18. De ríos y riñones

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Lo seguí. Dalton entró al auto.

— Vamos, siéntate— dijo él mientras señalaba el asiento del conductor.
— No gracias— dije—. No sé absolutamente nada sobre autos y si en mi ignorancia le hago algo malo a tu bebé sé que nunca podría pagarlo aún si vendiera mi riñón.
— Por favor, exageras— dijo él—. Además tienes dos riñones.
— Los necesito para vivir así que omitiré actividades que puedan costarme dinero.
— Ya en serio, sube y te diré qué hacer.
— En verdad no quiero hacerlo.
— Emery, si aprendes a conducir podrías llevar al presidente de paseo algún día, cuando tengas un auto bonito y rápido como este.
— Nunca llevaré al presidente, no lo necesito— dije un tanto molesto por su insistencia.
— Sé más optimista, quizá le gustes algún día.
— Tú decías que me diera por vencido, ¿Por qué repentinamente me apoyas?
— Por lo visto no planeas renunciar a él— dijo Dalton pensativo—. Y ahora que te conozco mejor sé que no eres tan aburrido. Podrías seducirlo. Pero debes tomártelo en serio.
— No haré eso.
— ¿Entonces planeas seguir a su lado haciendo todo lo que te pide sin decirle cómo te sientes?
— No discutiré ese asunto contigo.
— ¡Pero es patético!
— Es mi asunto, no tiene nada qué ver contigo o con lo que hacemos. No es relevante— dije enojado—. Ahora llévame a casa.
— Iba a enseñarte a conducir.
— No importa, jamás tendré un auto de todas formas— dije enojado.
— Emery, que seas pobre ahora no significa que en el futuro no puedas comprarte un auto. Algunos no son tan costosos.
— No me refería al dinero.
— Si es porque no sabes nada de autos, la verdad no es tan difícil. Tú eres listo, aprenderás pronto...

Siguió hablando sobre conducción pero yo ya no estaba escuchándolo. Muchos recuerdos llegaron a mi mente y de repente ya no pensaba en nada más. Me sentía enojado y confundido. Él hablaba mucho, como si creyera que lo sabía todo. Como si todo tuviera una solución. Y no era así.

— Mis padres murieron en un accidente de auto— dije de la nada.

En realidad mis intenciones no eran decir aquellas palabras, debían quedarse en mi mente pero simplemente se me escaparon. Como si debiera decirlas. Miré a Dalton para ver su reacción y parecía consternado.
Recordé aquella vez cuando me encontró llorando. Me miraba de la misma forma, como si yo estuviera herido y no pudiera decir nada porque temía lastimarme más.
Sin embargo a comparación a esa ocasión en donde no supe qué decir, tenía las palabras adecuadas.

— No recuerdo a mis padres— dije—. Yo era un bebé. Así que no te sientas mal por mí, no estoy triste. No puedo llorarle a personas cuya cara conocí sólo en fotografías.
— Eso es aún más triste— dijo él en tono sombrío.
— No lo es, es mejor— dije—. No estoy herido, tanto que si quieres hacer una broma sobre eso no me enojaré.

Me miró y parecía enojado.

— ¿Quién bromearía con los padres muertos de un pobre huérfano?— dijo él enojado—, ¿En verdad parezco ese tipo de persona?
— No, para nada— dije un poco nervioso—, pareces del tipo feliz y yo... quería eliminar el momento tan incómodo que provoqué...
— Y creaste uno aún más incómodo en donde me veo como un monstruo insensible que bromea sobre huérfanos— dijo él.
— ¡Esa no era mi intención para nada!
— Emery, cuando le dices a alguien que tus padres murieron en un accidente de auto no debes esperar una broma, debes esperar comprensión y empatía.
— Pero yo no quiero nada de eso— dije enojado.
— ¿Por qué no?
— ¡Porque soy un huérfano que nunca ha tenido nada, ni siquiera unos padres y jamás ha esperado nada de nadie porque sé que si un día obtengo algo que me haga remotamente feliz será porque yo mismo me lo gané con mis propias manos, porque aún cuando tengo familia me he pasado la vida entera solo con mi abuelo sin que a nadie le interese mi bienestar, me he esforzado incluso más que sujetos como tú y no por eso mi vida ha mejorado así que decidí no esperar nada de nadie porque así no me sentiré decepcionado cuando vea que mis manos están vacías! ¿Quieres hablar de comprensión y empatía? ¡Búscate otra persona porque desde que te conocí sólo te has burlado de mí, te aprovechaste de mi situación y me juzgas por mis sentimientos hacia el presidente sin considerar cómo me siento, porque en el fondo lo único que te interesa eres tú mismo! ¡Así que no quieras darme una lección de moral o fingir que te he lastimado porque alguien como tú no sabe lo que es en realidad estar herido!

Casi me quedé sin aire. Había gritado todo eso, tanto que cuando por fin dejé de hablar, me sorprendí.
Dalton no me miraba, observaba el volante de su auto.
Entendí que dije muchas cosas, y algunas de ellas no se las había dicho nunca a nadie. Era la primera vez que salían de mi cabeza.
Había exagerado quizá, no lo sabía, nunca hablé con nadie de mí. Cada vez que pensaba en algo lo callaba y enterraba en lo más profundo de mi mente. El abuelo odiaba que me quejara, decía que eso sólo era un pretexto para no esforzarse y que no se ganaba nada sintiendo lástima por uno mismo.
Así que si algo me dolía, no lo decía.

Debí quedarme así. No entendía por qué le dije todas esas cosas a Dalton, muchas eran injustas. Él no se las merecía, aunque eso no me detuvo. Las escupí como veneno.
Me sentía terrible, demasiado confundido y avergonzado.
Necesitaba respirar lejos de él.

Me giré y me acerqué al río. Me senté en la orilla. No sabía qué hacer o qué decir.
Mi cabeza se sentía como si fuera a explotar, tenía miles de pensamientos girando sin parar y cada uno era peor que el otro. Cerré los ojos y me llevé las manos a la cabeza. Debía hacer algo pero, ¿Qué cosa? ¿Cómo arreglaba algo que no tenía sentido? Busqué en mi mente algo pero sólo conseguí desesperarme más. No sabía qué hacer además de mirar a Dalton para ver si la situación había cambiado. Me levanté de golpe y me giré para poder verlo cuando perdí el equilibrio. Debí retroceder un paso al girar y estaba tan cerca de la orilla que fue imposible que me diera cuenta de lo que pasaría.

Sentí el agua fría cubrir mi cuerpo. Al principio no entendía qué pasaba y no me moví hasta que abrí los ojos y todo era confusión, sólo podía ver agua a mi alrededor y sentía como si me succionara. Nunca aprendí a nadar, jamás sentí necesidad de estar cerca de tanta agua, imaginé que nunca estaría en peligro. Agité con temor mis brazos y piernas mientras trataba de respirar y mantener mi cabeza arriba pero la corriente me ganó y me arrastró un poco. En medio de mi confusión me sentí cansado y dejé de moverme. Sentí el agua por todo mi cuerpo, escuchaba el sonido de mi corazón latir muy rápido y de pronto ya no podía mirar nada más que una paleta de tonos fríos mezclados. No pude aguantar más la respiración y...

Por un instante todo se volvió oscuro.

De Amor Y Otras Cosas ImposiblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora