20. jm

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En una pequeña habitación del club, casi escondida al final de éste, intento perderme en su olor a tabaco, me sujeto con fuerza a él, atrayéndole más y más a mí, cerrando con fuerza mis ojos para concentrarme en este preciso instante. Porque esta es la única vía para evadirme de la realidad por un momento, porque sentir a alguien contra mi cuerpo es lo único que me hace olvidar su tacto.

Pero esta habitación en la que solo se escuchan gemidos y nuestros cuerpos cubiertos de sudor no pueden dejar mi mente en blanco esta vez.

Hay un huracán que arrastra consigo una simple palabra que repite una y otra vez, casi volviéndome loco. Y creí que no habría una razón que provocara el levante de este viento empeñado en entrometerse, yo, ingenuo, traté de convercerme de que no habría algún motivo oculto que diera sentido a mis actos. Quise ocultar tras una excusa banal, algo que escondía un mayor significado.

Porque ni siquiera sabía el nombre de aquel que ahora gritaba el mío, yo musité el suyo.

Jungkook.

                              ~ ~ ~ ~

-¿Quién era esta vez? -Percibo cierta decepción en su voz, o quizás sea cansancio.

-No sé su nombre. -Susurro evitando su mirada que me juzga en silencio.

-¿Cuánto tiempo más vas a seguir así?

-Hoseok. -Suspiro en el segundo en que mis dedos tocan el pomo de la puerta- Déjame en paz.

Abandono aquel club en el que comienzo a dejar de sentirme bienvenido. Cada uno de mis pasos es observado desde cerca por unos ojos desconfiados que esperan mi caída. Cada una de mis palabras es escuchada por almas que hacen caso omiso a mis pensamientos.

¿Acaso puedo culparles?

Han pasado ya años desde que pude abrir la misma puerta por la que acabo de salir con cierto orgullo en mi rostro y una palmada amable sobre mi espalda. Han pasado ya años desde que bailé sin remordimientos bajo los focos ardientes y los aplausos del público me hicieron anhelar bailar para siempre. Y aunque aún me muevo al ritmo de la música en aquel escenario, mis pasos han perdido perdido de vista la razón por la que bailaba. Ahora, me limito a exponer mi cuerpo frente a personas que, con tan solo verme seguir el son de mi canción, aplauden de nuevo frenéticos sin notar ni por un segundo la soledad de mis manos.

El frío me envuelve, a penas siento ya mis dedos mientras mis pasos acelerados se encaminan hacia el lugar prohibido. Y las estrellas extrañadas frucen el ceño, se acercan a mí levemente y me preguntan por qué fue su nombre y no el de mi pasado andante el que pronuncié esta noche. Pero mi confesión se ve interrumpida por una mariposa azul entrometida.

¿Sabes tú la respuesta?

mil y una mariposas. | kookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora