30. jk

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Pareciera que el mundo comienza a cobrar sentido al estar de pie junto a él, y mientras finalmente volvemos tras haber pasado horas tan solo escuchando la melodía que creaban nuestras respiraciones, puedo sentir el tacto dulce de la primavera. Aunque el invierno no haya reunido el coraje suficiente para abandonarnos todavía, la estación en la que todo florece ya se está entrometiendo.

Un inmenso silencio nos tiene atrapados en sus telarañas, aún así, no hacen falta palabras. Las huellas de nuestros dedos se han susurrado todos los secretos que ocultamos, sin embargo, aún quedan enigmas por descifrar.

Una mariposa vuela siempre en círculo a nuestro alrededor, a veces posándose sobre mi hombro y después saltando al suyo; tengo la sensación de que la alegría la consume al vernos juntos. O quizás tan solo trate de encontrar, desesperado, una razón por la cual algo parecido a la felicidad me está conquistando desde los pies a la cabeza, provocando que suspire aliviado al mirar hacia mi derecha para cerciorarme de que está caminando a mi lado, perdiendo sus ojos en las esquinas de esta ciudad.

Es extraño. Nunca me atreví a pronunciar aquellas palabras envenenadas en voz alta, pero mi boca quiere dejarle saber y la pequeña mariposa me asegura que no debo temer, que, esta vez, todo irá bien.

-La razón por la que bailo... -Mis labios tiemblan antes de que pueda acabar- solía ser mi madre. Para encontrarla entre el público sonriendo orgullosa.

Ha parado sus pasos, gira su cuerpo despacio hacia mí y puedo ver ese ruego en sus ojos: quiere que continúe porque tiene la certeza de que hay mucho más atascado en mi garganta.

-Pero cuando tenía doce años, ella se arrebató la vida.

Me estoy mareando. Todo a mi alrededor da vueltas, obligándome a pestañear varias veces para aclarar las vistas frente a mí, pero todo lo que veo es el suelo tiñéndose de un rojo escarlata. Parece sangre.

-Jungkook. -Su voz suena decidida- Mírame.

Apenas soy capaz de obedecerle, fallando al tratar de conectar nuestras miradas en el primer intento, necesitando respirar hondo para llamar a toda esa fuerza que se escurre de mis manos.

-Está bien. -Roza mi mejilla con sus dedos fríos- No tienes que contarme nada ahora mismo.

-Vale. -Susurro en cierto modo sintiéndome más ligero.

Coloco mi mano sobre la que él tiene en mi mejilla, cierro los ojos y soy poseído por el inesperado deseo de tomarle entre mis brazos y no dejar que se marche nunca. Me pregunto por qué...

Sus ojos marrones han escuchado mis dudas así que no esperan mucho para brindarme una respuesta. Esos ojos que empequeñecen cuando se ríe, son aquellos que siempre consiguen hipnotizarme. Esos ojos. Quiero que sigan mi sombra a donde quiera que me dirija. Necesito que me observen de cerca cuando me pierda y esté buscando una señal porque, entonces, estoy seguro de que se tornaran en un par de luces.

Ahora lo sé.

Todo parece claro ahora, como si una ráfaga de viento hubiese arrasado con todas las nubes que me impedían ver, y ya solo hubiera un cielo azul con la respuesta al acertijo escrita en él.

Me estoy enamorando.

Pero no como en las películas, no como en esas canciones de amor que todos han escuchado alguna vez. No estoy cayendo sobre un suelo cubierto de flores que me atraparán amables y no dejarán que me dañen ni el frío ni las ramas malvadas. Me estoy abalanzando rápido bajo un acantilado, preparándome para colapsar contra las rocas que ya esperan mi final. No, no estoy acudiendo a la llamada de ese amor con el que todos sueñan despiertos. Me estoy adentrando en la parte oscura, esa de la que nadie nos ha contado historias porque, si lo hubieran hecho, nadie querría enamorarse.

Cuando suelto su mano, sé que estoy diciendo adiós a quien tiene mi corazón entre sus dedos sin ni siquiera ser consciente de ello.

Ten cuidado, es frágil.

Solo esta mariposa que aún me persigue, sabe lo difícil que fue para mí observarle marchar sabiendo que regresaría a ese maldito lugar al día siguiente.

Porque empecé a enamorarme cuando él ya estaba enamorado de alguien más.

Los pájaros me reciben calurosos, quizás ellos conocen el camino lleno de espinas por el que estoy cruzando y pueden ver mis pies sangrar.

La soledad me devora. Podría volver a casa, pero tan solo encontraría un alma muerta sentada en el sofá dentro de una habitación que ha sido eclipsada por la penumbra del pasado. Podría volver al club, pero hace ya horas que cerró sus puertas, así solo me toparía con un gran vacío. Ahora que necesito algo de paz para mi mente cansada, solo hay un lugar al que pueda ir.

Mamá, espérame.

Hace ya más tiempo desde que visité su tumba por última vez del que me gustaría admitir; quizás porque le confesé aquello que encerraba bajo llave, ahora mi alma necesita enfrentarse al fantasma de mi pasado una vez más.

La diminuta mariposa vuela delante de mí, invitándome a creer que sabe perfectamente a donde voy.

¿Habrá estado ella ya allí antes?

mil y una mariposas. | kookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora