Barcelona

492 57 15
                                    

El avión se empieza a mover y yo vuelvo a mi música, pero lentamente me quedo dormida. 

Me voy despertando a ratos y sólo puedo pensar en el dolor punzante en mis cervicales por dormir en mala postura. Entra un rayo de sol por la ventanilla y decido bajarla.

Noto que el avión empieza a bajar y desisto intentar volver a dormirme  tras el enésimo codazo de mi compañero de fila. 

Aterrizamos suavemente en la pista del Aeropuerto del Prat y no tardamos mucho a desembarcar. Avisé a la gente de mi alrededor que tendría los datos desactivados mientras estuviese en Barcelona, así que mantengo mi promesa y enciendo el móvil pero no mi internet. 

Espero delante de la cinta de equipajes y la chaqueta ya me molesta. Se activa la cinta y aunque mi maleta tarda poco en salir, tengo que cogerla rápidamente para que no vuelva a entrar dentro del circuito. 

Bostezo y me estiro un poco antes de arrastrar la maleta hacia la salida, dónde la gente suele esperar a sus seres queridos.  

Salgo y ajusto un poco la vista para poder localizar a Alba entre el gentío. No me hace falta. Está casi en el centro, encaramada a la barandilla que separa a los pasajeros de los familiares, haciendo aspavientos con los brazos para que la vea. 

Hacemos contacto visual y me voy corriendo hacia la derecha. Ella me imita, nos encontramos dónde termina la barandilla y nos fundimos en un abrazo. 

He sido tonta de pensar que podía vivir sin los de Barcelona. Y un abrazo de Alba me lo ha confirmado. Qué arrogante he sido. Nos separamos al darnos cuenta que hay gente que intenta pasar. 

-Puta, te he echado de menos- me confiesa.

Y sin controlarlo, rompo a llorar. 

-Yo también, tía. Lo siento mucho.

-¿Por qué te disculpas?

-Tendría que haber vuelto antes, no para huir de que me han hecho daño.- sollozo, escondiéndome la cara. 

-Eh...no no- susurra, consolándome y me abraza otra vez- siempre estaremos aquí para lo que necesites. Ya estuve ahí cuando Marc, estaré todas las veces que haga falta. Y tú también estuviste por mí, cuando te llamaba a las cuatro de la mañana por que Pau me había dicho alguna chorrada. O cuando discutía con mis padres.

 Se lo agradezco con otro abrazo rápido, me separo de ella y cojo la maleta. Nos lanzamos una mirada cómplice y bajamos las escaleras mecánicas que llevan al párking.

-Tía-comento- siento que hayas venido de empalme por mí. 

Entre las dos cogemos mi maleta y la metemos en su maletero. 

-No pasa nada, se han quedado otros limpiando. Me he escaqueado esta vez. Sólo te pido que cuando lleguemos al piso me dejes dormir.

Abre el coche y entra por la puerta del conductor.

-No te preocupes- respondo, acomodándome en mi asiento- creo que te voy a acompañar. También necesito una buena siesta. 

Mi amiga arranca el coche y después de salir de las inmediaciones del  aeropuerto, cogemos la autopista. Durante unos minutos, sólo hay edificios al fondo. Miro distraída por la ventana, Alba necesita concentración para conducir con el cansancio que lleva y yo no acabo de estar de humor para hacer algo más que no sea dormir o mirar al infinito. 

Tenemos puesta la radio, que emite un leve murmullo sobre las altas temperaturas que hará hoy en todo el país. 

Si no recuerdo mal, cuando me fui Alba vivía por Francesc Macià con unos universitarios algo fumados, que a penas se enterarán que he llegado.  Cuando llegamos a Barcelona por la Diagonal, emito un suspiro de alivio. Sólo queda a 15 minutos conduciendo en línea recta para llegar.

Victorious (Brendon Urie y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora