Ojalá alguien me extendiera una mano amable y, con ese tono comprensivo de aquellos que han sobrevivido a mil batallas, me susurrara al oído por qué estoy corriendo calle abajo mientras las gotas deseosas de poseernos se abalanzan sobre nosotros. Ojalá el cielo negro dibujara con la luz de sus estrellas la respuesta a todos los enigmas que tengo escritos en la piel. Porque ni yo mismo entiendo la razón por la que le concedo el derecho a esta ventisca de poder golpearme con su viento feroz, cuando podría estar buscando un lugar para resguardarme. Y es que es así de complicado intentar descifrar y abrir el cofre en el que guardamos bajo llave como el mayor tesoro del mundo, aquello tan efímero que son los sentimientos.
Necesito encontrar a Jimin.
Pero tan solo un par de farolas que intentan desesperadas por iluminar mis pasos, y una tormenta harta de esperar lucha contra ellas, cegándome y haciéndome tambalear. Mi camino oscurece, mis ojos pierden su sombra y la certeza de que acabaré perdiendo su rastro llega a mí acompañada por cien gotas más y un viento huracanado.
Y se había ido desmoronando toda mi esperanza por el largo camino, cuando, de la nada, surgió frente a mí esa entrometida mariposa una vez más. Sonrió gentil y con el simple batir de sus alas, me invitó a seguirla. Por otra de esas razones que no logro comprender, sentí que ella me guiaría hacia él o, por qué no, incluso hasta el fin del mundo.
Me paro bruscamente al descubrir su silueta parada delante de un club nocturno, cuyo nombre soy incapaz de leer. Pero esta vez, mi compañera de viaje no desaparece ni se convierte en polvo; se queda junto a mí, quizás tratando de impregnarme de toda su fuerza.
Hago amago de acercarme hasta él, pero en el segundo en que doy un paso hacia delante, sus palabras me sorprenden, preguntándome cómo pudo notar mi presencia.
-¿Qué estás haciendo aquí?
Me hes imposible ver su cara porque está empeñado en evitar mi mirada, pero juzgando por cómo se quiebra su voz, puedo asegurar que está llorando ahora mismo.
-Está lloviendo.
Dice para intentar hacerme huir y aguarecerme de la lluvia, sin embargo, es él quien está tiritando e intenta, obviamente fallando, calentar sus manos con esa desesperación de los que han conocido mil tempestades.
Noto cómo gira su cabeza ligeramente hacia cualquier rincón del que provenga un ruido, como si...
-¿Estás esperando a alguien?
Se ríe. Sí, está frente a mí, siendo devorado por una tormenta hambrienta que ha tomado por objetivo ahogarle bajo mil gotas, y juro con la mano sobre el fuego que aquella fue la risa más triste que jamás había escuchado.
-Sí. -Apenas son capaces sus palabras de abandonar su boca, disimulando sus sollozos.
Me pregunto a quién espera. La curiosidad me invade de pies a cabeza porque tuvo que ser esa misma persona que una vez le llevó a querer desaparecer, esa persona a la que simplemente no es capaz de dejar en el pasado.
-¿Es aquí a donde vienes cada noche?
Asiente con el miedo de aquellos que revelan su mayor secreto. Siento que ha abierto una puerta para mí que nunca nadie antes se había atrevido a cruzar; una puerta hacia su oscuridad.
-Jimin.
Mi voz no provoca que se mueva, ni siquiera sé si pestañea.
-La razón por la que bailas... ¿es él?
He cruzado la puerta con decisión, sin temer ni por un momento a aquello que pueda encontrar.
La pequeña mariposa sigue aquí.
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mil y una mariposas. | kookmin
Fanfiction❝-Quedémonos así.❞ ❝-¿Cuánto tiempo?❞ ❝-Para siempre.❞ All Rights Reserved. ©oihoney