59. De hombres infieles y esposas engañadas

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Todas las mentiras sin importar cuáles o qué tan grandes fueran, siempre se descubrían. Caían por su propio peso. En algún momento alguien se daría cuenta sin importar qué tan bien planeada estuviera la mentira o qué excelente fuera el mentiroso. Mi abuelo siempre me decía eso de niño. Debí hacerle caso. Porque nos descubrieron.

Todo comenzó cuando estábamos trabajando en la campaña electoral de Laura. Mi estrategia era ganar por asociación. Si mucha gente popular la recomendaba, sería fácil. No había gente más popular en toda la escuela que el elegante grupo que se reunía en el jardín del fondo. Por suerte, Laura era parte de ese selecto grupo. Al igual que Jason, el presidente, Evan y Jimi. Realmente no eran las personas engreídas que todos creían (eso era producto de los rumores de pasillo que rondaban la escuela), genuinamente eran personas muy amables. Y yo creía que nadie era tan popular como ellos pero para rectificar mi información, subí una encuesta a la página la escuela. Los resultados no eran lo que yo creía.

— Creo... que soy popular— dije sin poder creerlo mientras estaba en el salón del consejo estudiantil durante el receso.
— ¿Qué tan popular?— me dijo Dalton.
— Creo que ir a tu fiesta con Letty hizo que todos me conocieran... lo que me recuerda que debo hablar con ella...
— ¿Con Letty? ¿Por qué?— dijo él asustado.
— Es muy conocida. Hay que convencerla para que apoye a Laura.
— Pero no puedes hacer eso, que alguien más lo haga.
— ¿Por qué no puedo?
— Porque es como tu ex novia— dijo él—. Estás saliendo conmigo, no puedes encontrarte con ella.
— No es mi ex novia. Y si lo fuera no veo cuál es el problema, sólo nos encontraríamos por... ¿Negocios? Sí, algo así.
— ¿Ese es tu pretexto? Suena a lo que le diría un hombre infiel a su esposa.
— ¿Y en este caso yo soy el hombre infiel y tú la esposa?
— No quiero ser una esposa engañada— se quejó.
— Sólo hablaremos, es todo. No deberías preocuparte, es decir, ese día en tu fiesta me pasé más tiempo contigo que con ella.
— Porque yo era la persona que debías amar, no ella— dijo.
— Lo sé y ya lo hago, no sé qué más quieres que...
— ¿Me amas?

Lo observé confundido.

— ¿Qué?— dije.
— Es que tú...

En ese momento apareció Harry. No podían vernos juntos. Entré en pánico.

— ¡Rápido, debajo de la mesa!— le dije.
— ¿Qué? ¡No iré debajo de la mesa!
— ¡Sólo hazlo!— dije mientras me dirigía a la puerta.

La abrí un poco. Harry me observó.

— Hola... ¿Por qué está cerrado?— dijo.
— Es que yo... quería estar solo un momento— dije bastante nervioso—. Para almorzar.
— ¿Y no es muy triste hacer eso solo? Podrías ir a tomar el almuerzo con Tony y conmigo.
— Estoy bien así, me gusta la soledad... ¿Necesitabas algo?
— En realidad quería decirte que tratamos de convencer a Gigi pero es... muy obstinada.
— Hablaré con ella— dije.
— De acuerdo— dijo feliz—, y ahora... ¿Quieres ir a almorzar con Tony y conmigo?

Se escuchó el sonido de algo moviéndose, como el rechinido de un mueble.

— No, a la silla no le gustaría que yo fuera contigo— dije—. Como sea, arreglaré esto.
— Eh... está bien.

Se fue. Cerré la puerta. Dalton salió de su escondite.

— ¿Qué pasa con él?— dijo Dalton enojado—, ¿Por qué es tan amable contigo?
— Porque lo conozco desde hace mucho— dije—. Además Harry es amable con todos. Pero eso no importa, debo buscar a Letty y a Gigi.
— Pues me sigo oponiendo a esa idea. Meteré una queja.
— Queja rechazada— dije, me dirigí a la puerta—, nos vemos en el auto.

Busqué a Letty. La encontré rodeada de chicas. Le pedí hablar en privado. Se acercó.

— ¿Estoy en problemas?— me preguntó.
— No... ¿Porqué estarías en problemas?
— No lo sé, siempre que alguien del consejo estudiantil me busca es porque algo malo pasó.
— No esta vez.
— Entonces... ¿Vienes a pedirme una cita? Porque la respuesta es que sí.
— Eh... no, yo... estoy saliendo con alguien. En realidad simplemente quería preguntarte por quién ibas a votar para presidente del consejo... es decir, si ya apoyas a alguien...
— No lo he pensado realmente... ¿Quiénes están como candidatos?
— Pues Laura, Karla...
— Odio a esa tipa— me interrumpió.
— ¿A Laura?
— No, a Karla.
— Entonces apoya a Laura.
— De acuerdo— dijo.

Eso había sido fácil. Sin embargo Gigi no lo sería para nada.

— Déjame adivinar— me dijo cuando la intercepté en la hora de la salida en el patio—, quieres que apoye a Laura, ¿No?
— Pues... sí.
— Ya le dije a mi hermano y a Harry que lo pensaría.
— ¿Y ya lo pensaste?
— Curiosamente sí— dijo ella—. Y no entiendo por qué Laura quiere ganar... ya es popular, no lo necesita.
— No es por popularidad, es por querer hacer lo correcto.

Me miró confundida.

— Por ayudar— dije—. Por aportar algo positivo para la escuela... sí sabes qué significa eso, ¿No?
— No exactamente— dijo—. Pero no me interesa, son sólo las elecciones de esta escuela, no es tan importante.
— Yo creo que todo tipo de elecciones populares son importantes. Porque se trata de elegir a la gente que te representará... que tendrá voz por ti.
— Suenas como mi mamá— dijo.
— ¿Y eso es bueno?
— No— dijo como si fuera obvio—. Pero lo consideraré. Ahora me iré a buscar a Dalton para preguntarle sobre el próximo partido...
— Dalton está apoyando a Laura— dije de la nada.

Me miró con interés.

— ¿Por qué?— preguntó ella.
— Porque... es muy amigo de Jason. Y él está apoyando a Laura así que... es normal...
— Es un buen amigo— dijo ella.

Tuve una idea.

— Pero eres libre de escoger por quién votar. Por ejemplo me encontré con Letty hace un rato y ella me dijo que votaría por Karla...
— ¿Por Karla? Odio a esa tipa— dijo Gigi—. Bien, Laura tiene mi apoyo. Por mi hermano. Porque realmente no me agrada tanto...
— ¿Por qué ella no te agrada? Laura es muy amable— dije.
— Por eso mismo... es demasiado perfecta...
— ¿Eh?
— Olvídalo— dijo ella—. Iré con Dalton.

Se fue. Yo había logrado mi cometido. De manera rara pero seguía siendo un logro. Por la tarde fui con Dalton. Le conté lo que pasó.

— ¡Lo sabía, Letty sí quería algo contigo!— dijo molesto.
— ¿Eso es lo único que recuerdas de todo lo que te conté?
— Es lo que más me importa.
— ¿No te interesa que le haya dicho a Gigi que apoyas a Laura?
— No era una mentira.
— ¿Entonces sí la apoyas?
— Por supuesto— dijo—. Tú piensas que es lo mejor. Y nunca te equivocas así que es obvio que también tienes razón en esto. Además quiero ser un buen novio, te apoyaré siempre en cualquier cosa que decidas.
— ¿Aún si estoy equivocado? ¿Aún si es algo difícil? ¿Aún si todos piensan que no tengo la razón?
— Aún si todo el mundo está en tu contra— dijo muy seguro—. Te apoyaré. Ciegamente incluso.

Eso hizo que mi corazón empezara a latir más rápido.

— ¿Cómo puedes decir cosas así tan fácilmente?— dije un tanto abrumado.
— Sólo digo lo que siento. Es fácil si no piensas tanto. Y me conoces, pensar no es lo mío... pero qué bueno que sí sea lo tuyo porque de este modo somos una increíble pareja.

Lo observé. Eso me hizo tan feliz que no podía evitar sonreír.

— Tienes razón— dije—. Creo que sí somos una buena pareja. Y yo también te apoyaré siempre. Por ejemplo hoy iré a tu partido de basquetbol y seguiré creyendo que ganarás aún si el balón golpea tu cabeza de nuevo.
— Probablemente pase. No puedo evitarlo, me pones muy nervioso.
— ¿Por qué? Además de lo del balón en tu cabeza no puedo juzgarte porque no sé nada de basquetbol.
— Simplemente... porque eres tú.

Se veía un poco angustiado. Tuve una idea. Pero me daba mucha pena hablarlo. Sin embargo debía decirlo. Porque quizá la razón por la que todavía nos sentíamos tan nerviosos el uno con el otro era porque había mucho que todavía nos nos decíamos. Así que debía ser valiente.

— Entonces... creo que sé qué podría ayudar— dije muy avergonzado—. Es decir... yo...
— Si vas a decir que no irás, me enojaré.
— No, yo me refería a que después del partido tú... y yo podríamos... estar juntos... si es que logras mantenerte concentrado en todo el partido...

Lo miré, me observaba sorprendido, desvié mi mirada porque era muy vergonzoso todo.

— Creo que podría ser de ayuda— admití sintiendo mi cara muy roja—. Para que te esfuerces más... pero está bien si tú no quieres...
— ¿Bromeas? Claro que quiero. Así que si te arrepientes te secuestraré porque esto es tu idea.
— No... no puedo arrepentirme... yo... también es algo que quiero.

Entonces me abrazó.

— Haces que sea muy difícil esperar hasta entonces— me susurró en el oído.

Sí sería difícil esperar. Principalmente porque ahí descubrirían nuestra mentira.

De Amor Y Otras Cosas ImposiblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora