77. De cobardes y chicas furiosas

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Al día siguiente me sentía muy bien, mi humor era excelente. Dalton fue por mí a mi casa para llevarme a la escuela. Quedamos de encontrarnos en el receso en el salón del consejo estudiantil porque ya no lo podríamos usarlo tanto porque comenzarían a organizar ahí los preparativos para la graduación.

Esperé con ansias para poder verlo. Llegó el receso y salí de mi salón rápidamente.
Antes de llegar me encontré con Gigi. Tenía un semblante extraño.

— Hola— le dije de buen humor.

Entonces se acercó a mí, levantó su brazo y me soltó una bofetada. No fue fuerte para nada, sus dedos apenas rozaron mi piel. No entendí nada, sólo la miré sorprendido mientras me llevaba la mano a la cara.
Fue ahí cuando pude ver bien su cara, estaba al borde del llanto. Como si se tratara de contenerse pero sin éxito.

— ¿Dónde está Dalton?— dijo enojada y a punto de llorar.
— ¿Qué?— dije muy confuso con mi mano frotando mi cara.
— ¿Dónde diablos está Dalton?— dijo furiosa y se pasó de largo.

Se dirigió al salón del consejo estudiantil. Yo no entendía qué pasaba, me sentía abrumado. La seguí.
Ella entró. La alcancé. No había nadie. Entonces salió con paso firme y se fue muy rápido. Nuevamente fui detrás de ella.

— ¿Qué pasa?— le dije preocupado.

No se detuvo. Llegamos al patio. Lo atravesó y la alcancé. Intenté detenerla pero parecía muy decidida.

— Sabes qué ocurre— me dijo muy enojada—, no pretendas que eres inocente.
— ¿De qué hablas?— dije angustiado.
— ¡No quiero enojarme contigo así que deja de seguirme!— dijo.
— ¡Dime qué pasa por favor!
— ¡Me engañaron, eso pasa!— me dijo enojada y triste.

Entonces Dalton apareció por un extremo del patio. Gigi lo observó. Habían muchas personas ahí. La miré fijamente y pareció que esta vez ya le era imposible no llorar pero aún así se mantuvo.

Caminó hacia él atravesando gente. Entonces comprendí que quizá también iba a golpearlo. Corrí hasta llegar a él y traté de interponerme. Me sentía muy angustiado y no entendía qué pasaba. La miré sintiéndome así. Ella debió ver la preocupación en mi cara porque por un momento pareció más triste que enojada.

— No lo defiendas— me dijo ella, todos nos miraban—, Emery, quítate de enfrente.

Iba a decirle algo cuando se acercó a mí, me tomó del brazo y me apartó de ahí en un movimiento. Como no lo esperaba no pude resistirme. Entonces conmigo sin poder interferir, ella se acercó a él y le soltó una bofetada que no fue como la mía, lo hizo con toda la intención de hacer el mayor daño posible. Dalton no hizo nada, no lo esperaba. Sólo la observó después de recibir su golpe.

— ¡A mí nadie me va a tratar como si fuera una tonta!— le gritó ella y ya no contenía su llanto—, ¡Olvídate de mí para siempre!

Luego se dio media vuelta y se fue muy rápidamente. Todos la vieron irse. Después miraron a Dalton. Él parecía tan confundido que simplemente se quedó paralizado ahí. Yo debía ir con ella. Así que salí corriendo para buscarla.
No fue difícil, iba dejando un camino de rumores por donde pasaba que me llevó al jardín donde había un gran árbol. Llegué pero no la vi. Fui detrás. Estaba ahí sentada abrazando sus piernas y escondiendo su rostro. Yo la miré consternado.

— ¿Gigi?— le dije.

Me miró. Sus mejillas estaban mojadas. Ya no parecía enojada pero sí triste.

— ¿Qué quieres?— dijo triste.
— Dime qué pasa porque no entiendo nada... por favor.

Miró hacia el suelo.

— Los vi— dijo—. A ti y a él en el salón del consejo estudiantil mientras se besaban.
— ¿Qué?— dije absolutamente sorprendido.
— Soy muy estúpida— dijo afligida—. Por eso nunca sospeché nada. Hasta que Tony me dijo que se encontró con ustedes en mismo avión... él creía que era una gran coincidencia... a mí me pareció extraño.
Y tenía razón.

Mi corazón latía muy rápido. No sabía qué decir así que me quedé callado.

— ¿Desde cuando están juntos?— dijo.

No respondí.

— ¡Responde, al menos dime eso!— me gritó.

Me sentía muy mal.

— ¿Porque no pudiste dignarte a decirme que él y tú tenían algo?— agregó ella y parecía muy triste—. Y yo que te consideraba mi amigo...
— ¡Soy tu amigo!— le dije angustiado.
— ¿Entonces por qué besabas a Dalton si te dije muchas veces lo que sentía por él? ¿Por qué nunca me dijiste?

Sentí que se me rompió el corazón.

— No quería lastimarte— le dije con mucho trabajo, sentía que quería ponerme a llorar.
— ¿Y te parece que ahora no estoy herida?
— ¡Perdóname, no quería que esto fuera así pero creí que...
— Creías que nunca me daría cuenta— me interrumpió—. Ambos lo pensaban.
— No, las cosas no... son así...
— ¿Y qué se supone que iba a ser yo?— dijo molesta—, ¿La novia que usaría Dalton para esconder que tenía una relación contigo? ¿Eso es lo que planeaban, esconderse como cobardes?
— No, nosotros no...
— Me dan asco.
— Deja que te explique— le dije preocupado sintiéndome muy mal—, es sólo... un malentendido.
— Lo único que yo entiendo es que los dos jugaron conmigo. Y te odio por eso. Porque te consideraba más que mi amigo. Porque te admiraba, sobre todo cuando ayudaste a mi hermano a superar su miedo. Pensé que tenía suerte de conocer a alguien tan increíble... y tú sólo pensabas en lo útil que yo era para cubrir tu relación con Dalton... ¿Y sabes qué es lo peor de esto? Que yo te hubiera apoyado. Aún si me dolía que Dalton te amara a ti en lugar de mí, yo te habría deseado lo mejor y te daría todo mi apoyo incluso para cubrir su relación si es que no querían que nadie lo supiera... en cambio ustedes sólo me mintieron... y no lo entiendo...  creí que yo te agradaba.

Se levantó. Comenzó a caminar.

— Gigi, espera— le dije al borde de las lágrimas.
— Quédate con él— dijo mientras me miraba—, yo jamás querría a alguien que no me mostrara a los demás con orgullo.

Se fue. Me quedé ahí pensando en todo. Quería ir a detenerla para explicarle pero no pude. Sólo quería llorar. Además ella no iba a dejar que le explicara nada.
Dalton apareció por el pasillo. Se acercó a mí. Lo abracé.

— ¿Estás bien?— me dijo.

Me separé y lo miré. Su mejilla estaba levemente enrojecida.
Me veía preocupado.

— Ella sabe sobre nosotros— dije.
— Sí, pude sentir su enojo— dijo él—. Al menos ahora ya no tendré que rechazarla... debe odiarme demasiado...
— También me odia— dije—. Incluso más que a ti... y no sé qué hacer.
— Nos disculparemos y le explicaremos todo— dijo—. No te preocupes, las cosas mejorarán.
— Está muy molesta y triste... tenías razón, debiste rechazarla desde el principio... no debí pedirte que te quedaras así...
— Temíamos que nos acusara— dijo.
— Yo no lo temía— admití—, ella me prometió que no lo haría y confiaba en ella... simplemente no quería que la lastimaras porque éramos amigos...
— Y tus intenciones eran buenas pero no salió nada bueno— dijo.
— ¿Y ahora qué hago?— dije muy triste.
— Hay que buscarla. No hoy porque no creo que tenga ganas de vernos— dijo—. Lo haremos después. O cuando ella quiera.
— Pero me siento muy mal ahora.
— Lo sé. Y odio que esto esté pasando... odio que estés triste. Pero lo solucionaremos, ¿De acuerdo?
— Está bien— dije sin entusiasmo.

De Amor Y Otras Cosas ImposiblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora