-¡Jimin! -Por la cercanía de sus gritos, puedo presentir que está parado en la puerta- ¡Levántate!
Giro sobre mí mismo y mis gruñidos quedan ahogados por la almohada en la que escondo mi cara. Casi por acto reflejo, alcanzo otra que estaba lo suficientemente cerca como para que no tuviera que estirar mucho mi brazo, y la utilizo para intentar tapar mis orejas y así no tener que escuchar más su irritante voz en esta mañana tan fría que nos da la bienvenida con una sonrisa malvada.
-¡A las once cierra la cocina! -Sentencia mientras se aleja por el pasillo.
Arrastrando los pies, me dirijo despacio hacia donde él debe estar, juzgando por el sonido de platos rozándose y el de una cafetera que llega a mis oídos, proviniendo del final del pasillo. Siento mi cuerpo cansado o, más bien, pesado, como si cargara mil rocas a mis espaldas o alguien hubiera atado mil cadenas más a mis tobillos durante la noche. Quizás fuera aquel recuerdo amargo que aún puedo palpar en mi pecho el que provoca que estos malditos demonios se posen sobre mis hombros caídos.
-¿Café o té? -Me recibe con dos jarras y ojos abiertos como platos- Café, ¿verdad?
Y sin esperar tan siquiera a que asienta, se dispone a verterlo en una taza negra que ya ha colocado previamente sobre la mesa a la que me encamino, para sentarme en uno de los taburetes.
Irradia una energía descomunal, mientras yo pierdo las ganas de seguir caminando. Se desvanece todo aquello que había conseguido construir durante estas últimas semanas y la casa de cartas a mi alrededor se refuerza con cartas enormes, tapiando incluso las ventanas.
El reloj colgado en la pared marca las 10:35 y el tic tac de sus agujas crea una corta melodía con el cantar mañanero de los pájaros. Pero unas nubes descomunales se aproximan por el norten, preparadas para traernos un chaparrón que nos hará saber que el invierno aún sigue aquí.
-Jimin...-De espaldas, probablemete preparando el desayuno, me habla con cautela- Sobre lo que dije anoche...
Y mientras hace una pequeña pausa para recaudar las fuerzas necesarias para proseguir, esas palabras vuelven a mi memoria disparadas como cohetes:
Esta vez, no es él quien huye aterrado; eres tú.
-No. -Espeto de repente, estampando mi mano contra la mesa en un golpe seco- Detente.
-Jimin. -Hace caso omiso a mi orden- Admítelo.
Niego con la boca abierta, obcecado en no creer aquello que él quiere obligarme a pronunciar en voz alta.
Se gira hacía mi, apoyando todo su peso sobre sus manos y éstas sobre la encimera. Sus ojos se transforman en pozos que conducen hacia todo aquello que deseo ignorar ahora mismo.
-¿Sabes? -Suspira- A veces siento que aún esperas que diga que él volverá.
Esta maldita casa de cartas se está convirtiendo en una hecha de hierro, tan resistente que, si esto continúa así, será una tarea difícil liberarme de esta prisión.
-Te embarcas en su búsqueda cada noche, te mantienes alerta, mirando en cualquier dirección de la que provenga un sonido por leve que sea y te empeñas en seguir viviendo en el pasado. -Prosigue, sin notar que estoy a punto de desplomarme o estallar- Pero, Jimin, él no volverá.
Por favor, para.
-Sé que es duro aceptar una realidad tan cruel, pero tienes que dejarle marchar.
Y exploto.
-¿Que lo entiendes? -Río sarcásticamente, levantándome- Una vez más, quieres abusar de la comprensión y hacerme creer que puedes llegar a imaginar qué se siente al llevar este dolor dentro de mí, pero tú no entiendes nada.
Hace amago de acercarse a mí, puedo presentir que ha notado mis ojos llorosos o esta ira con la que impregno la sala, pero le interrumpo.
-Tenías razón. -Extiendo mis brazos hacia ambos lados, dando un paso hacia atrás- Deberías quedarte callado.
Al salir de mi boca, mis palabras feroces se han tornado en cuchillos afilados que se han clavado en cada parte de él, sin dejar ni un rincón puro en su piel. Pero el negro con el que se tiñe su tez no le impide soltar la risa más triste y llena de decepción que jamás había escuchado.
-Quizás sea mejor así. -Asiente repetidas veces- Que Yoongi te abandonara y que ahora el pasado te ciegue, no permitiéndote ver que Jungkook está ahí.
Haciendo énfasis en esas tres letras, señala con su dedo índice mi corazón, el cual ahora se quiebra.
-Al fin y al cabo, todo aquel que se acerca demasiado a ti, acaba perdiendo sus alas.
En la cueva en la que me alzo tembloroso, otro de los farolillos se ha apagado.
Ya solo quedan cuatro.
Y huyo de aquella casa en la que ya tampoco puedo sentirme bienvenido. Huyo secando con rabia mis lágrimas, dirigiéndome hacia el acantilado de los deseos.
Deseo...
ESTÁS LEYENDO
mil y una mariposas. | kookmin
Fanfiction❝-Quedémonos así.❞ ❝-¿Cuánto tiempo?❞ ❝-Para siempre.❞ All Rights Reserved. ©oihoney