Lidiar contigo

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Tom:

Yo había llegado a casa como a las 10 y Diana aún no estaba allí. Para mí, una exposición es dar una vuelta de 5 minutos e irme, asumo que para ella es quedarse por más tiempo.

Me puse a revisar unos informes en el sofá, porque aunque quisiera hacerlo en aquél hoyo de ratón que es mi habitación, es el lugar más cómodo que encontré. El punto es que, lo hice a modo de esperarla. No sé porqué pero simplemente quería hacerlo.

Llegó a medianoche, se veía exhausta y a la vez más contenta de lo que esperaba. Entró a la casa sin percatarse por completo de mi presencia, se quitó los zapatos de tacón tirándolos a un lado de la puerta, se frotó los ojos y caminó a la cocina. Y vaya consternación que tuve al presenciar esa escena, con los ojos entrecerrados la seguí y la miré sirviéndose un vaso de leche.

- Buenas noches... - dije entrando a la cocina.
- Maldita sea - murmuró dando un pequeño salto - Siempre olvido que vives aquí.
- Supongo que es la falta de costumbre.
- Eso - puntualizó frotándose la frente con los dedos - ¿Cuándo piensas irte?
- No he pensado en eso, supongo que en unos días.
- ¿En serio?
- Sí, al final, ya parece que todo está en orden por aquí, ¿sabes?
- Siempre lo estuvo - terminó la leche y se sirvió un poco más - ¿Sabes? Me gustó tenerte aquí.
- ¿Lo dices en serio?
- ¿Se puede decir algo de mentira?
- Es más común de lo que crees.
- Como las miles de veces que la gente dice: Te amo.
- Es un buen ejemplo - respondí con algo de injustificada incomodidad.
- Correcto, te debo una por lo de hoy.
- No debes preocuparte por eso, ¿todo salió bien?
- Sí, salió mejor de lo que esperaba, todos lo disfrutaron. Nuestro cuaderno de visitas está casi lleno de firmas y elogios.
- ¿Y Bitia estuvo conforme con todo?
- Siempre lo está - se encogió de hombros - Aunque todo salga un desastre. Esa mujer me estresa, pero la quiero.
- Siento que esas palabras las escuché de su propio marido.
- De cualquiera que la conozca, diría yo.

Ambos sonreímos y ella se quedó mirándome fijamente con el vaso nuevamente vacío en una mano, luego de un rato caminó al refrigerador y guardó la caja de la leche y yo me apoyé en el marco de la puerta.

- ¿Te puedo hacer una pregunta? - dijo finalmente.
- Por supuesto
- ¿Tú crees que... - se cruzó de brazos y me miró directo a los ojos - Alguna vez podamos ser felices con otras personas?
- ¿Te refieres a tener parejas nuevas?
- Sí...
- Bueno, yo supongo que es una probabilidad - hice una pausa para digerir la idea de imaginarme que tal cosa pasara algún día. Ver a Diana con otro hombre, es egoísta pero desearía que jamás pasara - En mi caso, no estoy abierto a la posibilidad.
- ¿Por qué no, Tom?
- Porque aún te amo.
- Siempre puedes enamorarte de alguien más, ¿sabes?
- Lo dudo, ¿tú te has enamorado de alguien más?
- En realidad... no

Me limité a asentir con la cabeza, no sabía qué más podría responderle, mi alivio fue mucho al oír su respuesta pero ella no tenía porqué saberlo.

- En ese caso supongo que nos quedaremos solos de por vida - dijo después de soltar un suspiro.
- Nos tenemos el uno al otro.
- Sí, pero gran parte del tiempo apenas te soporto - bromeó y yo reí con ello.
- La mayor parte del tiempo, no sé cómo lidiar contigo.
- Yo tampoco contigo.
- Eso lo sabía mucho antes - dije sonriendo.
- Siempre eres insoportable, pero me agradas y eso que no quiero que me agrades, lo digo en serio.
- ¿Te agrado?
- En un 50%
- Que poca estima me tienes, Diana.
- Está bien, está bien, un 51%
- Eso me gusta más

Volví a sonreír mirándola, se veía espléndida, a pesar de su notable cansancio parecía tan fresca y llena de vida que no podría parar de mirarla por horas. Vaya que fui muy estúpido para no poder verla así antes.

Por unos segundos nos miramos directamente a los ojos, fue una de esas miradas que parecen durar horas y en las que puedes percibir el alma de la otra persona. No puedo asegurar que fuera algo romántico pero si fue intenso, ella era intensa, supongo que yo igual, me sentía conectado a ella de alguna forma que no sé explicar. Pude notar que ella buscaba algo en mi mirada, tampoco sé qué fue.

Rompió aquél momento de extraña intimidad entre nosotros y se acercó hacia mí y me rodeó el cuello para poder abrazarme. Por instinto (y de cierta forma necesidad), rodee su cintura con los brazos. Fue un abrazo muy cálido, incluso pude sentir como si ella estuviera sollozando, pero creo haberme equivocado porque cuando se separó y volvió a mirarme no tenía ningún rastro de lágrimas en sus ojos.

- Nuevamente, gracias por lo que hiciste hoy.
- No es nada
- No, lo es, en serio que lo es - dijo volviendo a soltar uno de sus indescifrables pero aparentemente recurrentes suspiros - No tienes ni idea de lo que te hace sentir... bueno, sentirte apoyado.
- ¿Eso qué quiere decir?
- ¿Sabes qué? Quédate con la duda, me voy a dormir - se apartó y parecía algo irritada cuando se dirigió hacia la puerta - Buenas noches.
- Buenas noches
- Sí, sí, como sea - murmuró.

Solté una carcajada saliendo por su detrás y caminé nuevamente hacia el sofá, escuché sus pies cansados subir pesadamente las escaleras. Cuando ella estaba, probablemente, en medio de su trayecto el sonido de su teléfono hizo que me sobresaltara. Escuché su voz agotada contestar, cuando continuó hablando su voz también se oía algo preocupada. Me acerqué hacia las escaleras para ver que sucedía, ella tenía una mano en la cadera y el ceño fruncido.

- Bien, entonces iré lo antes posible... Claro, gracias Harry.
- ¿Pasó algo? - pregunté en cuanto colgó el teléfono.
- La verdadera pregunta es cuándo no pasa algo en nuestra vida - dijo casi como un gruñido - Debemos ir al hospital.
- Pero... ¿por qué?
- Piensa, Tom, piensa.
- No lo entie... Oh, ¿ahora?
- Lastimosamente

Infiel    TOM HOLLAND ©   T1 Y T2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora