Simplemente tú.

40: "¿Estás celocita?"

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¿ E S T Á S 
  C E L O C I T A ?
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Mis padres junto a los de Gastón terminaron llevándose mejor de lo que creíamos, inclusive, esa tarde tendrían un almuerzo los cuatro juntos para poder conversar cosas de adultos. —Así lo denominaron ellos— Por eso, había decidido ir a pasar un rato en el Roller y distraerme un poco de todos los nuevos eventos que estaban aconteciendo, uno de ellos, la nueva encargada del Roller; Juliana.

Ella era uno de los motivos por el cual la tensión se podía sentir en el aire y los ánimos estaban por el piso. Era una persona totalmente desesperante que se creía la perfección hecha persona y que podía ir por ahí pisoteando a quienes creía conveniente para ella. O al menos así la describió Luna, y a decir verdad, le daba la razón. Sin embargo, también tenía mucho conocimiento sobre el arte del patín y eso le sumaba puntos a favor.

— Nina, te hablo en serio, Juliana es tan desesperante. — Abrí los ojos como platos al mirar detrás de Luna y en seguida le hice una seña para que se callara, sin embargo la ignoró.

— Debería estar practicando, que mucha falta que le hace. — Juliana llegó a su lado lo más calmada que pudo aparentar y, lentamente, bajó su cabeza hasta la altura del oído de Luna. — En vez de estar hablando incoherencias con su amiga. — Dijo ella, con su vista clavada en mí.

Luna se levantó de su asiento y asintió en dirección a Juliana, mientras que yo, encogida en el mío observaba como Luna se iba hasta la pista. Seguidamente, Juliana hizo lo mismo.

Me levanté para ir detrás de ellas, sin embargo en mi visión se atravesó una chica rubia que se aproximaba hasta la cafetería, la cual, muy animadamente, iba conversando con un chico entre risas y carcajadas.

Simultáneamente mi vista se posó en el chico que estaba frente a ella dándome la espalda y, cuando iba a seguir con mi recorrido, una carcajada proveniente de los dos me interrumpió. Hubiese seguido sin darle importancia, si no fuese por lo conocida que me pareció su voz.  

— Igual te queda muy bien ese rubio. — Escuché que dijo él, aceptando muy gustosamente un sorbo del jugo de la chica. — Si bien no sos naturalmente rubia, pero se te ve muy bien.

Me acerqué un poco más, posándome disimuladamente al lado de ellos para pedirle un licuado a Simón.

— Te daría las gracias, pero te conozco muy bien para saber que tras tu halago viene una broma. — Le contestó ella.

Ti diría lis griciias, piri ti quinizqui mii biin piri sibir qui tris ti hiligo vini ini brimi.

Recibí el licuado que Simón me entregó, para después mascullar un leve agradecimiento y observar cómo el acompañante de la chica volteaba un poco su rostro para buscar de donde había provenido la voz, y ahí sí pude ver bien el rostro de Gastón. Justo cuando estaba por enfrentar su rostro al mío y descubrirme en pleno espionaje, la chica atrajo su atención.

— Igual me alegra que te haya gustado. Tu opinión es muy importante para mí. — Dijo, quitando el cabello que caía por su hombro y sonriéndole muy radiantemente para mi gusto.

¿Estaba coqueteándole?

¡Estaba coqueteándole!

Mi paciencia estaba al borde de un colapso, sin embargo estaba haciendo un trabajo enorme en no ir y gritarle tres cosas en la cara de la chica por coquetearle y, de paso, también a Gastón por darle pie al coqueteo, para después besarlo y dejarle claro que era solo mío. Pero toda mi fuerza de voluntad se fue al basurero cuando vi que se acercaba demasiado.