39. jm

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-He notado la forma en la que le miras.

Las palabras de Tae eran acompañadas por un millar de truenos en esa peligrosa noche. Con sus codos apoyados en la baranda del balcón de mi apartamento, con su barbilla sobre la palma de las manos, contemplaba el cielo negro con una sonrisa dibujada en su rostro.

-Te has enamorado, ¿verdad?

Por aquel entonces tan solo empezaba a descubrir los recovecos de este mundo en los cuales estaban escondidos los mayores desastres, aquellos que serían lanzados directos a mi pecho. El viento ya comenzaba a soplar suficientemente fuerte como para derrumbar cualquier edificio, árbol o roca que se cruzara en su camino; listo para provocar la mayor catástrofe, deseaba hacerme caer también, aún fallando, y yo no sabía lo que me esperaba.

-Sí.

Tenía veinte años y el invierno estaba a punto de ver su final, cuando mis sentimientos se convirtieron en la razón por la que el suelo se quebró bajo mis pies.

-Lo sabía.

Tenía su cabeza girada en mi dirección y una sonrisa amable y ojos llenos de compasión hacían juego con aquel suspiro que iba a explotar con todas aquellas palabras que quería decir, pero sabía que se transformarían en cuchillos al abandonar su boca, cuchillos que serían disparados directos a mi palpitante corazón.

-Jimin...

Cuando su voz decidió revelarme aquello que aguardaba en su garganta, las letras marchitas fueron arrastradas por la tormenta cuando negué con condescendiencia.

-Está bien.

Las nubes se acercaron, deseando escuchar cada palabra que soltaran nuestras vocas incluso si ya conocían la solución a todos los enigmas del universo. También las estrellas que se me asemejaban tan solitarias ahí arriba supieron que ese sería el principio del fin. Y gotas de lluvia se abalanzaron más rápido, casi pude jurar que escuché a una de ellas susurrar antes de estamparse:

¿Cómo amar a alguien cuyo mayor temor es ser envenenado por el emponzoñado amor?

Con sus brazos alrededor de mis hombros, juntó nuestros cuerpos quizás para brindarme un aura cálida, así que posé mi cabeza sobre él. La sensación de estar en un lugar seguro recorrió mi cuerpo, como un tren recorre las vías mugrientas, y me paré a salvo en medio de un campo de batalla. Hallé fe en la desesperación.

Bajo aquel cielo fogoso salpicado por motas brillantes, rogué a la Luna poder mostrarle a Yoongi ese lado del amor que aún desconocía, ese al que no debía temer.

mil y una mariposas. | kookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora