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El verano había sido intenso, breve para quienes lo pasaron bien y extremadamente largo para quienes lo pasaron mal.

Peter se había pasado todo el verano discutiendo y e peleando con Bucky y no paraba de castigarse psicológicamente por la mala decisión que había tomado al principio del verano.

Había evitado a Carey a toda costa, no la había llamado, ni le había mandado un mensaje siquiera. Al contrario de Bucky, que en secreto esperaba a que estuviera bien entrada la noche para mandarle mensajes y hablar con ella, preocupado de que estuviera bien y haciéndole saber que la echaba de menos.

Peter reconocía que él estaba siendo cobarde, no quería hacerle frente a sus sentimientos. Ese día volvían todos de Francia y no sabía ni qué debía hacer o decir, ya no podía simplemente actuar como si nada, lo había estropeado todo y para siempre.

—Peter. —dijo Tony acercándose al chico. Ellos recién llegaban de una misión y tenían poco tiempo para preparar la "fiesta" de bienvenida.— no te has cambiado aún, en dos horas llegan a Estados Unidos y me imagino que quieren ver a Peter Parker no a Spiderman.

El chico lo miró y quitó su máscara suspirando. En cierto modo no quería ser Peter Parker, no quería quitarse el traje, no quería volver a su vida de siempre.

Por un momento quería huir, balancearse de edificio en edificio, ayudar a quien lo necesitara y que quien lo mirase se preguntara si se trataba de un hombre de cuarenta o un joven de veinte. Quería sentir la adrenalina de nuevo y sembrar la duda y el asombro allá en donde actuaba. Pero lo que no quería para nada era ser Peter; el niño pequeño obligado a ir a una escuela privada, el que no sabe hacer nada bien y el que se tiene que enfrentar una vez más a uno de sus grandes errores.

—Chico, deberías de estar feliz. Ya vienen, ¿no era eso lo que querías? —preguntó Tony mirando con cierta confusión al chico.— quita esa cara de tristeza.

Peter sonrió ligeramente y asintió. No tenía ganas de explicarle sus sentimientos a Tony, aunque más bien a nadie.

Aún sin muchas ganas de verlos y teniendo cierto temor a lo que pasaría, fue a su habitación a cambiarse.

Se duchó y cambió de ropa, pero no salió de su habitación. Los segundos se le hacían eternos, caminaba de un lado a otro "ensayando" qué podría decirle a Carey, pero nada le sonaba lo suficientemente bien.

—¡Ey! Cuánto... Tiempo. —murmuró para luego negar.— no, eso no. —aclaró su voz, mirándose en el espejo de su habitación.— está bien Peter, tú puedes. —se dijo así mismo.— la verás, la saludarás y arreglarás todo. —hizo una leve mueca apartando la vista de su reflejo, ni él se había creído eso.— bien, tan solo tienes que respirar y relajarte, todo irá bien... ¿Cuándo no has sabido arreglar tus problemas?

Peter volvió a respirar hondo, sacudió sus manos al aire y se colocó bien la ropa. Volvió la vista al reflejo y se sonrió a sí mismo, auto-convenciéndose de que ya estaba relajado y listo para ir a esperarlos.

Abrió la puerta dispuesto a salir, pero retrocedió enseguida, no estaba listo.

—Dios no, son dos meses sin hablarle, me va a matar. —gritó con frustración caminando lo más alejado de la puerta posible.

—Pues debería. —dijo Steve que al pasar por allí lo escuchó, asomándose y mirándolo desde la puerta.—Peter, vamos a ir a buscarlos al aeropuerto. ¿Estás listo?

—Me va a matar. —repitió Peter tomando su abrigo de su cama para ir con Steve.

—Lo hará.

—No ayudas Steve, no ayudas.


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