92. jk

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A mí me contaron una historia diferente, una en la que no existían finales felices. Más real.

-¡Jungkook! -Grita desde el otro lado de la sala, tendiéndome una caja- ¿Podrías llevarla al camión?

Donde, al final, la bestia asesinaba a la princesa de tanto que la amaba, y el último pétalo de la rosa caía sin que nada cambiase porque ella nunca llegó a quererle.

-Creo que eso es todo. -Musita Tae junto a nosotros, frente a la entrada.

Me hablaron sobre un lugar en el que había un dragón y una princesa que, sin temor, se enamoraba de él y, al final, ambos ardían.

-Parece ser el fin de una era. -La voz melancólica de Hoseok nos mece bajo los copos de nieve.

Describieron con cada detalle un valle encantado pero no habitado por hadas o duendes, ninfas o dioses. Ni siquiera animales que hablasen o aguas que se separaran. Allí se podían encontrar esperanzas rotas y en el aire se leían todos aquellos deseos que los humanos habían pedido, todos aquellos que nunca se cumplieron.

-Hey. -Dice Namjoon plantándose frente a todos, intentando sonreír- Esto es solo un hasta luego, ¿de acuerdo?

Me hablaron de mil historias distintas, y todas ellas conducían hacia una gran oscuridad, hacia un final que desgarraba el alma.

-Mierda...-Musita Hoseok ahogando un sollozo al observar cómo Namjoon colgaba aquel cartel en la entrada del club.

Y esta historia que comenzó no hace mucho, no sería difetente a esas que a mí me contaron.

Nos levantamos frente al local que se alza frente a nosotros, ese que aún tiene nuestras huellas impresas y nuestras voces se escuchan como ecos lejanos, tan vívidas como nunca. Sujetando nuestras manos, buscamos consuelo en el otro, algunos ya derrumbándose y otros manteniéndose a duras penas en pie. Y esas letras en color rojo se clava como armas de doble filo en nuestra piel; desearía poder arrancar ese cartel y destrozarlo, para que así esta nieve pueda sepultarlo bajo un manto blanco.

       CERRADO PERMANENTEMENTE

Y es que, parece ser, para poder traer a aquel productor musical, Namjoon tuvo que pagar una inmensa suma de dinero, depositando toda su fe en que él hallara talento en nosotros y nos contratara. Movido por la esperanza y el anhelo de cumplir nuestros sueños, gastó cada céntimo de sus ahorros para darnos el empujón que necesitábamos, para que así nos convirtiéramos en las estrellas que siempre deseamos ser.

Pero aquello nunca sucedió.

Y en lugar de gritar pidiendo ayuda, calló y escondió este secreto, intentando pagar sus deudas de una forma u otra, hasta que ya fue demasiado tarde y no tuvo más opción que vender el local que ya se había tornado en un hogar cálido para todos nosotros.

Desde aquella noche otoñal en la que nos despedimos de su sombra para siempre, todo comenzó a derrumbarse lentamente, tal y como en esas tristes historias que me contaron una y mil veces.

El invierno nos arropa con un frío que cala nuestros huesos mientras caminamos calle abajo una vez más hacia el Acantilado de los Deseos, el cual parece ignorar todas nuestras plegarias. Pues, sin importar cuántas veces roguemos que un milagro suceda y esta historia tome un rumbo distinto, las palabras con las que son escritas estos capítulos son teñidas por un color negro que pinta nuestras almas y marchita nuestros corazones.

El mundo que nos rodea sigue en blanco y negro.

mil y una mariposas. | kookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora