables así de Luna. Es mi mejor amiga y si lo hacía era porque se preocupaba por mí. — Le rebatí, él soltó un suspiró acercándose hasta quedar sentado en mi cama, dejó sus manos en mis mejillas y clavó sus ojos en los míos.

— Sí, lo sé y lo siento. Es que vos sabés que no me gusta para nada verte así, y que en parte sea por mí que estás enferma me hace sentir peor. Hubiese preferido resfriarme yo, en vez de verte así.

— Gastón... Sabés qué mi sistema inmunológico es muy diferente al tuyo, que yo me haya enfermado no quiere decir que vos también tenías que hacerlo; vos podés tener un nivel más alto de glóbulos blancos, que son quienes se encargan de defender nuestro cuerpo de enfermedades, y yo puedo tener un nivel más bajo… Además,  no fue tu culpa, fue por mojarme en la lluvia.

— Pero fue por discutir conmigo, bajo la lluvia. — Corrigió, haciendo especial énfasis en “conmigo” — No hablemos más de eso, mejor voy a comprobar si aún sigues con fiebre. — Cambió de tema, poniendo la palma de su mano sobre mi frente, para después tomar el termómetro de la mesita y ubicarlo en mi boca.

Simplemente tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora