29. De ejercicio y reinas de belleza

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Al día siguiente, fui a la escuela en mi bicicleta. Aún me resultaba raro tener que pedalear. En tan poco tiempo me había acostumbrado al auto de Dalton. En realidad no podía ver nada sin relacionarlo con él. Todo me lo recordaba. Las cosas no estaban bien, era por eso. Debía hablarle.
Al mismo tiempo tenía miedo. No sabía de qué pero estaba asustado.

En el receso fui al consejo estudiantil. El presidente se veía menos triste que antes pero aún así yo sabía que no estaba bien.

— ¿Estás bien?— me preguntó.
— Sí— dije.
— Pareces triste.
— No, estoy bien— mentí.
— Necesitas comer algo delicioso— dijo—. Eso te animará. Espera aquí.

Se fue. Él era muy amable y antes esa simple acción suya me hubiera puesto muy contento pero no lo estaba. Su cortesía se sentía simplemente como eso, cortesía de parte de alguien que me estimaba.
El presidente regresó después de un rato. Llevó muchos dulces y chocolates. Los comimos juntos y eso me animó un poco.

— ¿Sabes qué me hace feliz cuando estoy triste?— dijo.
— ¿Qué cosa?— pregunté.
— Hacer ejercicio.
— ¿Qué?— dije.
— Ven, vamos a darle unas vueltas a la escuela— dijo muy decidido.
— ¿Por qué?
— Sólo hazlo, te hará bien.

Lo seguí pero realmente no sabía qué pasaba. Me parecía imposible que correr me hiciera sentir mejor.
Empezamos a correr, él era más rápido pero iba a mi mismo ritmo. Curiosamente, eso sí me hacía sentir mejor.

— Funciona, ¿No?— me preguntó—, es como huir pero sin hacerlo de verdad.
— ¿Huir de qué?
— De lo que te preocupa— dijo—. Casi parece que lo dejas atrás cada vez que corres... pero no es así, sólo tienes tiempo para pensar mejor las cosas.

Giramos en una esquina. Me sentía cansado así que me detuve. Me había quedado sin aliento. Mi corazón latía sin parar. Decidí sentarme un rato. Escuché unas voces. Imaginé que eran las chicas que solían reunirse ahí pero no, eran Dalton y sus amigos. Pasaron a mi lado. Pensé que él me ignoraría pero no, me miró cuando estuvo frente a mí. Nuestros ojos se encontraron. Él se veía confundido. Y yo quería hablarle. De verdad quería decirle algo, cualquier cosa, sin importar si ahí estaban esos otros chicos.
Pero no lo hice. Me daba miedo. Y también porque en ese momento apareció el presidente corriendo. Llegó a mi lado, al parecer ya le había dado toda una vuelta a la escuela.

— ¡Emery, hay que seguir!— dijo él y me tomó del brazo.

Me dejé llevar por él. No me giré para ver la cara de Dalton porque me imaginaba lo que debía estar pensando: yo otra vez estaba con el presidente. Debía creer que seguía enamorado de él. Y yo ya no podía desmentir eso, todo me tenía muy confundido.

Cuando creí que encontrarme con Dalton sería lo peor que podría pasarme, el presidente se detuvo porque apareció Gigi.

— ¿Por qué están corriendo?— nos preguntó ella.
— Tratamos de huir de nuestros problemas pero sin huir de verdad— le dijo el presidente.
— ¿Qué problemas? ¿Mi tía Jill sabe que tienes problemas?— le dije ella.

Ellos dos eran primos. La observé: era alta, rubia, bonita y muy simpática. Entendía por qué fue elegida como reina del baile de halloween. Era simplemente hermosa. Del tipo de chica que cualquier hombre debería querer. Habló un rato con el presidente. Yo les di su espacio porque no quería entrometerme.
Se despidieron. El presidente me alcanzó.

— Perdón por la demora— dijo—, ¿Seguimos?
— Creo que ya es suficiente para mí— le dije.
— ¿De verdad?
— Sí pero ahí está Evan, deberían correr juntos.
— Qué gran idea— dijo—, ¡Evan, deja eso y ven a correr conmigo!
— ¿Por qué?— dijo Evan, que estaba sentado hablando con otros chicos.
— ¡Por que yo lo ordeno!— le dijo el presidente.
— ¡Pero no quiero!— se quejó Evan.
— ¡Levanta tu trasero y sígueme!— le dijo el presidente.

Cuando pasó a su lado lo tomó del brazo y a Evan no le quedó de otra más que seguirlo. Laura apareció.

— ¿Qué hacen Zac y Evan?— me preguntó.
— Huyen de sus problemas sin huir— dije.
— Suena a algo que haría Zac— dijo ella—, ¿Evan estuvo de acuerdo con eso?

A lo lejos, Evan gritó “¡Estoy en el infierno!”.

— No— dije.
— Sí, ya lo sospechaba— dijo ella—. Pero nadie puede negarse a una petición de Zac. Simplemente es imposible decirle que no a ese hombre.

Se fue. Yo me quedé pensando en que esa era una de las cosas que me gustaban del presidente. Tenía tanta confianza en sí mismo que era abrumador. Yo jamás sería así. Lo admiraba mucho, él hacía cosas que yo nunca haría. Fue cuando comencé a cuestionar mis sentimientos. ¿Estaba enamorado o sólo lo admiraba?
Era complicado.

Regresé a casa por la tarde con esa misma pregunta rondando por mi cabeza. ¿Cuál era la diferencia entre amar a alguien y admirarlo?
Decidí dejar de pensarlo. Sólo me agobiaría a mí mismo.

Más días pasaron. El presidente lucía mejor. Todos hablaban de la fiesta de Dalton. Y eso me daba demasiada ansiedad. Su nombre estaba en la boca de todos, principalmente de las chicas. En mi salón de clases escuché una conversación de unas compañeras sin querer y me dejó un poco confundido.

— Letty, olvídalo, Dalton nunca se va a fijar en ti— le dijo su amiga—. Ya está con Gigi, todos lo saben.
— Quizá podría dejarla, todos saben que Gigi no es muy estable en sus relaciones— dijo Letty.
— No te ilusiones, eso no pasará. Nadie puede competir contra Gigi, es perfecta. Apuesto a que él está enamorado de ella.

Lo que me hizo pensar si era cierto. Es decir, todos decían que estaban juntos pero él me había dicho que le gustaba, así que al menos yo no sabía qué pensar.
Me negaba a creer lo que dijo. ¿Por qué él me preferiría antes que a Gigi? Ella era una reina de belleza según me había contado el presidente y yo no sabía mucho sobre relaciones pero sí había visto muchas películas y en todas los hombres preferían a la rubia bonita que ganaba certámenes de belleza.
Nadie elegía al chico raro que era secretario del consejo estudiantil. Al menos nadie debería, hasta yo aceptaba que podía ser muy aburrido a veces.

Decidí que lo estaba pensando mucho así que lo mejor era no hacerlo. Me concentré tanto en eso que no noté que Letty estaba parada frente a mí. Me observó.

— Emery, ¿Irás solo a la fiesta de Dalton?— me preguntó.
— Iré con unos amigos— dije un tanto confundido.
— ¿Puedo unirme a ustedes? Todas mis amigas se la pasarán con su pareja y... no quiero estar sola.
— Está bien— dije sin pensar.
— Entonces nos veremos allá— dijo feliz—, creo que no tengo tu número de teléfono, ¿Me lo darías?

Eso hice. Ya después me lamenté por haberlo hecho porque era otra cosa más que me ataría a esa fiesta a la que no quería ir. Casi parecía que el destino me estaba obligando a ir a esa fiesta y la verdad era que yo sentía que había una razón muy poderosa por la que debía estar presente pero no sabía cúal era.

De Amor Y Otras Cosas ImposiblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora