Epílogo

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Ocho años después

Los rayos de sol entran por la ventana de mi dormitorio al empezar un nuevo día en Los Ángeles, aunque en mi casa ya hace rato que estamos todos despiertos. Evie salta a mi cama, a pesar de tener diez años sigue brincando y jugando como cuando las dos vivíamos en Londres. 

-Vamos Len, ¡Toca peinarse!- oigo que dice mi marido desde el piso de abajo, con un poco de desesperación. 

-¡No quiero!- dice nuestra hija, que está pasando por la etapa de los cuatro años. 

Acabo de hacer mi maleta, ponerme unos vaqueros y ajustarme bien la camiseta de tirantes. Me tomo un momento para mirarme en el espejo. Mis ojos van directamente a mi barriga. Estoy de ocho semanas, se lo dije ayer a mi marido al ver que me falló la regla por segunda vez y justo el día que yo cumplía treinta y dos años, aunque la pequeña Eleanor no sabe todavía que tendrá un hermanito o hermanita. 

Me pongo unas botas militares a pesar del calor que hace y me peino el cabello, que me llega un poco más abajo de los hombros. 

Cuando oigo que abajo la pequeña sigue dando guerra, bajo las escaleras corriendo y me los encuentro batallando, mi marido con el peine en la mano y la pequeña corriendo arriba y abajo. 

-Eleanor Urie- digo, seria- deja que papá te peine. 

- Pero...- hace un puchero.

-Nada de peros, cariño-digo, poniéndome a su altura-  que luego se te enreda y te duele. ¿Verdad que papá y tú peinasteis a las muñecas ayer y le dijiste lo bonitas que quedaron? Además querrás ir guapa a ver a la tía Holly y al tío Pete. 

Mi hija me mira, tiene los mismos ojos que su padre y el mismo pelo liso, castaño y fino que yo. de ahí los problemas.

-Pero me duele cuando lo hace papá. 

Brendon y yo nos miramos, cómplices. Le he estado enseñando a peinar cabellos de mujer y el pobre está practicando. 

-Bueno, él está aprendiendo, como cuando el otro día pintaste ese sol sin salirte de la raya. Tu ves enseñándole- le digo, guiñándole un ojo y ella me sonríe. 

Después de reconciliarnos en el Southbank de Londres, hace ya ocho años, pasamos el fin de año juntos con mis amigos, recuerdo que toda esa noche tuve una sonrisa que no se me sacaba de la boca. Brendon siguió con su gira unos meses más y yo me lo combinaba con el trabajo lo mejor que podía para ir a alguno de sus conciertos y ahí establecimos una bonita tradición: no podía salir a cantar sin beberse un chupito con su grupo y darme un beso el último momento antes de salir, cuando ya sonaban las primeras notas. 

Tom me acabó convenciendo (y no sólo a mí, a Charles también), de trabajar para su productora en Estados Unidos, cuando me sentí estancada en Londres, no dudé en apuntarme a su proyecto de producir e idear programas de televisión. La atracción física con él seguía estando ahí, así que algunas veces nos lo pasamos bien él, Brendon y yo. Sin celos, con total confianza, como debía ser. 

Brendon dio por cerrada su etapa en Londres cuando le dije la decisión que había tomado ,a él también le empezaba a pesar estar a un océano de sus padres, que se están haciendo mayores. 

Pero no todo fue fácil. Aunque hemos aprendido de los errores de comunicación que teníamos antes, la burocracia no lo puso tan sencillo. Mis papeles para regularizarme en Estados Unidos tardaron muchísimo y solo me podía quedar 3 meses en Los Ángeles con él y pasarme otros 6 en Barcelona, esperando a que se me renovara el visado de turista. 

Compartía piso con Toni en Barcelona  y dejé a Evie con Brendon, que me venía a ver una vez cada dos meses. 

En una de esas visitas,en verano y ya llevábamos dos años juntos, lo llevé a uno de mis sitios favoritos de la ciudad, los búnkeres que quedan de la Guerra Civil que están en la parte montañosa de Barcelona, desde los que se puede ver toda la ciudad y tiene las mejores puestas de sol. 

Victorious (Brendon Urie y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora