14. jk

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-¿Está bien?

Tae asiente al pasar por delante de mí sin tan siquiera molestarse en mirarme, mientras sigue su camino por el pasillo para, probablemente, llevar a Jimin a un lugar más cálido. Estaba temblando y, si no fuera por sus ojos sin vida, podrías pensar que era por el frío. Pero tenía ese aura que le hacía parecer tan frágil, como si estuviera hecho de cristal. Como un espejo que había sido tirado desde una alta montaña y estaba ahora lleno de grietas. Ha perdido algunos trozos y otros los guarda en sus manos, haciendo que sangren. Y ese líquido rojo deja marcas en el suelo que podrían conducirte al lugar donde se rompió, si no fuera porque, cuanto más se aleja, más pierden su color esas lágrimas de sangre.

La noche está a punto de acabar y no puedo evitar preguntarme qué más llegará hoy a su final bajo este solitario cielo, esperando que le rocemos desesperadamente. La Luna asiente sutilmente, juzgándonos desde arriba y estoy seguro de que ella conoce todos nuestros secretos. Estoy seguro de que ella sabe donde estuvo. Si tan solo pudiera hablar con ella, si tan solo...

-Jungkook.

La voz de Tae sacude todos mis pensamientos. Me giro hacia él enseguida.

-¿Podrías acompañar a Jimin a su casa esta noche? -Dice poniéndose su chaqueta y caminando a la puerta principal- Tengo que irme ahora mismo.

Antes de que tan siquiera acabe la frase, ya estoy asintiendo repetidas veces y me dirijo a la sala de prácticas, donde él está descansando en el suelo con una manta sobre él. Mira hacia un punto fijo, su rostro no muestra ninguna expresión. Parece vacío.

-¿Jimin?

No, no está vacío.

El cansancio en sus movimientos, el toque amargo en esa medio sonrisa que intenta forzar, la forma en la que se levanta tan lentamente, como si ni si quiera quisiera repirar. Son pequeños signos de que está lleno, lleno de dolor.

Cuando está a mi lado, dudo por un instante, no sabiendo qué hacer. ¿Hay algo que pueda decir para calmar ese fuego que le está matando?

-Vamos. -Digo en un tono bajo- Te llevaré a casa.

Aún no sé mucho sobre él. No sé si prefiere el invierno o el verano, si le gusta más tomar café o té, si se pierde entre los capítulos de un libro o vive mil aventuras en su vida real. No sé qué es lo que hace cuando todo lo que quiere es desaparecer o cuando la rabia le debora. No, aún no sé mucho sobre este misterio que intento resolver, pero sí hay algo que podría asegurar sin temor a perderme en un error. Se siente solo.

-Estoy aquí, Jimin.

Por ello, aunque ni siquiera puedo imaginar la razón por la que camina en silencio, mirando al suelo frío como si tratara de contar los pasos que da, no descansaré hasta que él suspire aliviado al darse cuenta de que estoy aquí.

Estoy agarrando su mano con fuerza; no dejaré que se pierda en estas calles vacías, le guiaré a casa esta noche. Incluso si sus dedos están helados y no se aferra a mi mano, no le voy a soltar.

Este invierno es más frió de lo normal, ¿habrá alguna razón? Quizás esta estación tenga el corazón roto también, quizás quiera vengarse de la primavera por ser tan hermosa, quizás quiera demostrarle al verano que él también puede marcarnos de por vida. O quizás extrañe el otoño, las hojas cayendo, siendo llevadas por la brisa helada a través de la ventana.

Yo me limito a esperar paciente la primavera. ¿Por qué? Porque tengo la esperanza de que, cuando las flores florezcan de nuevo y el paisaje blanco se tiña de color, su oscuridad se vuelva un poco más clara y quizás, vea una pequeña luz al final, llamándole. Puede que así, él empiece a correr. ¿Llegará ese día? La duda me carcome, el futuro es tan incierto, tanto que aterra pero, ahora mismo, sé que él está justo a mi lado.

Mi mirada encuentra su pelo cayendo descuidado sobre su frente y su semblante cargado de soledad y melancolía. Sigue concentrado en todo aquello que guarda bajo llave en su mente, todo aquello que le dificulta el mero hecho de dar un par de pasos hacia delante.

Si alguien se topara con nuestras siluetas, si alguien cruzara la carretera a nuestra derecha o decidiera caminar por esta misma calle, probablemente pensaría que nada ha cambiado en él. Pensarían que su cuerpo tan solo se arrastra sin un objetivo, que está más muerto que vivo. Pero si prestasen un poco más de atención, si por casualidad sus ojos quisieran encontrar algún mínimo signo de vida en él, entonces y solo entonces, descubrirían su delicada mano que, muy, muy fuerte, está sujetando la mía, ahora un poco más cálida.

Hay una mariposa en su pelo.

mil y una mariposas. | kookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora