36. De bromas y propuestas de matrimonio

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Lentamente nos separamos. Él me abrazó. Lo miré.
Empecé a preguntarme si era posible morir de felicidad porque mi corazón se sentía como si fuera a explotar. Como si estuviera tan lleno que nada más pudiera entrar en él. En realidad no quería. Ahí estaba Dalton y era más que suficiente. O eso creía. Porque cuando me soltó y trató de alejarse un poco, yo casi me caigo. Al parecer necesitaba mis piernas tambien. Por suerte él me sostuvo mientras me veía preocupado.

— Estoy bien— alcancé a decir.
— Tienes que sentarte— dijo y me llevó a su cama.

Me senté suavemente. Me sentía tan apenado que no quería mirarlo. Así que me dejé ir de espaldas sobre su cama. Me llevé las manos a mi cara.

— ¿De verdad... estás bien?— dijo y sonaba angustiado.
— Lo estoy— dije—. Es sólo que mis piernas son muy cobardes.

Se recostó a mi lado. Yo seguía cubriendo mi cara.

— Entiendo eso— dijo—. Mis manos están temblando. También son unas cobardes.

Me reí y descubrí mi cara. Estaba a mi lado. Me sonreía. Me seguía sintiendo abrumado, pero no tanto. Como si me cerebro empezara a asimilar las cosas.

— ¿Y ahora qué?— preguntó él.
— No lo sé— dije un tanto apenado.
— Mmm...— dijo pensativo—, creo que ninguno de los dos pensó llegar tan lejos algún día...
— Pero... tú has salido con otras personas— dije aún avergonzado—. Debes saber qué pasa... después.
— Te equivocas— dijo—. He salido con gente que me gusta. Las cosas son diferentes ahora.
— ¿Qué?— dije asustado—, ¿Entonces qué pasa conmigo? ¿Yo no te gusto?
— No— dijo muy serio—. Es diferente. Así que no sé qué sigue después. He visto muchas películas y cuando una persona ama a otra, se casan y viven felices para siempre. Pero nosotros no podemos hacer eso porque tenemos 17 años. Aunque podría ser posible...
— ¿Quién se va a casar?— dije confundido.
— Tú— dijo como si fuera obvio—. Conmigo.
— ¿Qué? ¡No puedo hacer eso!— dije alterado.
— ¿No quieres casarte conmigo?
— ¡Ese no es el problema!
— ¿Entonces?— dijo.
— ¡Tenemos 17 años!
— ¿Y? A esa edad se casó mi mamá con mi papá. Y él tenía 25 años— dijo.
— ¡Pero nosotros no podemos hacer eso!
— ¿Y entonces cómo te demuestro que te amo si no puedo casarme contigo?

Lo observé. Sentía que mi cara ardía en llamas. Pero él se veía muy bien, como si fuera lo más normal del mundo. Me sentí muy avergonzado. Desvíe mi vista a la lámpara que colgaba sobre nosotros.

— Podrías...— dije con mucho esfuerzo—... simplemente decirlo.
— No parece suficiente— dijo.
— Para mí lo será— dije.
— ¿De verdad? ¿Yo soy suficiente, así como estoy, sin nada más?

Nos miramos. Él parecía angustiado. No sabía en qué tipo de mundo vivía él pero imaginé que al estar rodeado de tantas cosas costosas y brillantes, era muy difícil que las personas de su alrededor destacaran por sí mismas. Pero en mi mundo, él y sólo él era más que suficiente para mí.

— Claro que sí— dije muy serio—. Porque tienes muchas cosas buenas y yo puedo verlas.

Sonrió.

— Creo que eres la única persona del mundo que ve eso en mí— dijo—. Y es lo único que necesito.

Se acercó y me abrazó. Me giré un poco para acomodarme y quedarme ahí en su cama, abrazados como si no existiera nada más en el mundo.

— ¿Y qué hacemos ahora?— preguntó—. Al parecer de verdad estás en contra de la idea de casarte conmigo.
— ¿No sientes que es demasiado pronto?
— No, lo único que siento es que no quiero que te vayas— dijo—. Y eso fácilmente se solucionaría si te casaras conmigo.
— Nadie se casa a los 17 años.
— Las chicas de nuestra escuela lo hacen todo el tiempo— dijo él—. Lo hacen inmediatamente después de graduarse.
— Sí pero porque están embarazadas— dije.
— ¿Lo hacen por eso? Yo creí que era algo que estaba de moda.
— No, y no puedo creer que siga pasando. Ese tipo de personas hacen que los esfuerzos del consejo estudiantil por fomentar el uso de anticonceptivos parezcan totalmente inútiles. Al presidente le molesta mucho eso.
— Y hablando del presidente... ¿Qué pasa con tus sentimientos por él?
— Lo admiro— dije.
— Sí y yo también por regalarle condones a los alumnos, pero me refiero a si... todavía...
— En realidad descubrí mis sentimientos por ti gracias a él— dije—. Creo que es un muy buen amigo.
— Ahora que lo pienso, creo que también descubrí mis sentimientos gracias a él porque le tenía demasiados celos. Eso hace que me sienta mal por la vez que lo empujé en una práctica del equipo.
— ¿Qué?— dije.
— Pero está bien, él pensó que fue un accidente. De hecho apenas lo notó porque aunque tenía ganas de que saliera volando para no volverlo a ver jamás y para que se alejara de ti para siempre, no lo hice con fuerza porque no puedo evitar que una parte de él me agrade.
— Es que es una buena persona— dije—. Así que no vuelvas a hacerle eso.
— No lo haré, estoy muy agradecido con él. Tal vez deberíamos regalarle algo.
— No sé qué podría gustarle.
— Si tú quisieras algo, ¿Qué sería?

Lo pensé un poco.

— No hay nada que quiera en este preciso instante— dije.
— Yo tampoco logro pensar en otra cosa que no seas tú. Así que deberías de empezar a pensar en un buen pretexto que haga que te dije ir de aquí porque no quiero que te vayas.
— Retener a una persona contra su voluntad es secuestro— dije.

Me cuestionó con la mirada.

— Es ilegal— dije.
— ¿Por qué de repente todo es ilegal?
— Porque algo me dice que para tu familia nada lo es.
— No es cierto, es decir, mi mamá sí se casó a los 17 pero es la única cosa ilegal que conozco que ha pasado en esta familia.
— ¿Por qué ella hizo algo así?
— No lo sé— dijo—. Podrías preguntarle. Hoy no está porque fue a su aplicación de botox semanal pero seguramente mañana sí.
— ¿Quieres que conozca a tu mamá?— dije.
— Sí, yo conozco a tu abuelo así que no veo el problema.
— Pero tú sabes cómo agradarle a la gente— dije—. Yo no soy así. ¿Y si me odia?
— No, es muy lista. Creo que ustedes tendrán mucho en común. ¿Alguna vez te dije que a ella le iba de maravilla en la escuela?
— No— dije—. Pensé que era una madre ausente.
— Lo es, dije que era lista, no una buena madre. En ese aspecto sí deja mucho qué desear... pero te agradará. Definitivamente deben conocerse porque la verás mucho cuando vengas por aquí.
— No sé si debería quedarme mucho tiempo— dije—. O venir muchos días. No debería.
— ¿Qué?— dijo asustado—, ¿Acaso no acabamos de hablar de nuestros sentimientos? ¿Significa que no me amas?
— ¿Y eso qué tiene que ver con pasar mucho tiempo aquí?
— ¡Pues pensé que ibas a querer verme todos los días porque yo quiero verte todo el tiempo! ¿No quieres estar conmigo?
— Sí pero no quiero ser inoportuno— dije.
— ¡No lo eres para nada!— dijo angustiado—, ¿Te sientes incómodo aquí acaso? Porque si algo no te gusta, lo cambiaré de inmediato.
— Realmente ese no es el problema— dije—. Simplemente no quiero ser una molestia.
— Nadie jamás pensaría eso— dijo—. Y si un día alguien te lo dice, dime quién y me encargaré de él.
— Eso sonó aterrador. Lindo pero aterrador. Además no tienes que hacer o cambiar nada por mí. Principalmente porque creo que Nancy sería la que tendría que hacerlo y no quiero molestarla.
— A ella le gusta ayudarme— dijo—. También le gustará ayudarte a ti.
— No es necesario que haga eso.
— Claro que sí, estás saliendo conmigo, ¿No?
— ¿Lo estoy?— dije.

Me observó confundido.

— Pensé que había quedado implícito en mi propuesta de matrimonio— dijo.
— Yo pensé que era una broma.
— Emery, jamás bromearía con algo así.
— ¿Entonces estamos saliendo?
— ¿Me lo estás proponiendo? Porque la respuesta es sí— dijo feliz.
— No me refería a eso pero sí, como propuesta me sirve— dije.
— ¿No era una propuesta?
— No pero resultó. Y como ya no tengo ningún asunto pendiente, me iré.
— ¿Te quieres ir?
— No pero no puedo quedarme— dije.
— Sí puedes.
— No, no es cierto.
— Hay muchas habitaciones en esta casa— dijo.
— Mi abuelo no me dejará quedarme.
— ¿Y si lo soborno con algo?
— ¿Quieres empezar nuestra relación así, sobornando a mi abuelo?
— Si eso hace que te quedes conmigo, sí.
— No funcionará con mi abuelo pero es lindo que quieras que me quede— dije y me levanté.

Lo observe.

— Vendré mañana— dije.
— ¿Me lo juras?
— Sí.
— Entonces te esperaré— dijo—. Pero si no vienes, ire por ti.
— Me parece justo. Pero aquí estaré— lo observé y le sonreí—. Por que no hay nada que quiera más que estar contigo.

De Amor Y Otras Cosas ImposiblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora