25. De pasiones y dinosaurios

185 46 2
                                    

Las cosas se empezaban a complicar y yo no sabía cómo resolverlas. Dalton y yo teníamos la misma profesora de literatura, pero como ella había estado muy enferma se ausentó por unos días. Sin embargo sí envió sus pruebas para que las aplicaran otros profesores. Como las enviarían todas juntas para que la profesora pudiera tenerlas, decidieron aplicarlas al mismo tiempo. Es decir, Dalton y yo tomaríamos el mismo examen al mismo tiempo.

— Se acabó, estamos perdidos— dijo él—, ¿Cómo vas a pasarme las respuestas si tú no las tienes porque también estarás tomando el examen?
— ¿Qué profesor aplicará el examen de literatura en lugar de la profesora en tu clase?— le pregunté.
— El profesor Frank.
— A ese profesor no lo conozco— dije.
— Es muy perezoso, todo lo que hace es repartir los temas de su clase entre nosotros para que los expongamos mientras él se sienta en su escritorio para leer revistas de gatos.
— ¿De gatos?
— Adora a esas cosas. Yo no sabía que existían revistas sobre gatos pero al parecer hay mucha gente amante de esas bolas de pelo.
— Si él no es muy atento con eso de copiar, quizá no se de cuenta si lo haces— dije.
— No se dará cuenta si lo hago discretamente— dijo—. Pero ese no es el problema. No tendré de dónde copiar.
— Claro que sí— le dije—. Yo te pasaré las respuestas.
— ¿Pero cómo lo haremos?

Método para hacer trampa: las notas escondidas.

Paso 1: El examen empezaría al mismo tiempo. Yo trataría de resolverlo lo más rápido posible. En los bolsillos de mis pantalones guardaría una hoja de papel y un bolígrafo. Como era de opción múltiple, trataría de memorizar las respuestas una vez que todo estuviera contestado.

Paso 2: Después pediría permiso para ir al baño. Eso haría. Ya ahí, escribiría la clave de las respuestas en la hoja de papel. La dejaría en el marco de la ventana. Luego tomaría mi teléfono y le marcaría a Dalton. No contestaría esa llamada, colgaría y me iría de vuelta a mi salón de clases.

Paso 3: Dalton tendría su teléfono en modo vibración en los bolsillos del pantalón así que sentiría cuando yo le marcara. Para ese entonces él no debería haber respondido nada y debía tener muy poco tiempo para que la prueba finalizara. Al menos le sobrarían unos veinte minutos.
Pediría permiso para ir al baño y debería llevar cinta adhesiva en uno de sus bolsillos. Lo dejarían ir, entraría y buscaría la hoja en el marco de la ventana. La tomaría. Sería pequeña y alargada, la pegaría con cinta en su antebrazo, lo cubriría con su suéter y me marcaría para avisarme que tenía todo listo.

Paso 4: Regresaría a su grupo, se sentaría y discretamente se descubriría la manga para copiar las respuestas. Eso no debía tomarle más de cinco minutos así que lo haría rápidamente para no llamar la atención. Necesitaba tener al menos el 80% de respuestas bien si quería salvar la materia. Cuando yo anotaba las respuestas en la hoja puse mal las más difíciles a propósito para que no sospecharan. Al final él entregaría el examen y como la profesora no estuvo ahí, no sospecharía.

Me encontré con Dalton en el receso, para verificar que todo salió bien. Ese día no habría nadie en el consejo estudiantil así que no sería sospechoso vernos ahí.
Cuando llegó parecía feliz.

— ¡Eres un genio!— dijo—, ¡No puedo creer que funcionó!
— Me imagino que sí pretendiste que hacías algo mientras yo respondía mi propio examen, ¿No?
— Sí, hice un dibujito— dijo.
— ¿Y qué dibujaste?
— A un dinosaurio comiéndose al profesor.
— No me sorprende. Pero al menos pudimos salir de esta.
— ¡Es genial! ¡Hay que festejar!
— Pensé que hoy el equipo de basquetbol tenía práctica— le dije.
— Sí tiene pero me esperarás en el auto.
— No hace falta, yo también tendré cosas qué hacer— dije—. El festival de orientación vocacional es en unos días y hay mucho por hacer.
— Había olvidado eso— dijo—, ¿Para qué se supone que el presidente piensa hacer ese festival?
— Para que los alumnos que aún no saben qué hacer con sus vidas, lo descubran— dije.
— ¿Y aún hay gente así a estas alturas del ciclo escolar?
— Bueno, no todos saben que los autos son su pasión— dije.
— Tengo más pasiones además de los autos— dijo—. Soy un sujeto muy apasionado.
— Te creo y no sé si estoy sorprendido o aterrado— le dije.
— No puedes estar aterrado, porque de otra forma no podríamos irnos a festejar saliendo de la escuela.
— ¿A dónde iremos?
— ¿A dónde quieres ir?
— Honestamente, a mi casa a dormir— dije.
— No seas aburrido. Hay que hacer algo divertido.
— Entonces iremos a tu casa— dije.
— ¿Mi casa te parece divertida?
— Apuesto a que alguien tan apasionado como tú encontrará algo divertido por hacer— le dije.
— Bien— dijo—. Tengo algunas ideas. Y si no son suficientes, simplemente podrías ir a dormir.
— ¿En tu casa?
— Las amigas de mamá lo hacen todo el tiempo. Se duermen en la habitación spa.
— ¿Hay un spa en tu casa? ¿Qué más hay ahí?
— Te mostraré— dijo.

Entonces apareció el presidente. ¿Qué hacía ahí, no se suponía que debía estar en el jardín con sus amigos?
Al vernos pareció sorprendido.

— ¿Dalton?— dijo confundido.
— Hey— le dijo Dalton.
— ¿Qué haces aquí?— le preguntó.
— Le preguntaba a Emery dónde podría encontrarte— dijo Dalton.
— ¿Para qué?— preguntó el presidente.
— Para convencerte de que participes en el próximo partido de basquetbol que tendrá el equipo— dijo Dalton.
— No puedo, ya le dije a Jason. ¿No les contó?
— Sí pero pensé que yo podría persuadirte— dijo Dalton.
— No funcionará, estoy muy ocupado— dijo el presidente.

Salió del lugar. Dalton lo siguió. Antes de irse se despidió con su mano.

No pude evitar sonreír al ver eso, de verdad era un buen mentiroso.

Las horas transcurrieron lentamente hasta que llegó la última clase. Marzo estaba resultando un muy buen mes. Todo se sentía bien.
Terminé mis deberes del consejo estudiantil y fui el último en quedarme ahí. Pensé que seguramente Dalton ya estaría en su auto esperándome pero cuando salí de la escuela lo encontré ahí. Apenas se iba. Fue muy extraño.

— ¿No deberías estar en el auto?— preguntó.
— Me retrasé un poco— dije—. Y no sé por qué me estás hablando, no deberíamos hacer eso.
— Pero nadie nos está viendo. Estamos solos, todos ya se fueron.

Miré a mi alrededor.

— Cierto— le dije.
— Significa que podremos caminar juntos a mi auto.
— ¿Por qué pareces tan feliz por decir eso?
— Porque nunca lo hemos hecho.
— Ya te veo todos los días, todo el tiempo, no sé porqué es tan especial poder caminar juntos.
— Porque odio tener que escondernos. Si no fuera porque es bueno para nuestro plan, seríamos amigos y no nos esconderíamos.
— No sé si me gustaría que todos supieran que eres mi amigo— dijo y empecé a caminar por la calle.
— ¿Por qué no?
— Porque sería difícil de explicar cómo nos conocimos— dije—. Es más, de no ser por nuestro trato, tú nunca te hubieras acercado a mí.
— Y tú tampoco a mí.
— Obviamente, tenías todo lo que me desagradaba de una persona.
— Espera, ¿No te agrado?
— No dije eso.
— ¿Entonces?— preguntó.
— Creí que eras de una manera porque no te conocía. Ahora que sé que eres menos tonto de lo que aparentabas, me agradas.
— Yo también pensaba algo así de ti— dijo—. Creía que eras aburrido.
— ¿Y no lo soy?
— Sí pero sólo en ratitos.
— Tú también eres aún tonto, pero sólo en ratitos.
— Sin embargo yo puedo solucionar lo tuyo— dijo—. Me voy a deshacer de esos ratitos aburridos que tienes.
— ¿Y cómo harás eso?
— Primero, con una competencia para ver quién llega primero al auto.
— No voy a correr...

Él salió disparado. Una parte de mí no quería seguirlo... pero la otra sí. Así que le hice caso.

De Amor Y Otras Cosas ImposiblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora