E X T R A XVIII

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EXTRA XVII: "Inconvenientes"


Cuando Gastón entró por completo a la habitación yo seguía hablando con Luna, por lo que él enseguida se posicionó a mis espaldas para poder saludarla. Pero en cuanto la indiscreta de mi mejor amiga comenzó a lanzar ciertas indirectas y miradas rebosando en picardía, yo preferí apresurarme en despedirme y colgar, con una sonrisa nerviosa apareciendo en mi rostro. Mi novio se rió de eso, pero yo parecía que iba estallar de lo rojas que estaban mis mejillas, los recuerdos de la noche anterior bombardeaban los sitios más recónditos de mi cerebro, y yo no podía ni mirarle la cara a Gastón. Él por supuesto se percató de eso y se burló mucho más, con dos de sus dedos tomó mi quijada y la subió hasta mirarme fijamente a los ojos, sonriendo, sus ojos brillando más que nunca.

- Hola. – Pronunció, para después dejar un cálido beso en mis labios. Su sonrisa estaba más que presente.

Mi respuesta fue tan solo un suave susurro.

- ¿Qué te pasa? – Inquirió, pero por supuesto que estaba más claro que nunca, su voz burlesca al preguntar me lo confirmó.

Era un idiota, sabía que estaba incomoda y lo hacía aposta ¿Es que no podía simular que la noche anterior no había ocurrido? Por supuesto que no podía, porque ese chico era Gastón Périda y amaba molestarme.

Cómo si hubiese leído mi mente, el castaño frente a mí me guiñó un ojo antes de comenzar a cambiar su ropa.

Quitándosela. Por completo. Frente a mí.

Y aunque no era una vista de la que me quejara realmente, no podía evitar que mis nervios se alteraran con fuerza, mientras que mis mejillas se ruborizaban muchísimo más. Estaba claro que él chico no tenía ni mísera compasión ante mí, o al menos no pretendía tenerla con todo lo ocurrido la noche anterior. Gastón Périda no planeaba jugar limpio.

- ¿No podés cambiarte en el baño? – Susurré, a sabiendas que esa pregunta era el detonante para que aumentara su socarronería. Fue a penas un murmuro, pero fue lo suficientemente alto para que Gastón lograra escuchar, pero aún así tuvo el tupé de señalar sus oídos y pedirme que lo repitiera. Repito, era un idiota. - ¿No podés cambiarte en el baño? – Dije de nuevo, lanzándole una mirada mordaz esta vez.

Cómo lo intuí, mi novio comenzó a reír, fuerte y sin disimulo, mientras que yo no hacía más que desviar la mirada tímida. No obstante, después de varios segundos más de enérgicas risotadas pareció percatarse de mi estado de incomodidad, por lo que fue calmando su humor para acercarse hasta a mí.

- Nina, anoche hicimos más que solo quitarnos la ropa. – Fue lo que dijo. Claro, cómo si yo no lo recordara. – Es algo totalmente normal, no tenés porque incomodarte.

- Ya sé eso, pero me da cierta vergüenza igual. Ni frente a mi mamá me sentía cómoda cambiándome.

Asintiendo, Gastón siguió con su mirada en la mía, mirándome tan tiernamente que me preguntaba cómo era posible que existiera un chico cómo él, tan compresivo y compasivo. Lo amaba con mí ser.

- Está bien, te entiendo. Si no te sientes cómoda podés seguirte cambiando aparte, en el baño o cuando yo no esté en la habitación, como quieras. – Manifestó, su mano se había posicionado en la curvatura de mí cuello mientras dejaba dulces caricias. Entonces sonrió, una sonrisa burlesca y sagaz. – Sin embargo, a mí para nada me molesta que me mires cambiarme.

Lo naturalidad con que lo dijo, y esa característica vena carismática y bromista me hizo soltar una gran sonrisa, al tiempo que negaba con la cabeza en su dirección. Después de varias risas y expresiones graciosas, el rostro de mi novio volvió a aportar seriedad, mirándome atento, y supe que le costó todo de sí pronunciar sus siguientes palabras.

Simplemente tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora