38: Sábado inesperado

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S Á B A D O 
I N E S P E R A D O
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Mi única intención al despertar ese sábado por la mañana era ir al Roller a terminar de leer mi preciado libro de ciencia ficción, y quizá, mientras tanto, beber un delicioso jugo de naranja. Pero como nada ocurre como
lo planeamos, ese momento fue totalmente diferente a el que había deseado.

Al principio sí había logrado algunos minutos de una amena lectura, pero conforme pasaba las páginas, la situación en la cafetería del Roller también se iba poniendo cada vez más intensa; y es que los reclamos de Delfina hacía Pedro no pasaban desapercibidos para mis oídos,  —Ni para ninguno que se encontrara cerca— mientras que él solo trataba de ignorarla limpiando la mesa que estaba frente a mí.

No tenía ni idea del origen de su enfado y tampoco me interesaba mucho que digamos, por eso  preferí concentrarme en los párrafos de la historia, intentando captar toda información que allí se encontraba. Sin embargo, después de releerlo varias veces descubrí que mi cerebro estaba trabajando en automático, leyendo sin prestar una pizca de atención, mientras que los bufidos de Delfina eran escuchados por todo el Roller.

— ¿Es enserio lo que me decís? — Preguntó una incrédula Delfi, impidiéndole a Pedro que siguiera limpiando la mesa frente a mí. — ¿Esa chiquita?

— Basta, ya te dije que sí. Aparte, eso fue hace tiempo. — Contestó él secamente, volviendo su atención a las mesas.

Sin más, Delfina salió de allí sin importarle llevarse por delante a  todo aquel que se atravesara en su camino, seguido de un Pedro totalmente fastidiado por su actitud. Y cuando estaba a punto de pasar por mi lado, no pude evitar detenerlo para indagar en lo qué había ocurrido.

— Nada, solo le conté algo y reaccionó de esa manera. — Su mirada se desvió mientras hacía un gesto despectivo, dándome a entender que no hablaría mucho del tema.

Yo en cambio, bajé la cabeza avergonzada y traté de esconder mi cara tras el cabello que caía desordenado, sintiéndome totalmente fuera de lugar allí. La curiosidad me había ganado y eso solo me había hecho sonar entrometida.

— P-perd-don. — Me apresuré en manifestar, mis dedos enlazándose y  desenlazándose nerviosamente sobre la mesa. — No quería ser met-tiche. Solo me llamó la atención como se p-puso D-Delfi. — Traté de explicar. Pedro soltó un profundo suspiro, mientras se acomodaba en el asiento de mi lado.

— No importa, de hecho me haría bien desahogarme con alguien. — Su declaración parecía que iba dirigida más para si mismo que para mí, pero igual no puede evitar sorprenderme al percatarme que quería alguien con quien conversar sobre eso. Y teniendo tantos amigos, había preferido desahogarse conmigo. — Hace algún tiempo me gustaba una chica, ella era la persona más tierna que había conocido. Cuando su rostro se enfocaba solo a lo que hacía o cómo su timidez le ocasionaba nervios cada vez que alguien le hablaba, me atraían de una forma increíble y no podía dejar de observarla. Yo la mayoría de las veces me acercaba hacia ella para tratar de decirle lo que sentía, pero por algún motivo no me salían las palabras, además estaba ese sentimiento que me decía que no era correspondido.

Observé su rostro melancólico, y  podía asegurar que tenía los recuerdos en su memoria, reviviendo los sentimientos y pensamientos de su momento.

— Pero... ¿Nunca le preguntaste o dijiste nada?  — Pregunté.

— No, nunca le dije nada. De igual forma no hizo falta, porque justo el día qué estaba completamente decidido a declararme, se puso de novia. — Comentó, con la vista clavada en el jugo que se encontraba sobre la mesa. — Pero igual no importa, fue hace tiempo y ya no siento lo mismo por ella, de hecho me gusta otra persona. El punto es que Delfi se enteró de los sentimientos que tuve por esta chica, y se molestó por eso.

Simplemente tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora