Días Libres

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Después de poner el seguro a la puerta, caminé hasta la cocina para tomar algo de té, cuando buscaba la taza caí en cuenta de que había llamado "cielo" a Tom hace unos minutos.

- ¿Qué te pasa Diana? - negué - No creo que lo haya notado - dije para mí misma mientras ponía el agua - Además no mencionó nada sobre eso, de seguro no lo notó. Me alegra.

Ni siquiera me había dado cuenta de que lo dije en ese entonces, fue algo que salió de mi boca de forma espontánea, quiero llegar a suponer a  que se debe a una costumbre antigua de cuando estábamos juntos o quizás alguna actual, tengo la costumbre de llamar "cielo" a mis hijos cuando me despido de ellos en la escuela y al igual que como hice con Tom, a ellos les doy encargos sobre qué hacer y qué no. Puede que eso me impulsó a decirlo.

Acompañé mi taza de té con un par de galletas de vainilla y merengue que mis hijos habían traído a casa después de visitar a su abuela. Nicky los quería mucho y siempre les compraba paquetes enteros de galletas, dulces u otras golpsinas a James y David. A un principio ella se acostumbró a permitirles que se comieran todos los dulces esa misma tarde, lo que provocaba que yo tuviese fuertes discusiones con ella.

Sin embargo, cuando se me presentaba la oportunidad, robaba la sabrosas golosinas de mis hijos. Se supone que para prohibirles que coman esa cantidad de dulces yo debía poner el ejemplo, además que les decía que esas cosas no eran nada sanas para los dientes  o la salud en general, pero bien que me las como cuando no están viendo.

Recuerdo algunas veces en que ellos me alcanzaban su yogurt o su juguito para que los cuidara mientras se iban a jugar, yo me tomaba el resto del contenido del envase y cuando volvían les decía que se habían tardado mucho jugando y que tristemente su postre dejó de servir, olía feo y tuve que tirarlos. (Aún hago eso, especialmente cuando vamos al parque o a la fiesta de cumpleaños de alguno de sus compañeros de clase).

Mientras me terminaba de saborear la última galleta del paquete, una notificación encendió mi teléfono, se trataba de un mensaje de Tom.

"Estamos apunto de partir. Sólo quería avisarte"
"Claro, gracias. Ten mucho cuidado con los niños. Espero que se diviertan"
"Eso haremos, cielo"

Le había agregado un par de comillas a la palabra cielo, enfatizando en ella. Leí el mensaje e hice una mueca de disgusto. Si se había dado cuenta de que lo había llamado de esa forma por error, de lo único de lo que no estaba enterado era que la palabra se me había escapado sin querer, pero no pensaba justificarme y darle más chances para molestar con el asunto.

"Dales un beso de mi parte a James y David. Suerte"
"¿Y no hay un beso para mí?"

Ignoré el mensaje y dejé el teléfono a un lado, luego lavé la taza tomándome más tiempo del necesario. Entonces en mi mente surgió una idea, gracias a que Tom llevó a los niños de viaje yo tendría unos días libres de ellos dos y eso podría ser una gran oportunidad de tomarme también algunos días libres del trabajo, familia, bodas, nombres, embarazos y concentrarme en mí misma, solo en mí.

Tomé el teléfono y llamé a Bitia, en cuanto contestó le pedí que me diera permiso de ir a la galería por cinco días, le mentí diciendo que tenía un fuerte catarro y que debía mantener reposo.
Luego llamé a Claudia y le dije que cambiara las fechas de todas mis reuniones de los siguientes cinco días, dándole la misma excusa que le di a Bitia.

Con una sonrisa fui a recostarme en el sofá, cuando me llegó un mensaje de Nate preguntando si estaba bien y si necesitaba algo.

Se nota que Claudia no tardó en contárselo, en parte me molestó que lo hiciera, pero otra parte de mí se sintió conmovida por la inmediata preocupación de Nate. Luego de decirle que todo estaba en orden y que no necesitaba nada, decidí que ya no quería interrupciones o molestias en mis días de meditación y relajación.

- No contestaré llamadas a menos que sean relacionadas a mis hijos. No voy a  atender urgencias que no estén relacionadas con mis hijos. No saldré de casa a menos que quiera hacerlo. Son mis días libres y nadie va a tener el chance de molestarme - dije en voz alta silenciando el teléfono e ignorando los mensajes que Nate me enviaba.

Hacia mucho tiempo que no tomaba un baño relajante y rrparador en la tina, tenía tres razonws principales,  la primera era porque no tenía mucho tiempo para hacerlo con eso del trabajo, la segunda porque James y David estarían matándose en algún lado de la casa si no los supervisaba, además que el menor de mis hijos tenía la costumbre de esperarme en la puerta del baño cuando entraba y la tercera porque tenía otras prioridades con el resto del mundo menos conmigo.

Tomé algunas velas aromáticas de la alacena, unas sales de baño que me regaló Bitia y me dirigí al baño. Mientras la tina se llenaba de agua, prendí las velas y las puse alrededor. Todo el baño olía a lavando y rosas silvestres.

Busqué la radio y puse algo de música.
Me quité la ropa allí mismo, me hice un moño rápido y me metí en el agua tibia. Era muy relajante estar así, la mezcla de aromas hacia del ambiente algo acogedor,  cerré los ojos lentamente escuchando como la música inundaba el lugar.

- Podría estar así contigo por siempre - susurró Tom acariciando mis brazos tiernamente. Ambos estábamos en la tina.
- ¿En serio?
- Sí - dejó un beso en mi hombro - Amo estar contigo Anna, en serio lo hago.
- Yo también. Te quiero
- Yo te amo - susurró.

Abrí los ojos sobresaltada y al hacerlo tumbe algunas de las velas.

- ¿Qué fue eso? - dije frotando mis ojos.

Infiel    TOM HOLLAND ©   T1 Y T2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora