39. De preguntas incómodas y pijamadas

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Una pregunta rondó en mi mente el resto de la semana cada vez que veía a Dalton: ¿Cómo tenían sexo dos chicos? Pero aún más importante: ¿Era algo doloroso? Porque de ser así yo no quería nada.
Con eso preocupándome, no podía disfrutar de estar con Dalton. Él me notaba angustiado porque me miraba mucho (cosa que me ponía muy nervioso) pero yo le daba pretextos creíbles y no me hacía ninguna pregunta. Sin embargo tal y como su madre dijo, él estaba cada vez más cerca de mí y como si fuera algo natural, yo no me daba cuenta hasta que lo veía a mi lado. Tocaba ocasionalmente mis hombros, mi espalda o mi cabello y no me molestaba para nada porque parecía normal... hasta que una vez tomó mi mano con toda la intención de querer tocarla para llamar mi atención. Entonces llamé a Nancy para evitar el incómodo momento.

Ya en la escuela, eso me estaba distrayendo de verdad y no tenía a quién consultarle. Pensé en hablar con Jason porque ya lo había consultado antes y todo salió bien. Así que en el receso de clases le pregunté si podía pedirle un consejo. Me observó bastante sorprendido. Le dije con mucha pena y dificultad que tenía mucha curiosidad sobre cómo tenían intimidad dos chicos y que no entendí lo poco que investigué al respecto. Me miró pensativo un rato y me dijo que lo esperara un momento. Se fue.
Regresó con Evan.

Si había alguien más popular en toda la escuela además del presidente, era Evan. Él era el clásico chico rubio atractivo que todos querían porque era agradable y que siempre tenía una sonrisa en la cara. El tipo de chico que hacía suspirar a las chicas. Y si bien todos creían que era un cliché, realmente no lo era. Evan estaba saliendo con otro chico de la escuela, Jimi, otro amigo del presidente. Lo sabía porque ambos “usaban” el salón del consejo estudiantil y como yo solía pasar casi todo mi tiempo ahí, tuvieron que confiarme su secreto. Aún si yo hubiera querido decirle a toda la escuela que Evan iba a la sala del consejo a besarse con su novio, nadie me habría creído.

— ¡Emery, hola!— me dijo Evan muy feliz, tan brillante como siempre—, ¿Cómo va el consejo estudiantil? ¿Zac está atormentando a todos como siempre?
— Evan— le dijo Jason—, Emery tiene preguntas que creo que podrías responderle. Como yo no planeo hacer esto más incómodo de lo que ya es, me iré. Suerte.

Se fue. Me quedé mirándolo sin poder creerlo. ¿Me abandonó?
Miré a Evan. Parecía feliz, esperando a que yo hablara. Mi cara debió ponerse muy roja. ¡De ninguna manera podía hacer eso!

— ¿Estás enfermo?— me preguntó—, ¿Quieres que te lleve a la enfermería? Porque la profesora a cargo de ese lugar es mi prima.
— No, estoy bien— dije apenado.
— ¿Entonces? Jason dijo que debía explicarte algo. ¿Qué es? ¿Es sobre Zac? Porque si hizo algo tonto probablemente no fue su intención...
— Yo... tenía curiosidad... es que no sé cómo... y ella dijo...

Estaba demasiado confuso. Así que terminé soltando la pregunta de golpe.

— ¿Cómo tienen sexo dos chicos?— dije de la nada.

Lo observé. Me quería morir de pena. Él parecía sorprendido. Luego sonrió.

— En realidad es más fácil de lo que parece— dijo como si la pregunta no lo hubiera sorprendido—. Aunque se necesitan de ciertas condiciones.

Así, empezó a contarme muchas cosas que no entendí porque me sentía tan incómodo que no le puse mucha atención. Habló de condones, lubricantes y otras cosas que me confundieron y me hicieron pensar que definitivamente era más complicado de lo que pensé.

— ...pero realmente lo importante es que confíes en la otra persona— dijo—. Así podrán tener una buena comunicación y ver qué les gusta y cómo les gusta. Funciona mejor si estás muy muy enamorado aunque entiendo que muy pocas veces ocurre así... ¿Alguna pregunta?

Lo observé totalmente confundido.

— Eh... ¿Duele?— dije dudoso.
— No lo sé— dijo—. Realmente nunca he estado en esa posición. De hecho no me lo había preguntado hasta ahora. Estoy empezando a preocuparme por Jimi.

Recordaba a Jimi caminando por los pasillos tranquilamente, pequeño y esbelto, como si flotara. Imaginé que si alguien tan pequeño como él no tuvo problemas con eso (porque al parecer no le dijo nunca a Evan nada relacionado al dolor) era porque si se hacía bien, no debería haber ningún problema. Al menos eso me había dado a entender Evan.

— Creo que definitivamente voy a preguntarle— dijo él—. Sí, lo haré. Gracias, me gustó hablar contigo, fue muy revelador.

Se fue rápidamente. ¿No se suponía que íbamos a resolver mi problema, no el suyo?
Al menos algo bueno había salido de eso.

Por la tarde, me llevaron a casa de Dalton. Él estaba esperándome como siempre mientras parecía muy feliz. Quería mostrarme su álbum de fotos de la infancia así que decidí esperarlo junto a la piscina. Cuando llegué, ahí estaba su madre tomando el sol sobre una reposera. Al verme se quitó las gafas de sol y me dijo que me acercara a ella. Como parecía que no me quedaba otra opción, lo hice.

— Hola, hoy el día es precioso— dijo ella con una sonrisa.
— Lo es— dije un tanto tenso.
— No pareces muy feliz. ¿Te ocurre algo? Puedes contarme, soy buena escuchando los problemas de los demás. Principalmente porque tengo muchas amigas y todas se quejan de sus esposos. ¿Qué pasa con el tuyo?
— No es mi esposo.
— Porque tú no quieres. Porque es tan tonto que se casaría contigo si quisieras.
— Tenemos 17 años— dije.
— ¿Y? Yo me casé a esa edad, es perfectamente legal si tus padres te apoyan.
— No tengo padres— dije.
— Yo tampoco— dijo ella—. Fui huérfana toda mi vida.
— Lamento escuchar eso.
— Yo no, gracias a eso pude casarme joven— dijo feliz—. Pero tú no pareces querer casarte con mi hijo. ¿Le sucede algo? ¿Te hizo algo? Porque es atractivo pero no listo, seguramente ya lo sabes.
— No debería hablar así de su hijo— dije.
— Soy realista. De hecho ninguno de mis hijos es listo. Pero Dalton es más sensible de lo que parece. Y también muy tonto, dos cosas que no van bien de la mano porque podrían ocasionar problemas. Pero si quieres un consejo, te lo daré: cuando lo veas, míralo fijamente y tócalo. En cualquier parte, lo que importa es tengas contacto con él.
— ¿Eso para qué serviría?
— Sólo hazlo. Agradéceme después.

Se levantó y se fue. Esa mujer era muy extraña.
Entonces imaginé que la relación entre nosotros no podría ponerse más incómoda de lo que ya era y en vista de que me sentía desesperado, corrí detrás de ella.

— Disculpe, tengo que preguntarle algo— le dije.

Se detuvo y me miró mientras sonreía.

— Tú no te preocupes— dijo—. Sólo relájate y déjate llevar. Piensa en lo enamorado que estás y no sentirás otra cosa que no sea placer.

Luego siguió con su camino. ¿Por qué sabía que iba a preguntarle?
Empecé a sentir miedo de ella.

Dalton regresó.

— A Nancy le costó encontrar esto— me dijo—. Pero creo que valdrá la pena... ¿Estás bien?

Me había perdido en mis pensamientos. Lo miré.

— ¿Qué?— dije.
— ¿Me estabas escuchando?
— Sí, es sólo que... creo que ya debería irme a casa.
— ¿Tan rápido?— dijo.
— Tengo cosas por hacer.
— Odio cuando te vas— dijo molesto.
— Me gustaría quedarme, lo sabes pero no puede ser.
— Claro que sí— dijo—. Puedo pedirle a tu abuelo que te deje quedarte. Estoy seguro de que puedo convencerlo.
— No creo que me deje.
— Puedo intentar— dijo.
— Sí pero...
— Si dice que sí podríamos hacer una pijamada— dijo emocionado—, ¿No sería grandioso?

No supe qué decir. Porque básicamente no entendía qué pasaba.

— ¡Lo llamaré de inmediato!— dijo feliz.

De Amor Y Otras Cosas ImposiblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora