-Lo siento. -Dice pero ni siquiera es capaz de mirarme de reojo.
El repiqueteo de las gotas cristalinas sobre las ventanillas del coche nos absorbe, y seguimos por esta carretera ajenos al mundo entero.
-Siempre estoy metiendo la pata, ¿verdad? -Algo parecido a una risa sale de su boca, forzada, cargada de culpa- Debería quedarme callado.
Siento una punzada en el pecho, una presión que me impide escuchar los latidos de mi corazón. Miles de recuerdos se ciernen sobre mi mente y no entiendo estas palabras que, para mí, son tan absurdas. Y es que puede que alguna vez se haya convertido en un bache contra el que he tropezado, puede que alguna vez sus actos hayan emponzoñado mi sangre llevándome a huir, pero siempre, siempre, ha estado ahí para ofrecerme una mano suave y amable dispuesta a ayudarme a mantenerme en pie. Esta figura esbelta en el asiento de al lado, nunca se ha desvanecido en la penumbra que me envuelve desde hace ya años.
-Tae. -Mi voz firme alcanza sus oídos que esperan atentos mis palabras- Gracias.
Con tan solo poner mi mano sobre su muslo y apretar un poco, él ya suspira aliviado y parece que las telarañas que cubrían el paisaje que divisaba se disipan lentamente.
Mientras nos dirigimos a su casa arropados por la niebla que nos impide ver más allá, soy avasallado por la certeza de que, si él no hubiera caminado por el mismo camino que yo, aun estando lleno de trampas, habría caído en todas ellas sin saber cómo salir y sacudir el polvo de nuevo. Mientras conduce apresurado por esta solitaria carretera, aquello que estaba tan claro como las gotas que se abalanzan sobre el coche, cruza mi mente como un rayo entrometido.
En medio de esta oscuridad que me devoraba, siempre hubo cuatro farolillos que brillaron tanto como sus débiles llamas se lo permitían.
Como una película que es proyectada sobre una gran pantalla, millones de momentos en los que rozaron mi hombro con delicadeza para cerciorarse de que aún seguía con vida me asaltan. Puedo ver la expresión compasiva de Hoseok al encontrarme con la mirada perdida tras haberme despedido de algún extraño y, tal y como si volviera a revivir ese momento, escucho su voz preocupada al hablarme sobre cientos de temas frívolos, intentando que consiga distraerme e ignorar las nubes grises. Si entrecierro un poco mis ojos cansados, hallo entre mis recuerdos borrosos a un Jin que se tambalea sobre la línea entre la desesperación y el deseo de poder salvarme. Me sacude agarrándome fuerte por los hombros y, aunque sus palabras secas se clavan en mí como cuchillos, sé que tan solo quiere borrar mi pena y remordimiento. Y, casi al terminar esta película que provoca un cierto cosquilleo en mí, reconozco la figura agotada de Namjoon, quien, negando levemente, me ruega una vez más que, por favor, no le decepcione. Me pide con una media sonrisa que, por lo que más quiera, intente desatarme todas estas cuerdas que me atan a un ayer penambroso.
-Ya hemos llegado, Jimin.
Todos estos farolillos siguen aquí, en esta cueva en la que me adentro cada vez más y más, ahora incluso uno más se ha unido. Pero todo este tiempo estuve ciego, tan ciego.
El corredero que lleva hasta el salón es amplio y está adornado por fotografías que enmarcan sonrisas que no desea dejar en el olvido y cielos que le ayudarán a recordar. Dado que he estado aquí más veces de las que podría contar con los dedos de mis manos, sé perfectamente hacia donde encaminarme para al fin dejarme caer como un peso muerto sobre el colchón y cubrirme hasta los ojos con una manta roja tan cálida que hace cesar el tiritar de mis dientes.
-Jimin. -Su voz exhausta lucha por hacerse oír- Esta vez, no es él quien huye aterrado; eres tú.
Su confesión hace eco en mi mente vacía hasta el momento, y su mano delgada se despide de mí abandonándome en esta habitación que ahora tiembla y se derrumba por momentos.
Yoongi.
Es la razón por la que bailo.
Yoongi.
Quiero mostrarle ese lado escondido del amor que puede llegar a convertirse en algo maravilloso.
Yoongi.
Quiero volver a verle.
Esos extraños que se cuelan en mi cuerpo.
Son los únicos capaces de hacerme olvidar este dolor que me quema el pecho, aunque tan solo sea un placer efímero.
¿Estás seguro?
Una voz que nace desde muy dentro de mí me pregunta confusa, quizás intentando que me de cuenta de algo.
Porque, mientras encojo mis piernas haciendo que mis rodillas rocen mi pecho y escondo mi cabeza de los peligros de ahí afuera, no puedo evitar pensar en él.
Jungkook.
Porque desde hace ya un par de noches eternas, nadie ha deslizado sus robustas manos por mi piel anhelando gritar de placer.
¿Por qué?
Desde hace ya un tiempo, soy capaz de subir al escenario y bailar al son de la música sin la sensación de que una bomba vaya a explotar dentro de mí, aunque siempre, al acabar, huya despavorido porque aún no hallo una razón para quedarme un poco más.
Mis dedos están fríos.
Y esta noche, por primera vez en tres años, no me encuentro frente a esa puerta maldita esperando que él acuda a mi llegada.
Noto una punzada en el corazón.
Estoy enamorado de Yoongi, me repito una y mil veces sin voz que pueda ser escuchada mientras aprieto con fuerza mis ojos y trato desesperadamente por dormirme.
Todos mis intentos son en vano, pues, al ser el cielo iluminado por un relámpago, soy transportado al pasado una vez más pero sin moverme de este lugar que se me asemeja seguro. Al querer conciliar y caer en un sueño profundo, me sacuden mil olas y me llevan mar adentro; hacia aquel día en el que las flores aún nos cegaban con unos colores radiantes.
Sí, es cierto.
Nadie, nunca, podría amarme.
¿Cómo he podido olvidarlo?
La noche en la que sus palabras frías se clavaron en mi pecho como espadas, tuve la certeza de que jamás podría ser amado.
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mil y una mariposas. | kookmin
Fanfiction❝-Quedémonos así.❞ ❝-¿Cuánto tiempo?❞ ❝-Para siempre.❞ All Rights Reserved. ©oihoney