Lo hicimos de nuevo después de que pasó el periodo de descanso de Dalton (que se recuperó más rápido de lo que pensé que sería) y contra todo pronóstico, sobreviví. No sólo eso, lo disfruté. Fue increíble. Me sentía más relajado y menos tenso así que en lugar de estar atrapado en las sensaciones pude ser consciente de ellas y recobré brevemente el control de mi cuerpo. Aunque sólo pude abrazarlo y ya. Todavía no me sentía con la suficiente confianza de hacer algo.
Terminamos cansados y sudorosos. Por mi parte, muy satisfecho. Así que ahí estábamos, recostados sobre la cama sin saber qué hacer o decir. Me dediqué a mirar la ventana al lado de mi cama. La tormenta seguía pero ya no tan fuerte. Todo era muy raro.— Emery— dijo Dalton de la nada, no lo miré porque me sentía muy avergonzado todavía—, esto debía pasar en nuestra noche de bodas.
— ¿Qué?— dije sorprendido—, pero si tú eres el que quería hacerlo... ¿Te arrepientes ahora?
— No, para nada— dijo—. Aunque ahora no podremos casarnos de blanco.
— Está bien, ninguno de los dos usará un vestido así que no importa.
— Tú te verías muy bien usando un vestido.
— Claro que no.
— Yo creo que sí.
— No usaré un vestido— dije molesto.
— Pero sí te casarás conmigo, ¿No? Porque ya tomé tu honor y no creo que a tu abuelo le guste que no nos casemos.
— ¡Oh por dios, olvidé al abuelo!— dije asustado.
— ¿Qué pasa con él?
— ¡Definitivamente no va a gustarle esto!
— ¿Por qué? ¿Es porque no estamos casados?
— ¡Ese no es el problema para nada!
— Pues yo no veo ninguno— dijo muy tranquilo—. Hay que decirle que estamos saliendo y listo, asunto solucionado.
— Las cosas no son tan simples, no sé cómo debería decirle algo así...
— Entonces yo le digo.
— ¡No, de ninguna manera!— dije alterado.
— Bien, le diremos ambos— dijo—. Le agrado a tu abuelo, seguramente no será tan malo.
— ¿Pero y si no le gusta?
— ¿Qué tan malo podría ser?
— Mi abuelo es un militar retirado— dije.
— Entonces cuando le digamos hay que llevarlo a otra parte— dijo—. Una libre de armas y objetos punzocortantes.
— ¡Oh por dios, eso no le gustará!
— Emery, te preocupas demasiado— dijo—. Tu abuelo es una buena persona. Debe querer que seas feliz y yo te haré muy pero muy feliz, tanto que olvidarás todos esos momentos tristes que alguna vez tuviste en la vida. Él se dará cuenta de eso, verá que esto es bueno y me dará su bendición para que me case contigo. Entonces será de las pocas personas a las que invitaremos a nuestra boda.
— ¿Ya hasta pensaste en cómo será nuestra boda?— dije sorprendido.
— Claro que sí, desde el momento en el que me di cuenta de que me gustabas.
— ¿Y qué momento fue ese?
— En San Valentín— dijo.
— ¿Qué?— atónito.
— Es decir, no sabía totalmente que me gustabas pero recuerdo que pensé que si alguien fuera tan considerado conmigo como tú lo fuiste con el presidente cuando querías darle ese chocolate, me casaría sin pensarlo. Entonces te imaginé casándote conmigo. Me pareció una locura porque tú estabas triste por otro... y como siempre imagino cosas raras, sólo lo dejé pasar.
— Creo que tu exceso de imaginación me asusta— admití.
— Soy alguien creativo— dijo—. Imagino muchas cosas. Es más, en ese mismo día tuve la fantasía de lo que haría si me hubieras dado ese chocolate a mí. Nunca lo dije pero de verdad me hubiera encantado que me lo dieras a mí.
— Sólo era chocolate— dije—. Y si mal no recuerdo, ese día el correo de cupido te entregó muchos regalos de tus admiradores.
— Así fue— dijo—. Me comí la mayoría y otros se los regalé a Nancy. Pero ninguno me importaba. Yo quería el tuyo. Pero no lo admití, incluso me lo negué a mí mismo. En mi fantasía te rechazaba. Pero sinceramente no quería.Recordé que ese día me dio tanto miedo entregarle mis chocolates al presidente porque yo quería que los apreciara... que significaran algo para él. De haberlos entregado, se los hubiera dado a la persona incorrecta.
Me acerqué a la orilla de la cama y estiré mi brazo hacia el buró que estaba ahí. Abrí un cajón y los tomé. Se los ofrecí a Dalton.
No lo miré porque aún me daba mucha pena.— ¿Son... son los chocolates?— dijo muy sorprendido—, ¿Todavía los tienes?
— No podía deshacerme de ellos— dije un tanto apenado.
— ¿Y puedo tomarlos?
— Pues sí...Me los quitó de las manos. Lo miré. Se sentó en la cama. Por suerte cuando lo hizo la sábana se quedó adherida a su cuerpo por se encontraba desnudo todavía.
Comenzó a abrir la cajita.— ¿Qué... qué haces?— dije confundido.
— Los comeré— dijo feliz.
— Yo... no creo que sirvan ahora— dije—. Su fecha de caducidad ya debió pasar...Tomó uno y se lo metió a la boca. Lo miré expectante.
— No sabe muy bien— dijo.
— ¡Entonces escúpelo!— le dije preocupado.
— ¡No haré eso, es un regalo tuyo!
— ¡No te los di para que te los comieras!
— ¿Entonces?— dijo.
— Para que los conservaras— dije apenado—. Porque siempre debieron ser para ti... ojalá así hubiera sido...Me miró sorprendido.
— Podemos fingir que así fue— dijo feliz—. Será la historia oficial que le contaremos a nuestros hijos.
— ¿Tendremos hijos?— dije incrédulo.
— Sí, después de casarnos— dijo—. También ya pensé en eso. Serán un niño y una niña. Ya hasta sé cómo quiero que se llamen. El niño se llamará como tu abuelo. Y la niña como tú.
— Cierto, mi nombre es de niña— dije.
— ¿Y? ¿Te gustan mis elecciones de nombres?— dijo feliz.
— Sí, claro— dije—. Muy bonito y todo pero se te está olvidando un pequeño detallito...
— ¿En serio? ¿Cuál?
— Nosotros no podemos tener hijos— dije.Me miró confuso por un momento. Hasta que captó a lo que me refería.
— Cierto, no podemos— dijo pensativo—. Entonces adoptamos y listo, asunto solucionado.
— Pero si adoptamos niños ellos ya traerán un nombre— dije.
— Pero se pueden cambiar, ¿No?
— No creo que sea bueno para los niños— dije.
— ¿Significa que si no me gusta el nombre que tengan no puedo cambiárselos? ¿Se deberán conformar con tener un nombre feo para siempre? Porque Emery suena mucho mejor que cualquier otra cosa aunque tú lo relacionas con gatos gordos.
— Si dices algo así no te dejarán adoptar nunca— dije.
— Quizá a mí no pero a ti sí— dijo—. Apuesto a que serás un padre increíble.
— Sinceramente nunca he pensado en eso.
— Deberías. Te quedaría bien. Igual que usar un vestido.
— Ya te dije que no usaré uno, no insistas... ¿Y el chocolate? ¿Te lo comiste?
— Ya estaba en mi boca— dijo—. Debía comerlo.
— ¿Y si te hace daño?
— No, es sólo un chocolate. Guardaré el resto para enseñarle a nuestros hijos cuando les contemos nuestra historia de amor.
— No creo que perduren tanto tiempo— dije.
— Encontraré un modo de preservarlos— dijo feliz.Los puso al lado de la cama. Me miró.
— Bien, ahora vamos por la tercera ronda— dijo.
— ¿Qué?— dije sorprendido.
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De Amor Y Otras Cosas Imposibles
ספרות נוערDalton necesitaba graduarse a como diera lugar. En su desesperación, le ofreció un trato a Emery, un chico muy inteligente: si le ayudaba a pasar los exámenes, él le pagaría una buena cantidad de dinero. Emery necesitaba el dinero para la universid...