28. De destinos y amistades

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— No— dijo sorprendido—, no es eso...
— Tú no quieres ser mi amigo, tampoco te preocupa qué pase conmigo— le dije—, simplemente no quieres que yo lo quiera, es todo.

No quería ponerme a llorar así que imaginé que lo mejor sería irme de ahí. Cuando iba a girarme, él me sujetó del brazo. Lo observé afligido.

— ¡Las cosas no son así para nada!— dijo.
— ¿Entonces qué es? ¿Lastimé tu ego al enamorarme de él en lugar de ti? ¡Pues no todas las personas están locas por ti, lamento no ser una de esas chicas que se maravillan por todo lo que eres!
— ¿Crees que soy ese tipo de persona?— me dijo, tomó mis manos, lo miré—, ¿De verdad piensas que me interesé en ti sólo porque odiaba la idea de que te gustara alguien más?
— ¡Sí, me lo dijiste muchas veces! ¡Odias al presidente y nunca lo ocultaste!
— ¿Y cómo no iba a odiarlo si te veía esforzarte por él aún cuando no se lo merecía? ¡Obviamente lo odio, te hizo llorar en San Valentín! ¿Cómo no iba a odiarlo si tú lo sigues queriendo después de todo lo que yo he hecho por ti? ¿Y qué hay de las cosas que pasamos juntos? ¿No significan nada para ti?
— ¡No, no significan nada!— le grité—, ¡Y qué bueno que son así porque de ninguna manera me voy a volver a enamorar de alguien que no me quiere! ¿Sabes siquiera lo que es eso?
— ¡Lo sé porque lo he vivido por varias semanas desde que descubrí que sentía algo por ti y sabía que tú lo querías a él, no a mí!

Lo miré totalmente sorprendido. ¿Qué acababa de decir? ¿Había escuchado bien o estaba soñando? ¿Qué significaba todo aquello?

Mi corazón estaba latiendo como loco. Él aún sostenía mis manos. Yo lo miré fijamente tratando de descifrar qué pasaba. Él respiraba como si acabara de subir una montaña muy alta. Pero me miraba como si estuviera sufriendo. Como si se encontrara herido y preocupado.

— Es que esa es la verdad— dijo sin dejar de mirarme—. Tú me gustas. Más de lo que alguna vez me gustó alguien. Y sé perfectamente por qué. Así que entiendo lo que es que te guste alguien que no te quiere. Porque así son las cosas, ¿No? Tú no me quieres.

No sabía por qué pero que él me acusara de que no lo quería me dolía mucho. No sabía qué decir, sólo quería llorar. Me dolía el pecho. Retrocedí un paso. Él soltó mis manos. No dije nada, sólo lo observé y me alejé más. Él se veía profundamente herido. Y yo no quería verlo así.

— Lo siento— dije antes de salir corriendo.

No lloré en todo el trayecto a casa. Aún cuando sentía que habían aplastado mi corazón. Cuando llegué, corrí a mi habitación y me recosté en mi cama. Tomé mi teléfono. Era él. Tenía muchas llamadas perdidas. No iba a contestarle, principalmente porque no sabía qué decir.

Me quedé ahí hasta que el abuelo apareció. Le dije que no me sentía muy bien. Dijo que debía descansar y no había otra cosa que deseara más que cerrar los ojos y no pensar en nada.
Me desperté en la tarde. Tomé mi teléfono. Habían más llamadas acumuladas. Imaginé que no pararían. Así que envié un mensaje. “Lo siento” fue todo lo que pude decir. Después lloré hasta que me cansé.

Tenía muchas cosas en qué pensar. Principalmente porque no podía terminar de creerme lo que él me dijo.
¿Yo le gustaba? ¿Por qué? Quizá sólo estaba confundido.
Pero yo no recordaba haber hecho algo para que le gustara. Es más, lo traté muy mal demasiadas veces, tanto que hasta me sorprendía que siguiera conmigo. Pensaba que era por el trato que teníamos. Porque no le quedaba otra opción. Pero al parecer no era así. Yo le gustaba.

Y yo no sabía qué pensar. Jamás lo consideré de esa forma. Lo veía como un amigo. Uno muy bueno pero... nada más. Todo era muy confuso.

Lo pensé por horas y simplemente no llegué a ninguna conclusión. Dalton no llegó por mí para ir a la escuela y eso me hizo pensar que no era tan tonto como yo pensaba. No quería verlo. Por suerte no había ninguna prueba cerca así que no tenía que encontrarlo. Es más, no sabía si nuestro trato seguía en pie.

Dejé pasar algunos días. Todo estaba bien porque evité pensar en eso. No quería. Porque se sentía como si todo estuviera pedido.
Para hacerlo peor, el presidente también se veía triste. Cuando le pregunté qué le pasaba, me contó que tuvo una pelea con una amiga.

— Creo que la perdí— dijo muy triste—. Y no quiero. Haría lo que fuera para que regresara.
— Quizá no estaban destinados a ser amigos— dije.
— No aceptaré eso— dijo—. El destino puede irse al diablo. Yo la quiero. No soy alguien que tenga muchos amigos porque sé que soy difícil. Por eso sé que si tengo la fortuna de encontrar a alguien que acepta cada parte de mí y me ayuda a mejorar, debo atesorarla porque una amistad verdadera es rara y preciosa. Sé que no todas las personas que llegan a nuestras vidas son buenas pero... hay algunas que sí. Y con todas tendremos problemas pero hay dos cosas que podemos hacer: dejarlas ir o pelear para que se queden. Si dejarlas ir no duele es porque entonces no significaban tanto. Pero si lo hace, entonces hay que hacer hasta lo imposible. Eso haré yo. No quiero perder a nadie.

El presidente hablaba de sí mismo pero yo sentía que sus palabras eran para mí.
Me había pasado todo ese tiempo debatiéndome sobre qué era Dalton para mí cuando realmente lo único que debía saber era que significaba mucho. No sabía porqué, pero así era.

Me pasé las siguientes horas pensando en qué debía hacer. Quería hablarle pero no sabía si él quería hablar conmigo.
En la salida pensé en ir a buscarlo. Imaginé que quizá estaba con el equipo de basquetbol. Me encontré con Laura en un pasillo. Decidí preguntarle si el equipo estaba practicando.

— Sí, así es— dijo ella—, ¿Quieres unirte conmigo y con Gigi para verlos practicar?
— ¿Gigi?— pregunté.
— Sí, ella está ahí por Dalton. Creo que la invitó para que fueran juntos a su fiesta.

En la fiesta de halloween, Dalton ganó la corona de rey del baile y Gigi la de reina. Todos en la escuela decían que seguramente saldrían juntos porque habían quedado perfectos como reyes. Dalton me había contado una vez que ella no estaba interesada en él pero al parecer había cambiado de opinión.

— Yo probablemente no iré a esa fiesta— dijo Laura—. Así que me alegra saber que Zac estará contigo. Ha estado muy decaído y creo que le vendrá bien distraerse. Lo dejaré en tus manos.

Yo ya no quería ir a la fiesta, menos si Dalton iría con Gigi. Pero le había dicho al presidente que lo acompañaría y no podía dejarlo, menos cuando Laura no iría y él lo necesitaba. Debía cumplir mi palabra pero... de verdad no quería ir.

— Ven, vamos a ver la práctica— dijo ella.
— Tengo cosas por hacer— le dije.
— Yo también pero debo esperar a Jason. No quiero irme sola.

Yo tampoco quería irme solo. Me había acostumbrado tanto a Dalton que el silencio que una vez me encantó, me resultaba abrumador.
Pese a eso, me despedí y me fui. ¿Estaba dejando ir a Dalton? Porque si era así el presidente tenía razón. Perderlo dolía. Demasiado.

De Amor Y Otras Cosas ImposiblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora