Respeto

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Miranda fingió no verme, más yo estoy consciente de que si lo hizo.

Me separe de Harry y fui hasta donde estaba Tom, junto a aquel grupo de señores.

- Diana, te presento al consejo supremo de la empresa, gracias a ellos es que tomamos las decisiones más importantes en cuanto a los negocios e inversiones. Ella es mi esposa - dijo sonriendo y todos me saludaron con un mucho gusto y estrecharon mi mano.
- Thomas tienes una esposa verdaderamente hermosa - dijo uno de los señores.
- Buenas noches señores - se acercó Miranda sonriendo.
- Tom, Diana - asintió.
- Disculpe señorita Clarke, pero son aproximadamente dos veces que nos hemos visto hasta ahora y no recuerdo haberle dado a usted la confianza para poder llamarme de mi nombre. Mire respetos guardan respetos y para usted yo soy la señora Holland - respondí a Miranda.

Todos los que estaban junto a nosotros, dirigieron su mirada a Miranda, quien estaba sonrojada, no tengo claro si fue de vergüenza o de enojo.

- Disculpe señora Holland no pretendía ofenderla.
- No hay problema, acepto su disculpa. Todos cometemos errores, pero es importante reconocerlos, ¿no es así?
- Concuerdo con usted - dijo finalmente uno de aquellos hombres.
- Señora Holland, ¿a qué se dedica? - dijo otro.
- Soy artista, pero no he tenido grandes incursiones. Prefiero pasar tiempo con mis hijos. Tenemos dos - abracé el brazo de Tom y éste solo sonrió con nerviosismo.
- ¿Tiene alguna preferencia en cuanto al tipo de arte que realiza?
- Me especializo en arte contemporáneo - dije sonriendo.
- Tom, deberías recomendarla a alguno de nuestros inversionistas - dijo Miranda con un tono algo irónico - ¿Por qué no lo hiciste? Apoya a tu esposa.
- ¿Tienen inversionistas en común? - pregunté.
- Así es - me miró fijamente.
- Creí que ya no tenía ningún tipo de relación laboral con mi esposo.
- Se rompió recientemente... Di... Señora Holland.
- Que lástima, tenga suerte en sus trabajos futuros.
- Gracias - sonrió hipócrita.
- Thomas, ella tiene razón. Si me permite señora Holland, desearía poder ver sus obras en alguna ocasión - intervino uno.
- Sería todo un placer poder mostrarle mi trabajo.
- Mi esposa es un gran fanática del arte contemporáneo, apuesto a que le encantaría comprar alguna de sus obras.
- Sería algo maravilloso.
- Tom, ¿podríamos hablar un momento? - pidió Miranda a mi esposo.
- Claro - dijo y ambos se apartaron.
- Su esposo es bastante exitoso, ha conseguido todo bastante joven. Se dice que detrás de un gran hombre, hay una gran mujer que lo impulsa a seguir adelante, imagino que su caso es ese - dijo otro hombre.
- Agradezco los halagos que le hace a mi esposo y siempre intento ayudarlo en lo más posible.
- Diana, ¿puedes acompañarme un segundo? - dijo Tom regresando al grupo.
- Seguro - dije y nos alejamos.

Tom me llevó de la mano hasta la parte de afuera del salón, había un jardín muy amplio y unas bancas blancas con diseños de ángeles.

- No debiste hacer quedar mal a Miranda de esa forma.
- Thomas, pero si yo solo corregí algo que era correcto.

- Deja ya de hablar así, no eres de la aristocracia.
- Si lo somos, somos de la clase acomodada e intento darme mi lugar, mismo que hace años no me has dado.

- Diana, si te lo he dado, no me vengas con mentiras.
- No lo estoy haciendo, tienes que presentarme a tus socios, después de 7 años debes de presentarme, nadie me conoce aquí, solo conocen a Miranda como tú socia, como tú eterna acompañante. ¿Crees que no me ven como la estúpida que se queda en su casa cuidando de los niños? ¿Crees que no me duele? Cuando me presentas, ellos me miran con sorpresa y lástima a la vez. Tom, me presentas a tus socios, no firmaste con ellos ayer, lo hiciste hace años y ni siquiera les mencionaste sobre nuestra existencia, la de tus hijos y la mía - es ahí donde empiezo a lagrimear - No puedo, en serio no puedo, ya no más, aún me queda algo de dignidad Tom, no puedo creer que me hayas degradado hasta este punto y es aún peor saber que yo te lo he permitido, porque yo solo te veía alistarte y venir a estos lugares, mientras yo me quedaba en casa a esperarte y no me quejaba cuando no me invitabas.
- Sabías que podías acompañarme.
- ¡Esperaba que me lo pidieras, como a tu esposa! Como se lo pide a una persona - rompí a llorar - Me he conformado con tan poco, yo no merecería esto, todos a los que he conocido y amado me han pisoteado, ojalá que mis hijos al crecer no lo hagan. En serio que quiero el divorcio.
- Yo aún te amo
- ¿Me amas?
- Sí

- Pues entonces devuélveme mis 7 años de casados ahora, tenía sueños Tom, me prometiste la luna y las estrellas, pero no me las diste, tú fuiste a la luna y las estrellas, pero lo hiciste sin mí, me dejaste, tú te hiciste grande y yo no, pero ni siquiera compartiste ese éxito conmigo, me refiero a que las esposas de tus socios, se conocen entre sí, van a sus reuniones con ellos, yo jamás he hecho eso.
- Nosotros tenemos hijos.

- ¿Y ellos no? Pregúntales si tienen o no hijos, Tom no sé cómo a qué me has visto todo este tiempo, ¿cómo a tu empleada?
- No, jamás
- ¿O es acaso que te avergüenzas de mí? ¿Por qué no soy bonita como Miranda? ¿Por qué no terminé la universidad? ¿Por qué sólo sé cocinar, limpiar, cambiar pañales? ¿Es eso?
- No, no digas eso
- Habla, ahora, ¿por qué?
- No lo sé
- ¿Por qué buscaste a otra? ¿Yo no tengo lo que ella? Porque hasta donde sé tengo los mismos órganos reproductores que ella y que cualquier mujer.
- Diana basta.
- ¡No! Estoy cansada de que me tengas que callar cuando te digo la verdad.
- ¡Bien! ¿Quieres saber por qué? - dijo gritándome.
- Si
- Porque ella se vestía con faldas cortas y hermosos escotes, porque se arreglaba bien y podía hablar con ella de cosas que no estaban referidas a niños, limpieza o abuelas, fue por eso, porque ella me daba lo que tu al principio y que luego me quitaste - ouch, me dolio -
- ¿Sabes por qué fue eso? - dije limpiando mis lágrimas.
- No
- Quizás lo hice porque me quitaste mi juventud.
- Pues lo lamento, tu me la entregaste.
- ¿Quieres saber la verdadera razón por la que me quiero divorciar de ti?
- Diana basta...
- Prometo amarte siempre con la misma intensidad que ahora, aprovechar cada segundo de nuestra juventud para aprender el uno del otro, cuidarte aunque me cueste la vida y jamás herirte, tomó aquí tu mano hasta que la muerte nos separe y te juro que jamás dejaré de amarte - repetí los votos que él me escribió cuando nos casamos - Porque has roto tu promesa Thomas.
- Diana... Yo...
- Y me has roto a mí - suspiré y salí de allí corriendo.

Bien, ya lo habíamos dicho todo.

Infiel    TOM HOLLAND ©   T1 Y T2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora