40. jk

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Su rostro empalidece, sus ojos como platos clavados en los de Tae, quien se limita a contemplar como sus rodillas flaquean. No sé qué clase de demonio se coló en su pecho esta vez, pero parece más fuerte que los demás.

Jimin.

Quiero gritar su nombre. Quiero correr hasta él para calmarle. Quiero preguntarle qué pasó, por qué su escudo se desvaneció de repente y por qué la sangre se desliza feroz por su cuerpo como si fuera algún tipo de maldición.

Pero soy incapaz.

Porque en el fondo lo sé, una parte de mí me susurra en tono compasivo que él es la razón. Y sé, sé que mi egoísmo no debería mantenerme aquí siendo un mero espectador de su derrumbe. Lo sé, créeme, lo sé: aquello que siento por él no debería convertirse en una barrera que me aleje de él. Aún así, no puedo moverme.

Jimin, pienso de nuevo, esperando que pueda oír mis pensamientos.

-Nos vamos a casa. -Anuncia Tae diligente al encaminarse hacia él.

-¿Está todo bien? -Jin interrumpe su marcha y le detiene, poniendo la mano sobre su pecho.

Tae evita su mirada, pero no porque quiera escapar de este lugar o ignorar lo que le rodea; él tan solo quiere hacerse cargo de Jimin quien, absorto del mundo entero, navega mar adentro en un bote que se hunde poco a poco.

-Sí. -Responde finalmente- Solo voy a llevarle a casa. Parece cansado.

Cuando intenta dar un paso hacia delante, Jin le empuja hacia atrás, haciendo que vuelva a su lugar de partida. Después, se gira hacia esa delgada figura que está tan atrapada en lo que sea que su mente le muestra, que le hace imposible decir algo.

-Jimin. -Pronuncia con voz llena de afecto, acercándose a él- ¿Estás bien?

Roza ligeramente su brazo que da la sensación de estar temblando también, y frunce el ceño ante la presencia de un hombre hecho de huesos y polvo.

La impotencia comienza a engullirme, pero sigo observando.

-¡Hey! ¡Jimin! -La voz compungida de Hoseok desea devolverle a la realidad- ¡Hey!

Él, también, se aproxima a él, quizás para imitar los actos de Jin, para intentar brindar una salvación a esos ojos en blanco que hacen que un par de escalofríos nazcan en mi espalda.

-No me toques.

No sabría decir si ya me estoy imaginando cosas por mi deseo de ver vida en él, o si aquella fue realmente su baja y triste voz.

-Dejadme.

La vida es cruel.

Esto es lo primero que acude a mi mente cuando se libera del agarre ligero de aquel que tan solo le tendió una mano compasiva.

Ahora pienso que su sonrisa era un simple trazo de agua fina en su rostro, porque bastó un pequeño fuego para que se evaporara. Quizás un niño con afán de pintor se entretuvo dibujando en su piel, utilizándola como un lienzo más, y con mil colores le cubrió con líneas y paisajes que le hacían reflejar una paz distinta. O, más probable que estas conjeturas presas de mi fantasía, su breve esperanza fuera tan efímera y débil porque aún camina sobre una cuerda floja que le hace tambalearse de vez en cuando. Porque aquella risa temporal con la que nos arropó como críos antes de caer en un sueño profundo, tan solo servía para intentar, desconsoladamente, cazar todos los diablillos y ocultar huellas del pasado que seguían impregnadas en él. Ingenuos nosotros, quienes, incrédulos, creímos que la tempestad había cesado.

¿Pero por qué sigo quieto si mis dedos anhelan alcanzarle?

-Jimin. -La firmeza con la que habla Tae y su paso decidido me devuelven al presente- Vámonos.

mil y una mariposas. | kookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora