Yo Contigo...

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- ¡¿Qué diablos haces?! - grité al ver que estaba a punto de tomar una terrible decisión, estaba parado encima del borde de la terraza, con su vida pendiendo de un mal paso, una larga caída y una muerte más que segura.
- Es que yo... No... Puedo seguir - balbuceaba cosas sin sentido que ni siquiera podía escuchar bien, por todo el ruido que invadía el ambiente y me ponía cada vez un poco más nerviosa.
- Ya bájate de ahí, por favor.
- Es que no lo entiendes...
- Por favor, Tom, no estoy jugando, sólo baja y hablaremos de esto, pero por favor, baja.
- Perdón por todo lo que te hice, yo no quería pero luego - su mirada se perdió y se lleno de tristeza.
- Te perdono, ya baja - extendí mi mano, al ver que no tenía intenciones de tomarla volví a suplicarle.
- Te necesito.
- Tom, ven conmigo, recuerda que tienes dos hijos y ellos también te necesitan.
- ¿Y tú? - me miró a los ojos.
- Por favor, piensa bien las cosas.
- ¡Contesta! - me ordenó con un grito.
- Tom...
- ¡Contesta! - volvió a decir.
- También - dije sin mirarlo y pensando bien las cosas - Solo ven conmigo por favor, te lo ruego, te necesito...
- ¡No! No lo haces, me estás mintiendo.
- Yo jamás... Bien - di un paso al frente y lo miré a los ojos - Te necesito - pronuncié, no es que me costará mucho porque en realidad es así, pero tampoco pensaba decírselo, solo que ante esta circunstancia era más que necesario andar con cuidado con lo que dijera.
- No lo siente, no lo siente - repitió para sí mismo.
- Estas ebrio Tom, piensa bien las cosas, harás más mal que bien, piensa en tus hijos, piensa en... mi, ¿quieres causarme dolor? - sólo negó con la cabeza.
- Ya lo hice una vez, no será diferente.
- Bien, si tu lo haces, yo también.
- ¿Qué?
- Tú te lanzas, yo contigo.
- Diana... - antes que terminará la frase, camino al borde y con dificultad subo hasta quedar a su lado, el miedo invadió mi ser y solo rogaba por no caer en aquel preciso momento, me agarre rápidamente de la camisa de Tom sin poder evitar ver hacia abajo, que él sujetará mi brazo me tranquilizó un poco.
- Por favor... - lo miré aferrándome más a su ropa y a su brazo, sé que con mi acción en su interior surgió un debate mental sobre qué hacer, gracias al cielo bajo del bordillo, ayudándome, en cuanto tocamos el suelo no pude evitar dar un gran suspiro de alivio,  aún así seguí sin soltarle la camisa o su brazo.
- Hay algo en tus manos - dijo sosteniendo mi mano y entrelazando nuestros dedos mientras las examinaba, mi corazón latía a mil por hora - algo que me hace perder la cabeza, me ablanda y me hipnotiza, quizás es por la suavidad de tu piel o el calor que tienen todo el tiempo.
- ¿Pues venir conmigo?
- ¿Qué? - sin apartar la mirada de nuestras manos.
- Vayamos adentro, necesitas una gran taza de café y un emparedado.
- ¿Si cruzó esa puerta algo cambiará? - dijo mirándome fijamente a los ojos, traspasando mi alma con su mirada.
- No lo creo - dije suavemente, luego me acerqué a él y lo abracé, con mucha fuerza, unos segundos después él me rodeó con los brazos presionandome contra si mismo, estando allí podía escuchar el latido de su corazón, podía sentir que el mío se iba a salir de mi pecho, podía sentir como nuestros corazones eran de vuelta uno solo, como estaban involuntariamente sincronizados, como latian conjuntamente, necesitaba ese abrazo, lo necesitaba a él y podía sentir que él necesitaba de mi, más de lo que nunca había necesitado, pero por más cruel que suene, también necesitaba separarme de él en ese preciso instante y volver a mi vida, a mi trabajo, a mis hijos y a todo lo que tenía ahora, que por completo lo excluía a él.
- Aún no - susurró cuando quise apartarme del abrazo - Solo quiero tenerte un minuto más conmigo - suspiré y seguí abrazándolo, era reconfortante estar así con él, todos mis problemas se esfumaron de mi cabeza, el ruido que hace unos minutos me desesperaba había desaparecido, éramos solo los dos otra vez, solamente el riesgo de perderlo se incrementó, pues era verdad que una vez que entremos al interior del edificio, él se alejaría por completo de mi y yo de él, esa idea provocó que derramará algunas lágrimas, manchando con máscara de pestañas su camisa.

Por alguna razón, creo que es extraño que decidiera cambiar de parecer tan rápido, supongo que fue por la presión del momento, por la presión de que yo me lanzaría a la par de él.

De hecho, no creo haber podido hacer tal cosa, ni siquiera sé cómo se me ocurrió decir algo así, no tengo el suficiente coraje para hacer algo así, pero ya era demasiado  tarde para dar un paso atrás, cuando me arrepentí, porque si daba un paso atrás, caería al vacío y no en un sentido figurativo, que irónico. La euforia de aquella situación, las ideas en mi cabeza y ver a Tom a punto de terminar con su vida (básicamente a causa mía), impulsaron a dejar mi  lado gallina en un segundo plano y subirme con él, estando dispuesta a lanzarme a la par suya sin un motivo o causa mejor que ese.

En realidad no sé si está escena se vuelva a repetir o no, o si un día despertare con una llamada de algún hospital o de la policía para avisarme que el padre de mis dos hijos se suicidó, eso me da mucho miedo, especialmente porque Tom se caracteriza por ser una persona muy impredecible al momento de tomar sus decisiones, espero que no vaya a repetirse esta situación, lo más seguro es que fue el alcohol quien actuó en el y lo llevó a recurrir a un impulso hormonal para intentar solucionar el problema que lo agobia, me rehusó a pensar que fue una forma de atraerme de nuevo a él, pero también estoy susceptible de que así sea.

Infiel    TOM HOLLAND ©   T1 Y T2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora