Un Helado

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Al salir de la oficina de la directora no pude evitar sollozar, soy una pésima madre, eso está más que claro y ahora también lo saben la psicóloga y la directora.

- No es bueno que él te vea así - dijo Tom en un susurro, mirándome.
- Lo sé - respiro profundo y limpio mis ojos.
- Vamos - se acercó a James - Hola hijo - lo miró.
- ¡Dios mío! - digo algo alarmada al ver rastros de sangre en su camiseta, Tom con mi reacción voltea y mira la camiseta.
- ¿Es de él? - le pregunta y él asiente.
- ¿Quién te enseñó esas cosas? - me acerco a mi hijo.
- Vi a papá, cuando fue a entrenar.
- ¿Entrenar?
- Solía ir a un gimnasio y practicaba box - negó Tom - No debí llevarlos.
- No, no debiste - extiendo mi mano - Vámonos, cielo.
- Recojamos a David también.
- Él aún tiene clases.
- Eso no importa, pidamos una licencia.
- Eres un mal ejemplo - niego y James toma mi mano.
- Entonces vayamos por un helado, juntos y hablemos.
- Tengo trabajo, salí dejando a Bitia sola - caminamos a la puerta.
- Yo dejé mi reunión con T&E IMPORTS, es una compra importante.
- Es por el bien de James - camino hacia el borde de la acera.
- Necesitamos estar más unidos.
- Los seres humanos tenemos la tendencia de querer solucionar nuestros problemas cuando una cosa más seria sucede - extiendo el brazo y detengo un taxi.
- Diana, por favor.
- Si te comportas conmigo y con ellos como lo hiciste hoy, te aseguro que todo mejorará - sonrío.
- Esta bien
- Sube, hijo - lo ayudo y le paso la mochila - Tom.
- ¿Sí?
- ¿Por qué ese cambio repentino en ti?
- Por una vez en mi vida quiero hacer lo correcto.
- ¿Lo correcto?
- Recuperar a mi familia.
- Basta - niego.
- ¿Qué?
- Mañana olvidarás esto - subo y cierro la puerta.
- Esta vez no será así. Lo prometo - doy la dirección al taxista.
- No hagas promesas que no puedes cumplir.
- Jamás las hago.
- Lo hiciste - niego y el taxi avanza.

En el camino, ni James ni yo dijimos palabra alguna, había mucho tráfico, en medio camino mi hijo se puso a llorar con fuerza.

- Tranquilo - lo abrazo y él se aferra a mí.
- Lo siento, mami - susurra - Sólo quiero que todo sea como antes, quiero que todo sea como antes, por favor, quiero que sea como antes - sollozo con más fuerza.
- Mi amor, mírame.
- Perdón mami, perdón, no fuimos buenos - dijo casi gritando, incluso el taxista nos miró con preocupación por el retrovisor.
- No es tu culpa, claro que no - beso su frente - Ustedes son lo mejor de nuestra vida, si yo no los tuviera seria una mujer infeliz.
- Lo eres mamá - me miró.
- No es así, tú y David me hacen feliz, muy feliz, nadie, ninguna mujer en el mundo tiene hijos tan hermosos como los míos, tu papá y yo intentaremos llevarnos mejor.
- ¿Estaremos juntos?
- Lo más posible - una leve sonrisa se formó en su rostro y me dió un beso en la mejilla.
- Gracias mamá - susurro y cerró sus ojitos.

Llegamos a la galería y bajamos del auto, me puse la mochila al hombro y entramos.

-  ¡James! - se acercó Bitia y abrazo a mi hijo - ¿Te sientes bien? - dijo mirándome.
- Sólo iré al baño,¿podrías cuidarlo, por favor? - camino por el pasillo y entro, me siento en uno de los cubículos y me pongo a llorar con fuerza.

Somos egoístas, él y yo, no pensamos en cómo le afectaba esto a mis hijos, ellos creen ser los culpables, nosotros los manejamos como juguetes, los ponemos en situaciones incómodas, los obligamos a sentir nuestro odio como suyo, somos malos padres.

- ¿Diana?
- ¿Sí?
- ¿Está todo bien? - susurra Bitia.
- Sí, es sólo que me siento algo enferma, quizás fue algo que comí.
- La comida no sale como lágrimas por los ojos. Debes hablar con Thomas.
- ¿Te lo contó James?
- Me dijo que estarían juntos de nuevo - salgo del baño.
- No, no es así, es sólo que me di cuenta que no le hacemos bien a ellos con nuestras peleas, queremos intentar llevarnos mejor - lavo mi cara.
- Golpeó a su compañero.
- Lo sé
- Tiene sangre en la camiseta.
- Lo sé
- ¿Por qué están tan ausentes?
- ¿Qué dices?. Estoy aquí por ellos, para ellos.
- Lo estás ahora, pero no cuando necesitaban una orientación para saber que es bueno y que es malo, la razón es sencilla, es porque estabas más ocupada de llorar por ti misma y por pelear con Thomas, madura Diana, llorando no vas a solucionar nada. Ahora limpiate la cara y sal de aquí, reflexiona a tu hijo y dale un castigo, no puedes felicitarlo, asume la responsabilidad de madre y dale un buen ejemplo a tu hijo.
- Pero...
- No hay peros, tómate el día libre y habla con ese niño, vamos - salió del baño y yo me mire en el espejo.
- ¡Pero ya! - entró nuevamente y me hizo dar un salto de susto.

Al salir del baño, James estaba sentado bebiendo jugo y comiendo galletas.

- James, vamos a casa - extiendo la mano.
- Si mamá - metió las galletas en sus bolsillos y se cargó la mochila.
- Despidete - mire a Bitia, estos se abrazaron.
- Gracias - le dije a Bitia - Mañana vendré temprano, ¿está bien?
- Ten calma, ¿bien?
- Gracias Bitia, en serio, necesitaba eso.
- Lo sé.
- ¿Segura que no quieres que me quede?
- No, estaré bien, además hoy vendrá Nathaniel.
- Dale mis saludos.
- Por supuesto, Diana.
- ¿Mmm? - dije algo distraída.
- ¿Te fijaste qué hora es?
- ¿Qué?
- David.
- ¿Quién?
- Tu hijo, David, que en estos momentos está en la escuela - me miró con seriedad.
- Sí, ¿qué tiene?
- Son las 13:00 pm - dijo mirando el reloj enchapado en oro que tenía en la muñeca.
- El tiempo pasa volando, ¿no crees?
- Sale de la escuela en 30 minutos.
- Mierda, lo olvidé - tomó la mano de James y lo jalo hacia la puerta.
- ¡Suerte! - oí decir a Bitia.

Ambos corrimos hacia la avenida y tomamos un taxi con rumbo a la escuela, incluso hice que se derramarán las galletas de mi hijo, siento que pronto voy a perder la cabeza y necesitaré terapia, ¿será qué Tom la quiera pagar?.

Infiel    TOM HOLLAND ©   T1 Y T2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora