7. De chocolates y San Valentín

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Esperé unos segundos a su reacción. De la nada, empezó a reírse.
Me enojé en serio.

— ¿Qué es tan gracioso?— dije furioso.
— ¿Crees que eso me dolió?— dijo con ironía—, ¿Es lo mejor que puedes hacer? Sinceramente eres pésimo ofendiendo a las personas.

No dije nada. Sólo lo observé reírse hasta que se detuvo. Me miró.

— No te lo tomes personal— me dijo—. Es normal que no sepas cómo herir a las personas. Significa que eres un buen chico.
— Ya vete— dije—. No aceptaré tu trato y no me agradas, no quiero verte otra vez.
— Vamos a la misma escuela, es imposible que no volvamos a vernos— dijo él.
— Antes de que empezaras a molestarme jamás hablamos ni una sola vez— le dije—. Este es nuestro tercer año aquí, estoy seguro de que podemos pasar los siguientes meses sin necesidad de intercambiar palabras. Tú no sabías de mi existencia hasta que me necesitaste. Puede volver a ser así y realmente no tienes idea de lo molesto que me pareces. Sólo vete y déjame en paz.

Suspiró.

— Bien— dijo—. Ya entendí. Te llevaré a casa y no volveré a molestarte.
— No hace falta que me lleves a casa.
— Déjame hacerlo, es mi responsabilidad por obligarte a no traer tu bicicleta.

Parecía feliz.

— Puedo tomar un taxi— dije.
— Emery, no me obligues a que te obligue a ir conmigo— dijo él—. Porque puedo y lo haré. Sólo quiero que terminemos bien, tal vez no como amigos pero sí como dos personas amistosas.

Él ya me había mostrado que podía ser demasiado insistente. Acepté porque ya me sentía cansado de todo eso. Cerré la sala del consejo estudiantil y tomé mis cosas. Salimos de la escuela. Lo seguí. Él debía ir por su auto. Efectivamente lo había dejado en un estacionamiento cercano, a media cuadra de la escuela.
Subimos y él empezó a conducir mientras me hablaba de su auto sin parar.

Yo no le puse atención. Miré por la ventanilla y de alguna manera me sentí un poco nostálgico. Quizá me sentía muy bien ahí, mientras el aire agitaba mis cabellos y el paisaje soleado me relajaba.

Claro, sin contar con que el presidente me había llamado amigo y eso definitivamente terminó de matar cualquier esperanza que aún vivía en mí. Si es que quedaba alguna.

Llegamos a mi casa. Bajé sin decir nada. Caminé a la puerta y entré. Suspiré. Me sentía muy cansado.
Traté de relajarme el resto del día aunque mis deberes no me dejaron.

Al día siguiente temí que Dalton estuviera nuevamente afuera de mi casa pero no, no había nada. Así que fui tranquilamente a la escuela en bicicleta. A lo largo del día esperé que él apareciera para molestar pero no lo hizo. Imaginé que días después quizá regresaría pero no, él no llegó nunca.

No lo vi hasta el festival escolar, en donde tuvo un partido de exhibición amistoso con el equipo de basquetbol de otra escuela. Ganaron. Y el festival fue un éxito. Todo salió bien. Con excepción de que pude conocer al novio del presidente. Realmente sólo lo vi de lejos porque aunque Zac dijo que me lo presentaría, ambos estuvimos tan ocupados que fue imposible hablar. Realmente eso fue lo mejor que pudo pasarme, no tenía intenciones de conocerlo. Por lo que pude ver era un hombre amable, además de atractivo. Estaba seguro de que el presidente lo amaba y lo correspondían igual.

Una parte de mí casi muere al ver eso pero me convencí a mí mismo de que era lo mejor para poder superarlo. Imaginé que lo que necesitaba para mi decepción amorosa era relajarme un poco. Sin embargo al presidente se le ocurrió otra idea para un festival y considerando la fecha, yo estaría muy ocupado el resto del mes.

De Amor Y Otras Cosas ImposiblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora