Nunca fui alguien particularmente inteligente. Admitía que existían cosas que se me daban mejor que a otras personas pero jamás me consideré un genio, incluso antes de conocer a verdaderos genios.
La razón por la que en la escuela me iba bien era porque nadie estudiaba más que yo.
No era como si me gustara pero debía hacerlo. El abuelo me crío con mucha disciplina y gracias a eso era un estudiante destacado. Éramos sólo dos personas y aún así pasamos carencias económicas durante toda mi infancia. El abuelo hacía todo por mí y siempre le estuve agradecido por eso, pensando en qué podía hacer por él para recompensarle tantos sacrificios. No era responsabilidad del abuelo cuidarme pero decidió hacerlo. Nadie más quiso quedarse conmigo después de la muerte de mis padres. Era perfectamente entendible, mis padres murieron trágicamente y no me dejaron nada. El abuelo no hablaba sobre eso así que yo no sabía nada más excepto que todos los familiares de mi madre se negaron a quedarse conmigo. El abuelo sólo tuvo un hijo y ese fue mi padre, así que tampoco le quedaba nadie más.
Estábamos solos en la vida. Y este mundo no está hecho para la gente solitaria.El abuelo me educó lo mejor que pudo. Era un hombre estricto y firme, nada extraño sabiendo que fue un militar toda su vida hasta su retiro. No era paciente conmigo ni mucho menos amoroso. Sabía que me quería porque de otra forma no cuidaría de mí. Yo entendía todo lo que hacía por mí y trataba de no pedirle nada. Quería ser un buen niño y un buen estudiante para que no se decepcionara de mí. Así que traté aún cuando sabía que yo no era un genio.
Lo hice tan bien que mi desempeño escolar era incluso mejor que el de algunos niños más inteligentes que yo.El abuelo me dijo una vez que tenía un plan para mí. Yo era muy niño pero lo entendí: estudiaría muy duro y cuando pudiera ganar dinero por mí mismo, cuidaría al abuelo. Por eso no debía distraerme hasta alcanzar mi meta.
Me pareció justo. Él me cuidó toda mi infancia y yo lo cuidaría en su vejez.
Ese era mi objetivo en la vida. Tan decididos estábamos ambos de lo que queríamos que incluso él no me dejó conseguir un trabajo de medio tiempo. Decía que debía enfocarme totalmente en mis estudios.
Yo lo hice porque confiaba en él y porque creía que estaríamos bien.Hasta que vi esos documentos en su escritorio.
Nada estaba bien. Necesitaría dinero para la universidad y no sería suficiente.
Debía conseguir dinero desesperadamente o ya no podríamos realizar nuestro sueño.Así que al día siguiente en la salida esperé a Dalton afuera de su salón de clases. Él salió y me observó sorprendido. No dije nada, sólo caminé hasta un salón vacío cerca de ahí. Él me siguió. Ya adentro los dos, cerró la puerta.
— ¿Qué pasa?— dijo él asombrado.
— Estás desesperado por mi ayuda— le dije—. Y yo por la tuya.Nos miramos por unos cuantos segundos.
— ¿Qué estás tratando de decir?— dijo él.
— Te ayudaré a graduarte— le dije.
— ¿Me ayudarás? ¿Qué te hizo cambiar de opinión?
— El dinero— dije.
— ¿Entonces no estás enojado conmigo porque te señalé tus errores?
— No— dije—. O no lo sé, no he tenido tiempo para pensar en eso.
— Pero sí en el dinero.
— Lo necesito— dije.
— Bien, yo tengo bastante— dijo él—. No es ningún problema. Siempre y cuando tú me ayudes.
— Te doy mi palabra de que así será— dije muy serio—. Necesito que tú me asegures que cumplirás con tu parte del trato.
— Te lo juro por mi bebé— dijo él.Nos observamos.
— Bien— le dije—. Pero tienes que hacer todo lo que yo te diga.
— ¿Todo?
— No te pediré nada que no puedas hacer— dije.
— ¿Lo juras por mi bebé?
— No, el bebé es tuyo no mío. Si jurara en su nombre mi palabra no valdría nada.
— Mi bebé es asombroso, cualquier juramento en su nombre es válido para mí— dijo él feliz.
— Bien, te lo juro por tu bebé, ¿Ya estás feliz?
— Un poco— dijo él—, ¿Tú estás feliz? Porque con esa cara es difícil saberlo. Pareces estar sufriendo.
— No tengo ninguna razón para estar feliz— dije—. Absolutamente ninguna.
— No lo había pensado pero es cierto— dijo él—. Tienes problemas de dinero y el chico que te gusta nunca te va a querer.
— Gracias por ser tan considerado— le dije con sarcasmo.
— Estaba bromeando contigo.
— No lo hagas, tus bromas son terribles.
— Sólo quería ser amigable.
— No lo intentes— le dije—. Principalmente porque tú y yo no somos amigos. Jamás vamos a serlo. Aceptaré tu trato porque no tengo otra alternativa. Pero eso no significa que me agradas y que seremos amigos.
— Qué amargado eres, yo creía que ya éramos amigos. Es decir, te estoy guardando un secreto. Eso hacen los amigos.Lo miré enojado.
— No, no lo somos— dije usando toda mi paciencia—. Y si vamos a hacer esto no nos conviene serlo.
— ¿Por qué?
— Si algo sale mal y nos descubren sabrán inmediatamente que soy yo el que te está ayudando porque seremos amigos. Sin embargo será más difícil que nos descubran si saben que no tenemos nada qué ver.
— ¿Ya habías pensado en esto?
— Lo consideré inmediatamente después de que me ofreciste tu trato.
— Yo no lo pensé hasta ahora.
— No me sorprende.
— Eso dolió— dijo ofendido—. Y aún no entiendo cómo le haremos para planearlo todo si no podemos vernos.
— Sí podemos pero nadie debe saberlo. Buscaremos una forma de que funcione.
— Yo tengo una idea— dijo él contento.
— Sospecho que no me gustará— dije.Efectivamente no me gustó.
— No irás a traerme a mi casa todos los días— le dije enojado.
— ¿Por qué no? A mí no me molesta y así tendríamos tiempo para hablar de camino a la escuela. Además en serio odio tu bicicleta.
— Mi abuelo sospecharía si ve que mi bicicleta se queda en casa.
— No tienes que mentirle. Dile que conoces a alguien con un hermoso auto que quiere ir por ti todas las mañanas y ya.
— Entonces él preguntará cosas sobre ti y yo no sé qué podría decirle además de que odias a los ciclistas.
— Soy un amigo— dijo él—. Con un auto bonito que quiere ayudarte a transportarte en las mañanas porque sabe lo difícil y peligrosas que son las calles para los ciclistas.
— Sospecho que el único peligro que hay en las calles para los ciclistas eres tú.
— No negaré eso, en veces me dan ganas de arrollar a algunos con mi auto.
— El abuelo sabe que no tengo tiempo para amigos y si voy a decirle eso seguramente va a querer conocerte y después de lo que acabas de decir no sé si quiero que te conozca.
— Emery, te angustias demasiado— dijo él—. Soy alguien agradable, no le diré nada inapropiado a tu abuelo. Confía en mí.
— No sé si puedo y quiero hacerlo.
— Debes. Ahora somos socios. Debemos confiar el uno en el otro.Me ofreció su mano. La observé.
— Hay que cerrar el trato con un apretón de manos— dijo él—. Como en las películas de mafiosos.
— No he visto tantas películas como para saber los protocolos en casos como ese.
— Te hace falta ir más al cine. En realidad lo que te hace falta es tener más tiempo.
— Me encargaré de eso— dije.
— ¿Renunciarás al consejo estudiantil?
— No.
— ¿Entonces cómo tendrás más tiempo libre?
— Buscaré una forma. Haré mi parte y tú harás la tuya, ¿De acuerdo?
— Está bien— dijo él.Siguió ofreciéndome su mano. La tomé porque parecía que no dejaría de insistir en eso.
— Tenemos un trato— dijo él feliz con una sonrisa.
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De Amor Y Otras Cosas Imposibles
Teen FictionDalton necesitaba graduarse a como diera lugar. En su desesperación, le ofreció un trato a Emery, un chico muy inteligente: si le ayudaba a pasar los exámenes, él le pagaría una buena cantidad de dinero. Emery necesitaba el dinero para la universid...