Infiel TOM HOLLAND © T1 Y T2

Pequeña sorpresa

Esa misma mañana salí corriendo de mi casa directo al auto de Nate para que me llevara a la oficina.

- ¿Sigue aquí? ¿Por qué lo sigues aceptando aquí?
- Nate, deja que yo me encargue de mi vida, ¿si?

Levantó las manos en señal de rendición y condujo directo al trabajo. Claudia estaba parada en la recepción tomando un vaso de agua cuando llegamos.

- Bitia no estará en la inspección - las dos caminamos al mismo paso mientras Nate iba por detrás nuestro.
- ¿Qué? ¿Por qué?
- Dejó un mensaje diciendo que tenía una emergencia con su esposo.
- ¿Crees que esté todo bien?
- Eso espero, también dijo que llamaría más tarde y dice que eres capaz de dirigir esto sola y que confía en ti - me extendió un pedazo de papel amarillo con todo aquello escrito.
- Bonitas palabras - dije con algo de sarcasmo y guardé el papel en mi bolsillo.

Estamos preparando una nueva exposición de un artista sueco que hace relieves impresionantes en todas sus pinturas, un viejo amigo de Bitia. Lo curioso de esta exposición es que no sólo se dará en nuestras oficinas sino también que, por pedido del artista, se lo tiene que transmitir dos días por simultáneo en Suecia de forma virtual.

Bitia se encargó de toda la parte de la transmisión pero yo debo encargarme de la galería. Tuvimos que pintar las paredes de uno de los sectores de color negro, porque Bitia se encaprichó con exponer estas obras en la única galería que no tenía un espacio oscuro.

- Ya están acomodando las luces en el espacio oscuro - informó Claudia.
- Bien, iré a ver eso luego. ¿Qué tal van los cuadros que deben ir colgados?
- No los pusieron, aún no llegaron los encargados.
- Tienen media hora aparecer - comenté en un tono algo molesto.

Los tres entramos al salón donde todo ocurriría, había gente moviéndose de un lado a otro, acomodando luces, paneles y cercando espacios por donde pasarían los camarógrafos.

Mientras veía cómo iban poniendo las telas blancas de gaza enormes en el techo (otra petición del artista), mi teléfono sonó.

- Diana Stonesfield, ¿diga? - contesté apartándome de los empleados.
- Diana, ¿a qué hora sales del trabajo?
- ¿Salir? Si apenas llegué Thomas.
- ¿Pero a qué hora sales?
- Espero que a las 6:30, depende cómo marcha todo.

Tapé la bocina de mi teléfono con la mano y le grité a Nate para que revisara si las plaquetas de descripción de las obras estaban bien.

- Pasaré a recogerte, ¿de acuerdo?
- No quiero - respondí sin pensar e hice una pausa - ¡Claudia! Están pisoteando las telas, tengan más cuidado o ya no serán blancas - la recrimine.
- Se nota que estas ocupada.
- Mucho
- Bien, te recojo a las 6:30, suerte.

No le presté atención y guardé mi teléfono en el pequeño bolsillo de mi pantalón.

Varias horas más tarde, una llamada repleta de gritos a la empresa que se encargaría de colgar los cuadros en el techo. Un tacón roto por subirme a la escalera. Un sándwich de queso y jamón (mi almuerzo). Sostener el cabello de Claudia en el baño 2 veces. Enviar a Nate fuera del lugar porque su cara me estresaba y cero llamadas de Bitia, logramos tener todo casi listo.

El espacio se veía increíble, solo faltaban algunos detalles mínimos, como poner las obras en sus lugares, colgar las pinturas en el techo (maldita sea) y corregir cualquier observación que tenga Bitia más tarde.

- Nate ya viene por mí, ¿quieres que te lleve? - me preguntó Claudia ordenando algunos papeleos.
- Por favor, Claudia creo que después de todo este tiempo, cuando acabes tu pasantía deberías considerar quedarte a trabajar aquí.
- ¿Podría?
- No quisiera que nadie más ocupe tu vacante

Ambas sonreímos mientras nos encaminabamos fuera del lugar, yo con mis zapatos la mano. Nos despedimos del personal restante que estaba allí y salimos.

Y al salir me encuentro con Tom apoyado en su adorado auto, usando una camisa violeta y un terno azul con un pantalón del mismo color, muy elegante. No fue hasta que lo vi acercarse que recordé lo que me había dicho en la llamada.

- Diana - sonrió ladeando la cabeza como saludo - Señorita - repitió lo mismo mirando a Claudia, quien puso una expresión seria pero lo saludo de forma cortés - ¿Nos vamos? - extendió su brazo en dirección a mí.

No sabia si debía discutir o simplemente aceptar mi suerte. Elegí la segunda y me despedí de Claudia tomando el brazo de Tom a continuación. Al llegar al auto abrió la puerta para mí y actuó como un caballero.

- ¿Qué está sucediendo? - lo miré recelosa cuando entró en el auto.
- Es una sorpresa

Por varias (cientos) de razones ya no me siento muy emocionada de recibir sorpresas, por lo que apuesto que mi reacción no fue muy buena. En el rostro de Tom se veía algo de consternación.

- ¿Estás bien?
- Sí, adelante

Condujo hacia mi casa, pude notar que me miraba de reojo en varias ocasiones y eso me ponía más nerviosa.

- ¿Qué sucedió con tu zapato?
- Subí a la escalera para revisar una instalación y lo rompí en uno de los peldaños.
- Siempre tienes buenas anécdotas por contar, Diana - dijo soltando una carcajada.
- Es solo mala suerte, nada más - comenté y fingí estar halagada por el comentario.

Estacionó el auto y dio la vuelta al mismo ayudándome a bajar extendiendo su mano. Los dos caminamos a la entrada. Él abrió la puerta y entró por delante mío.

- Entonces Diana...
- ¿Qué? ¿Qué hice?
- Creo que mereces una pequeña recompensa por ser buena madre, buena hermana, buena jefa...

Dijo caminando de espaldas por el pasillo mientras hablaba mirándome con una gran sonrisa. Y yo toda patética, asustada, nerviosa y descalza lo seguía asintiendo.

- Me pareció que una cena y una buena copa de vino era apropiado

Entró al comedor y se hizo a un lado dejándome ver la mesa que tenía únicamente dos sillas, una botella de vino, dos copas, dos platos, un candelabro dorado y un ramo de rosas.

- Yo no preparé la cena pero finjamos que así fue - se quitó el terno y caminó hacia la mesa, luego recorrió una de las sillas y me hizo un gesto con la cabeza para que me acercara.