2. De trampas y negocios

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Me dijo lo que pagaría por cada exámen. No podía ser real.

— ¿Tanto?— dije—, ¿Por qué tienes tanto dinero, robas bancos por la noche o qué?
— Tengo dinero. He estado ahorrando. Un poco de lo que me dan los fines de semana, otro de lo que me dió mi mamá por navidad y lo demás me lo dio papá para que mandara a reparar mi auto. Pero lo usaré en pasar el año.
— ¿Tanto cuesta reparar un auto?
— De hecho no iba a repararlo. Quería que lo pintaran de nuevo. Creo que se vería amenazante con unas llamas en los costados...

Siguió hablando de su auto pero dejé de escucharlo. ¿De dónde había salido ese hombre? Sin duda su vida era diferente a la mía.

— Espera un momento— dije, regresé a la realidad—, si tienes ese dinero, ¿Por qué no le pagas a un profesional para que te enseñe?
— Ya lo he hecho— dijo—. Pero no funciona. Soy inenseñable.
— ¿Esa palabra existe? Además, existen muchos profesionales que podrían ayudarte fácilmente...
— No, ya lo intenté.
— Prueba con más personas.
— Ya he tenido 20 maestros particulares— dijo.
— ¿En verdad? ¿Eres idiota o qué?
— ¿Vas a ayudarme?
— ¿Qué te hace creer que yo podría hacer lo que los profesionales no pudieron?— pregunté.
— Los profesionales no vienen a esta escuela. Pero tú sí.

Lo pensé. Ciertamente tenía razón. Si bien no compartíamos exactamente los mismos profesores, muchos sí me daban clases, por lo que los conocía bien. Él necesitaba pasar los exámenes y yo sabía qué debía estudiar.

— Tiene sentido— dije—, lamentablemente no tengo tiempo disponible.
— Tus calificaciones son perfectas, no necesitas invertir tu tiempo estudiando.
— Mis calificaciones son perfectas porque invierto mi tiempo en estudiar— dije.
— Pero no debe tomarte tanto tiempo, ¿O sí?
— No, pero también hago otras cosas.
— ¿Como qué?
— Estudio para mi exámen de admisión para la universidad— dije.
— Faltan meses para eso— se quejó.
— Quiero estar bien preparado para cuando llegue el momento. Tú deberías hacer lo mismo.
— No, eso suena aburrido— dijo.
— Imaginemos que yo accedo. Tendrás que estudiar conmigo. Aún cuando lo consideres aburrido.
— De hecho no— dijo—. No quiero que me ayudes a estudiar.

Lo observé.

— ¿Perdón?— dije.
— Ya te dije que soy inenseñable— dijo—. Ya me di por vencido. Pero necesito pasar esos exámenes o de otra forma no me graduaré. Pero tengo una idea que te incluye a ti.
— No entiendo, tendrás que ser más específico.
— Haremos trampa— dijo—. Tú eres un genio que se sabe las respuestas de todos los exámenes. Me las pasarás. Te pagaré. Yo me graduaré y tú tendrás dinero, es un buen negocio.
— Es estúpido— dije—. No podemos hacer trampa, va en contra de los valores y principios de esta escuela. Soy secretario del consejo estudiantil, mi deber es hacer que se cumplan las reglas. Además, ¿Cómo voy a pasarte las respuestas si somos de grupos diferentes?
— Esperaba que tú pensaras en eso— dijo—, se supone que eres un genio. Y los valores la verdad es que no me importan.
— Se nota— dije.
— De acuerdo, va a ser complicado— admitió—. Pero encontraremos la forma. Y no será en vano para ti, puedo pagarte más si quieres.
— No gracias, eso sería un suicidio— dije.
— Necesitas el dinero. Estás por ser universitario. Los universitarios necesitan dinero para hacer fiestas, ¿No?
— ¿Tengo cara de que voy a fiestas?— pregunté.
— Ahora mismo tienes cara de asesino— dijo.
— ¿Por qué crees que sea?
— Porque no te agrado y quieres matarme— dijo.
— No eres tan tonto como pareces.

Me observó.

— Vamos, sé que podemos hacerlo— dijo—. Necesito graduarme o mis padres no me ayudarán con mi negocio.
— ¿Negocio?— pregunté.
— No iré a la universidad— dijo.
— Eso ya lo sé, si te está costando graduarte entonces definitivamente no eres material para la universidad.
— Pero tengo una idea. Voy a emprender un negocio. Mis padres prometieron financiarlo si lograba graduarme.
— Debe ser difícil estar tan cerca de algo y no poder tenerlo— dije.
— Lo es. Pero no sólo para mí— me observó—. Piensa en ti. Probablemente pensabas trabajar mientras estudiabas la universidad. Si aceptas y esto sale bien sólo deberás preocuparte por estudiar. Tendrás una presión menos. Y dejarás a tu pobre abuelo descansar de tantas cargas financieras.

¡Diablos! ¿Porqué sabía tanto?

— Te diré una cosa— le dije—, así que escucha atentamente. La gente que hace trampa nunca se sale con la suya. Tarde o temprano los descubren. Pagan las consecuencias. Y yo no quiero pagar nada.
— No nos descubrirán si hacemos un plan. Seguro en tu cabeza ya tienes varias ideas para hacer trampa en un examen.

Efectivamente era cierto. Aunque yo era reservado con los demás sí solía ponerle mucha atención a mi entorno. Conocía cómo hacían trampa. Y sabía que si me lo proponía podía pensar en algunas ideas para lograrlo.

— Mi ética no me permite hacer trampa— dije.
— La ética no va a darte dinero. Y recuerda, el que no tranza no avanza.
— Creo que podemos avanzar en el mundo sin ser tramposos.
— Se puede pero es difícil. Y todos hacen trampa. Además, no es como si fuéramos a estafar un banco o un sistema de gobierno— dijo—. Sólo haremos trampa en un examen. No lastimaremos a nadie. Sólo a mí si esto no funciona y obviamente será mi castigo por ser inenseñable. También puedo garantizar tu seguridad. Si nos atrapan me culparé por completo. Tú saldrás ileso. Creerán que yo lo hice porque además de tener un historial intachable también eres secretario del consejo estudiantil. Nada podría incriminarte.

Nos observamos.
Él parecía muy seguro. Su oferta era tentadora.
Muy tentadora. Todo tenía sentido. Pensé que probablemente él ensayó todo lo que debía decir con anterioridad.

— Ayúdame— dijo—. Y yo te ayudaré.

Mi cerebro no dejaba de pensar en que todo estaba a mi favor.

— Si no funcionara— dije—, es decir, entiendo que debe funcionar porque de otra forma no merecería un pago, pero si no funcionara por eventos externos como por ejemplo que nos descubrieran, ¿Me quedaría con el dinero?
— Definitivamente— dijo.

Era tentador. Demasiado.

— ¿Entonces? ¿Lo harás?— preguntó.
— Debo pensarlo.
— ¿Por qué? Ya te dije todas las ventajas que tendrías.
— Aún así debo pensarlo. Analizarlo con detenimiento.
— Te daré una semana— dijo—. Dentro de una semana, aquí, justo a esta hora, estaré esperándote. Si decides hacerlo, sólo debes venir.
— ¿Y si no?
— Buscaré otras opciones— dijo.
— ¿Como cuáles?
— Algo se me ocurrirá. Pero desde luego que espero que digas que sí. De otra forma no me graduaré.
— Esa suena a amenaza.
— No, tómatelo con calma— dijo—. Pero si no me graduo será tu culpa y espero que puedas cargar con un sentimiento como ese.
— No te preocupes, creo que puedo con eso— dije.

De Amor Y Otras Cosas ImposiblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora