47. jk

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Horas antes del ocaso, el acantilado nos recibe arropándonos con cierta calidez, haciendo imposible pensar por un segundo que hasta hace un rato estaba nevando.

-Jimin. -Arranqué un poco de hierba y dejé que el viento se la llevara.- ¿Por qué sigues aferrándote a él?

Los trazos verdes se mezclan con el azul del cielo que, poco a poco, es devorado por un naranja avaricioso que desea reinar sobre las estrellas.

-Deberías cerrar la puerta del pasado de una vez, ¿no crees?

Le miré de reojo compasivo, esperando que rompiera en llanto o en cólera como tantas otras veces había hecho. Esperaba que sus ojos se clavaran en mí furiosos, que negara con ímpetu y huyera de nuevo, dejándome atrás con mil palabras atascadas en la garganta. Sin embargo, nada de eso ocurrió. Simplemente, se levantó de un salto para acercarse al borde del acantilado.

-Pero te aterra abandonar el pasado, ¿verdad?

Letras que son acompañadas por un viento entrometido en medio de un paisaje que provoca más de un suspiro. Me acerco entre temblores, posando mi mano sobre su hombro para, un segundo después, caer en el vacío. Da un paso hacia delante respirando profundamente, alejándose de mí. Pareciera que intenta calmarse para, quizás, evitar convertirse en una bomba que acabe con ambos.

-No me conoces. -Se gira rápidamente, clavando sus ojos en los míos como estacas en mi pecho- No sabes...

-Siempre. -Interrumpo la tormenta que se formaba a su alrededor con una leve brisa dispuesta a detener sus manos furiosas- Siempre te escondes tras esas palabras.

Doy una patada que se lleva por delante un par de pequeñas piedras que caen por un acantilado del que no logro divisar el final.

-A veces pienso que estás encerrado en una casa que tú mismo levantaste a tu alrededor, para aislarte del mundo.

Niego al respirar profundo y guiar mis ojos al mundo que se forma ahí arriba. Un mundo creado por unas nubes, mil estrellas y los reyes del firmamento: la Luna y el Sol. Tan solo puedo desear que se apiaden de unas almas extraviadas que buscan desesperadas un consuelo.

-No me conoces, dices. -Asiento débilmente- Y tienes razón. Apenas he podido ver una diminuta parte de ese laberinto que has formado, apenas he podido descifrar una mínima parte del enigma que eres. Y puede que nunca llegue a descubrir cada rincón de ti, puede que sean tan solo esas manías tuyas que saltan a simple vista las que consiga grabar en mi memoria.

Una leve sonrisa se dibuja en mi rostro, tan inestable que se podría asegurar que un niño travieso fue el causante de ese trazo en mi lienzo. Sus ojos oscuros rebosan inseguridad o quizás sea la mía propia la que se ve reflejada en ellos. Aún así, esto no me impide enfrentarme a él, dando pasos firmes en su dirección sin apartar la vista.

-La forma en la que pasas tu mano por tu pelo casi cada cinco minutos, la forma en la que muerdes sutilmente tu labio inferior y frunces el ceño al estar concentrado en algo que te apasiona, la forma en la que golpeas sin reparo a quien sea que esté a tu lado cuando te hes imposible dejar de reír y la timidez te atrapa. -Al estar a tan solo a un par de zancadas de él, me detengo de repente- Y ese recoveco oscuro que comienzo a divisir. Cómo tiemblan tus pies cuando necesitas escapar. Cómo aprietas el puño con fuerza para reprimir esos gritos que ahogas en el silencio porque no, no quieres que los demás caigan contigo. Cómo evitas las miradas que te persiguen, temiendo que puedan ver más allá y calen tu alma inquieta.

Señalo con el dedo índice su figura, de la cual, en el suelo, comienza a formarse una sombra cuyo final está al comienzo del precipicio.

-Pero todo este manto superficial cubre algo más profundo que nunca soy capaz de alcanzar.

mil y una mariposas. | kookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora