42. jm

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Paisajes que pasaban rápidos frente a mí, como si estuviera sentado en un tren bala. Nubes blancas, grises y negras. Melodías que desentonaban con el ruido del tráfico de ahí afuera. Edificios tan altos que rozaban el cielo, vestidos por mil luces que se apagaban y encendían. Desde la cama, frente a la ventana, todo aquello era lo que sus ojos le mostraban. Le embelesaba el mundo que nos esperaba fuera de estas paredes, mientras yo, hipnotizado por sus lunares, me limitaba a contemplar su figura en silencio.

Unas sábanas arrugadas marcadas por aventuras de mil noches. Prendas de ropa esparcidas por el suelo, de las cuales nos deshicimos sin cuidado anhelando sentir nuestros cuerpos desnudos. El humo que emanaba su cigarrillo. Mi espalda recostada sobre el cabecero de la cama y una de sus manos sobre mi pierna. Aquella habitación estaba llena de rastros de que, una vez, ambos nos escondimos del resto ahí dentro, juntos.

-Jimin. -El simple tono de su voz me advirtió del peligro que se acercaba- Deberíamos acabar con esto.

Como si las hubiera gritado desde la cima de una montaña, aquellas palabras se repitieron como un eco, rebotando contra el blanco de las paredes y golpeándome violentas.

Nunca imaginé que nuestro final llegaría aquella noche.

Yoongi se levantó sin emitir ni un sonido y comenzó a recoger todos nuestros recuerdos en sus bruscas manos, así como quien abandona un lugar al que nunca quiso pertenecer, él se preparaba para marcharse de aquí.

-Nos vemos mañana en el club, ¿vale?

No. Espera.

Me precipito bruscamente hacia él, deseando escupir esas miles de confesiones atrapadas en mi garganta, con lágrimas nublando mi vista.

-Yoongi.

Al estar a un centímetro de tocar su brazo con mis dedos desesperados, su voz fría me congeló en plena primavera.

-Déjalo. -Negó aún sin mirarme- Es inútil; ya es suficiente.

Pero por aquel entonces tan solo tenía veinte años y creía que la vida perdonaría cualquier pecado, creía que ella se apiadaría de mi alma ingenua y me ofrecería una segunda oportunidad si fallaba y mis rodillas flaqueaban. Creía que, antes de rendirse, era necesario arriesgarlo todo.

-Te quiero. -Mis labios temblaban casi tanto como yo- Y...

-No te quiero. -No dudó ni por un segundo- Nunca lo he hecho.

-Pensé que...

-¿Que esto sería una historia de amor?

No. Calla.

Pensé que podría ayudarte a borrar ese temor ilógico que te controla, ese temor a enamorarte.

-Yoongi, por favor. -Imploré ahogando un sollozo- Escúchame.

Aún evitando mis ojos insistentes, rió sarcástico, rebosando crueldad, un gesto que no me destrozó más que aquellas palabras que, a día de hoy, están escritas a fuego por todo mi cuerpo:

-¿De verdad creíste que podría enamorarme de ti?

Esta voz no es aquella que oía hasta quedarme dormido.

-Aunque la vida escuchara nuestras plegarias y nos otorgara la posibilidad de elegir de quién nos enamoramos, jamás, -Hizo énfasis en esta última palabra- elegiría enamorarme de ti.

Tras lo que pareció una eternidad, nuestras miradas se chocaron como dos cometas que entran en colisión entre sí, esperando destruirse mutuamente.

-Jamás.

Ni siquiera oí el ruido de la puerta cerrarse con brusquedad. Aquel día mi mundo perdió todo sonido. Ni siquiera apareció a la mañana siguiente en el club tal y como había prometido; quizás por mis entrometidas palabras y mi boca que no pudo mantenerse cerrada.

Me dejé guiar por sus últimas palabras, pero a pesar del agujero que éstas habían creado en mi pecho, intenté volver a encontrar sus ojos noche tras noche. Porque a día de hoy de hoy aún desconozco la razón.

A día de hoy aún no sé por qué las lágrimas se deslizaban por sus mejillas.

mil y una mariposas. | kookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora