32. jk

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Desde fuera, esta casa parece estar en llamas; el suelo que se expande bajo mi silueta confusa quema mis zapatos hasta obligarme a correr hasta la puerta. Un cubo de pintura roja cae sobre el paisaje que me rodea, incluso sobre mí. Cala mi piel, roza cada centímetro, deja marcas imborrables que invocan a mil fantasmas del pasado. Puede que fuesen guiados por mi sombra desde el cementerio hasta aquí, o quizás, acaben de saltar desde las ventanas de la casa frente a mí para susurrarme que tenga cuidado.

Acabo de abandonar la tierra de los muertos para llegar al infierno.

Cuando giro el picaporte y una ráfaga
de viento muerde mis mejillas para darme la bienvenida, deseo volver al punto de partida.

-¿Jungkook? -Su voz proviene del salón- ¿Dónde has estado?

Me atrevería a asegurar que había  pasado ya una eternidad desde la última vez que percibí un ligero trazo de preocupación en el tono con el que me recibía, y pude sentir sus pasos sobre el parqué de la entrada acercándose para acudir a mi encuentro al cruzar la puerta.

-Estuve visitando su tumba. -Confieso dejando mi chaqueta sobre una mesita que hay en el recibidor.

En cuanto mis ojos encuentran su figura delgada siendo alumbrada por una débil luz que parece estar a punto de fundirse, se congela. Así sin más, queda paralizado y tan solo sostiene mi mirada.

Asiente varias veces, invitándome a pensar que le está dando la razón a alguien que acaba de ayudarle a darse cuenta de algo que estuvo negando por mucho, mucho tiempo.

-¿Crees que eres mejor que yo?

No consigo hallar un motivo para esas palabras que rebosan ira, no entiendo por qué agita su cabeza repetidamente mientras aprieta su puño con fuerza y las paredes que nos mantienen ocultos comienzan a hablar entre suspiros, como si quisieran advertirme de algún peligro extraño así como hicieron aquellos fantasmas.

-Papá... -Intendo dar un paso hacia él, pero me interrumpe.

-Le regalas flores a esa lápida que lleva su nombre impreso y pasas media vida dentro de esa maldita habitación, para limpiar tu alma podrida.

Sus frías palabras cargadas por la semilla de un odio que lleva creciendo dentro de él por años, vuelan a la velocidad de la luz hacia mí para dañarme; es la única razón por la que existen.

-Y yo...-Cubre sus ojos con ambas manos para ocultar las lágrimas que se asoman en ellos- Yo ni siquiera soy capaz de ver su rostro en una fotografía.

No sé qué desató esta tormenta dentro de él pero está atrapado en un huracán que le ahoga en toda esa repugnancia que siente hacia sí mismo y probablemente le obliga a escupir todo aquello que nunca se atrevió a mencionar en voz alta.

Solo puedo limitarme a rogarle al invierno caprichoso que de paso a la primavera y que ella, tan compasiva como es, nos brinde un rayo de paz y arrase con toda esta oscuridad que corroe nuestras almas malditas, manchadas por cientos de pecados que nunca podremos perdonar.

Mis plegarias caen por un precipicio, estallando en un inmenso vacío.

-Pero...pero ambos somos pecadores. -Extiende sus brazos hacia los lados, como si tratara de mostrarme algo tan claro como el agua cristalina, y su risa irónica me pone los pelos de punta- Ambos fuimos testigos sienciosos de su lenta muerte.

Y así, soy transportado a no hace mucho tiempo atrás, cuando las palabras de mi padre cobraron sentido.

Necesito dejar esta casa. Ahora.

mil y una mariposas. | kookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora