32. De ebrios y horarios de dormir

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— Es que yo... no sabía qué decir— dije avergonzado.

Él suspiró. Parecía menos enojado. Lo miré con inquietud.

— Sólo debías decir algo, cualquier cosa— dijo—. Aún si era algo malo... lo que sea era mejor a que no me hablaras.
— ¡Lo intenté!— dije—, ¡Intenté hablarte, lo juro! Es sólo que el presidente apareció y...
— ¿Podrías dejar de hablar del presidente? ¡Estoy harto de él, parece que no puedo hacer nada sin que se entrometa! ¡Tus sentimientos dependen de él, que mi fiesta sea un éxito depende de él también porque como no vino, mucha gente tampoco lo hizo! ¡Estoy cansado de estar en segundo lugar y de no poder nunca ganarle en algo!

Se llevó la mano a la cabeza.

— De verdad estoy cansado de esto— dijo.

Se sentó en el césped. Lo observé, no se veía bien. De hecho, todo eso se sentía como una mala idea.

— Si te hace sentir mejor, yo creo que tu fiesta es un éxito— dije.

Esperé su reacción un tanto ansioso.
Me observó.

— Me haría sentir bien si lo pensaras de verdad— dijo—. Pero sé que odias estar aquí.
— No es cierto... bueno, un poco sí pero es porque creo que no es mi ambiente.
— Lo sé— dijo más calmado—. Tu ambiente es un lugar tranquilo, donde no haya ruido o alguien más. Donde puedas estudiar en paz porque de verdad te gusta hacerlo, aún cuando parece imposible que alguien así exista.
— Si lo dices así suena muy aburrido— admití.
— Pero no lo es— dijo—. No contigo. Y yo cambiaría esta fiesta por irme a cualquier lugar en donde estuvieras tú.

No supe qué decir. Estaba tan abrumado que no podía concentrarme en sus palabras.
Se levantó y se acercó.

— Sé que ya es tarde— dijo—. Para todo. Deberías volver a casa o se preocuparán por ti.
— ¿Y qué harás tú?— le dije.
— Entrar y fingir que me agradan todas esas personas. Antes así era.
— ¿Antes de qué?
— De ti— me dijo muy serio—. Antes de conocerte yo disfrutaba las fiestas y la compañía de chicas como Gigi. Y me gustaría odiarte por cambiarme tanto pero es imposible. No te odiaría nunca aunque quisiera. Es más, no odio siquiera al presidente y eso que él te aleja de mí. Creo que es porque tú no odias a nadie. Eso sí odio de ti. Deberías ser más malo con todos. Deberías decir abiertamente cuando no quieres hacer algo, es más, deberías decirme abiertamente que no me quieres. Quizá así me lo termine de creer porque aunque he tratado de convencerme a mí mismo de que no sientes nada, sólo tengo que mirarte a los ojos y sentir que eres para mí. Porque me miras como si te importara. Tu mirada me confunde así que por favor, si vas a romper mi corazón, hazlo de una vez.

Aunque quería dejar de mirarlo, no podía. Estaba tan abrumado y avergonzado que incluso sentía que no podía moverme.
Él se acercó a mí, tanto que estábamos separados sólo por unos centímetros.

— Sólo dilo— dijo de repente, casi en un susurro—. Dime que me aleje de ti.

Se veía terriblemente mal. Y verlo así hacía que me doliera el corazón.

— No... no puedo— dije sin dejar de mirarlo a los ojos—. Porque no quiero.
— ¿Entonces qué quieres de mí? ¿Siquiera lo has pensado o yo soy el único tonto que no ha dejado de darle vueltas al asunto como loco?
— No pensé nada, sólo sabía que quería hablar contigo— dije un tanto confuso—. Pero no sabía qué decir. Aún no lo sé... lo único en lo que pienso ahora es en lo mucho que odio verte triste y en lo mucho que pica la cadena del bolso de Letty... ¿Por qué le gusta cargar con esta cosa? Es doloroso...

Él empezó a reírse con ganas. Yo lo observé confundido.

— Emery, de verdad eres una buena persona— dijo feliz—, ¿Quieres que te lleve a casa?
— Letty iba a llevarme a casa— dije—. La estaba buscando.
— Está en la piscina tratando de impresionar a Gigi— dijo—. Te diría que se metió ahí por voluntad propia pero sería una mentira. La empujé cuando pasó a mi lado. No me disculparé por eso, se lo merecía.
— ¿Le dijo algo malo a Gigi?
— No pero eso hubiera estado mejor que sus comentarios pasivos agresivos hacia ella. ¿Qué pasa con ellas dos? ¿Se odian o se agradan? Es confuso. Como sea, te llevaré a casa.
— Debo darle su bolso a Letty y tú no puedes abandonar tu fiesta.
— Nadie se daría cuenta de que no estoy. A nadie de ahí le importo. Está bien, tampoco me interesan.
— ¿Entonces por qué hiciste esta fiesta?— pregunté.
— Porque quería estar contigo. Pensé en cancelarla pero tú ya no me hablabas así que imaginé que quizá llegarías aquí si la hacía. Sólo quería verte otra vez. Pensé que eso era suficiente. Y al principio lo fue. Te vi con ella y no me importó porque al menos estabas en el mismo lugar que yo... pero entonces tomó tu mano y tuve ganas de gritar. Porque sentía que yo me merecía más eso que ella... pero quizá sólo estaba siendo engreído al creer que porque nos conocemos un poco ya tengo algún derecho sobre ti que puedo exigir y que tú deberías cumplir... cuando no es así. Eres libre de amar a quién quieras sin deberle nada a nadie. Creo que malinterpreté tu amabilidad y cuando descubrí eso me fui a beber con unos chicos.
— ¿Estás ebrio?
— No tanto— dijo—. No se nota además.
— No puedes conducir así— le dije—. Es peligroso.
— Está bien, si algo pasa mi papá conoce gente.
— ¿Y si tienes un accidente y mueres, qué hará tu padre, decirle a dios que no te lleve?
— Papá conoce muchas personas, podría conocer a dios. La verdad es que no le he preguntado.
— Eso no tiene sentido— le dije.
— ¿Sabes qué más no tiene sentido? Tú y yo. Somos muy diferentes.
— Sí, principalmente porque estás ebrio. Yo jamás haría eso.
— Lo sé, tú no rompes las reglas. Y las pocas veces que lo has hecho, ha sido por mi culpa. Lo siento.

Se veía triste, no sabía si era porque bebió o porque de verdad se sentía mal.

— Deberías descansar— le dije.
— Tú también. Seguramente ya se pasó tu hora de dormir.
— Eso es cierto— dije—. Tengo un horario muy estricto así que mentiría si digo que no estoy cansado.
— Podrías quedarte aquí— dijo—. Y descansar. No conmigo, obviamente. No tomes ese comentario como que me quiero aprovechar de ti.
— No lo haré, principalmente porque el ebrio eres tú. Si hay alguien aquí de quién podrían aprovecharse es de ti.
— Nadie podría hacerme eso. Aunque si quieres intentarlo no me quejaré.
— ¿Parezco del tipo de persona que haría eso?
— No. Pareces del tipo de chico que hace las cosas siempre bien y que no va a fiestas como estas para no encontrarse con sujetos ebrios que dicen puras tonterías... como yo. Sabes, olvídame. Te pediré un taxi y te irás a casa.
— ¿Y qué pasará con la fiesta?
— No importa, todos saben que se arruinó desde que el presidente decidió que no quería venir. Es la persona más popular de la escuela, obviamente sería un fracaso sin él. Por eso lo quieres, ¿No? Porque es muy importante.
— Lo admiro mucho— dije—. Es mi amigo. Todos lo respetan y es muy abierto sobre cómo se siente. Puede hacerlo todo. Y yo quiero ser así.
— ¿Por qué? Eres perfecto así como estás. Yo lo creo. Quizá el presidente es un tonto por no quererte pero... ¿Qué hay de mí? ¿No tengo absolutamente ninguna posibilidad?

Yo no había pensado en eso. Así que no sabía qué decir.

Apareció Letty de la nada.

— Ya hay que irnos— me dijo y me tomó de la mano.

Me dejé llevar por ella pero no quería. Me giré. Dalton me veía y parecía preocupado. Pero no regresé con él, principalmente porque no tenía nada qué decirle. Quizá sí pero no sabía cómo. Sentía un nudo en la garganta.

De Amor Y Otras Cosas ImposiblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora