51. De calor y nudos en la garganta

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Me concentré tanto en sentir todo que no abrí los ojos para ver lo que pasaba. Cuando lo hice ambos estábamos desnudos. Él estaba sobre mí. Todo era tan abrumador que parecía un sueño. De repente acarició mis piernas y se sentía tan bien que no me preocupó. Hasta que las separó un poco. Mi mente al fin reaccionó y pensé inmediatamente en lo que debía pasar. No me asustaba... aún si era algo que podía llegar a dolerme. Sabía perfectamente que era una posibilidad pero al calor de mi cuerpo no le importaba en lo absoluto al parecer y yo ya me encontraba totalmente bajo su control.
Así que contra todos mis instintos, motivado por el placer que sentía, separé mis piernas. Él las acarició mientras se acomodaba en medio de mí.

Acercó su cuerpo más al mío. Yo estaba en llamas. Respirar seguía siendo mi prioridad.

— Emery— dijo él en mi oído—, voy a tocarte aquí...

No entendí a qué se refería hasta sentí sus manos en mi trasero. Morí temporalmente. Era demasiado vergonzoso. Pero no dije nada, sólo me dediqué a sentir. Era extraño. Entendía que antes de entrar en mí debía estar muy lubricado pero... aún así se sentía como... fuera de lugar. Algo muy ajeno a mí. Era simplemente demasiado qué procesar para mi mente. Y eso que sólo eran sus dedos tocando esa parte. No era doloroso... sólo un poco incómodo. Pero no quería que se detuviera. ¿Qué pasaba conmigo? Yo no era así. De repente me desconocí. Como si fuera otra persona. Pero no tuve tiempo para pensar en otra cosa porque Dalton me habló.

— Tranquilo, todo estará bien— susurró.

Mis brazos habían estado extendidos inmóviles a mis costados. En ese momento sentí unas ganas casi compulsivas de hacer algo con ellos así que los levanté y rodeé su cuello suavemente.
No estaba para nada tranquilo pero tampoco quería que se detuviera. Esperé que entendiera el mensaje con eso porque yo sentía un nudo en la garganta que no me dejaba hablar. Tampoco quería.
No había tiempo, yo no tenía oportunidad de ordenar mis pensamientos siquiera porque sentía cómo me tocaba y besaba y eso me descolocaba tanto que cualquier pensamiento quedaba interrumpido.
De repente dejó de tocarme. Abrí los ojos. Lo miré. Parecía como si acabara de jugar un partido... pero no, sólo había estado acariciándome.

—  Emery— dijo con mucho trabajo, como si fuera difícil—, yo voy... voy a... entrar pero... necesito que te... relajes un poco...

No tenía idea de cómo hacer eso. Creía que estaba relajado pero al parecer no. Imaginé que se refería a que dejara de lucir tan tenso pero no podía, mi cuerpo reaccionaba instintivamente a todo. Aún así me dediqué a regular mi respiración. Mi corazón latía muy rápidamente. Sentí cómo sujetó mis caderas.

— ¿Confías en mí?— me preguntó en un susurro cerca de mi oído.

Como sentía que no podía decir nada, sólo me abracé más fuerte a su cuello.

Él levantó mi cuerpo un poco y pronto sentí algo caliente y duro presionándose contra mí. Entré en pánico por un momento pero no dije nada. Tampoco me moví. Sólo cerré los ojos, respiré, traté de no angustiarme y me dediqué a sentir.

Lentamente, entró en mí. Fue extraño. No me dolió, simplemente fue una sensación rara. Pero por los ruidos que hizo, parecía que de verdad fue doloroso para él. No entendía por qué y estaba preguntándome eso cuando me habló.

— ¿E... estás bien?— dijo con dificultad, su respiración estaba muy acelerada—, ¿Te... te estoy lastimando?

No pero yo sentía que sí lo lastimaba a él.

— Estoy bien— dije en un susurro, aún seguía procesando la idea de todo lo que ocurría.
— Puedes... puedes decirme si... si te lastimo...

Estaba por preguntarle si todo se encontraba bien cuando se movió un poco y ahora sí sentí un pequeño espasmo doloroso. Fue tan repentino que no pude evitar soltar un quejido.

— ¿Estás bien?— preguntó preocupado.

Ni siquiera yo sabía esa respuesta. Pero como ese movimiento me sorprendió, me abracé con más fuerza a él. Debió asustarlo mi reacción.

— Lo estoy— dije en un susurro, me sorprendí a mí mismo al saber que sí podía hablar.
— ¿Está bien si me muevo?

Iba a responderle que sí cuando lo hizo. La sensación de él saliendo un poco y volviendo a entrar lentamente era simplemente indescriptible. Demasiado abrumadora. Muy estimulante. Mi mente era todo un caos. Traté de enfocarme en respirar. Cerré los ojos. Me dejé llevar. Fue un poco doloroso al principio porque yo aún no me acostumbraba a algo así... además él era muy grande. No lo sabía con exactitud porque todo estaba bastante oscuro y porque sólo me dediqué a cerrar los ojos y dejar que él hiciera todo pero por lo que sentía, casi podía asegurar que él era tan grande que no se encontraba totalmente dentro de mí porque no quería lastimarme.

Entonces procesé esa idea al fin. Él estaba dentro de mí. Dalton, la persona que me gustaba, que salía conmigo, que había dicho que me amaba, se encontraba en mí. Teníamos sexo como muchas otras parejas que se querían alrededor del mundo. Como si de verdad fuéramos novios. Como si yo le gustara en serio.
Y por primera vez me lo creí por completo. Yo sí le gustaba. Y en ese momento era totalmente suyo. Porque espiritualmente ya lo era pero no así... y se sentía genial.

El dolor dio paso al placer sin que me diera cuenta y muy pronto sentía que iba a enloquecer. Mi entrepierna estaba al borde de algo aunque yo no sabía qué.

— Emery... estás temblando— me susurró él.

No me había dado cuenta. Imaginé que eso debió ser preocupante pero aún así no se detuvo. Quizá no podía, en ese momento tal vez él tampoco tenía el control de su cuerpo.
Entonces sentí como si todo ese placer se acumulara... y exploté. Fue raro. Mi cuerpo se tensó así que me asuste y lo abracé con fuerza. Sentí perfectamente como ese líquido salió de mí. Dalton incluso se detuvo.
Quede oficialmente derrotado. Al parecer ese era mi límite. Quizá parecía demasiado pronto pero ya no podía más.
Dejé de abrazarlo porque mis brazos se sentían pesados.
Él se acercó más a mí y le dio un besito a mi mejilla. Me dijo que no me preocupara, que todo estaba bien.

No sabía cómo pero él siempre parecía saber qué decir. Como si supiera exactamente lo que necesitaba escuchar.
Me sentí muy feliz. Amado. Satisfecho. Cansado. Como si hubiera logrado algo importante.
Lo miré. Se veía borroso. Pero no era él, eran mis ojos. Estaba llorando.

— ¿Estás bien?— dijo angustiado.
— Estoy feliz— dije y le sonreí.
— Yo... también estoy feliz. Pero... debo de...

No entendí a qué se refería y no me dio tiempo de deducirlo.

— Lo siento pero debo moverme— dijo apresurado y con mucho trabajo.

Vaya que lo hizo. Fue repentinamente más rápido que al principio pero sin dejar de ser cuidadoso. Como yo aún estaba navegando entre tantas sensaciones placenteras, simplemente me dejé llevar. Se sentía bien. Muy bien. Hasta me sentí torpe por tener tanto miedo... porque eso se sentía como lo mejor del mundo. Y eso que aún no terminaba.

Porque la sensación de algo muy caliente dentro de mí apareciendo de la nada fue insuperable. Era raro pero de alguna manera... satisfactorio. Pude sentir perfectamente esa explosión. Dalton también tensó su cuerpo cuando pasó. Me quedé quieto sintiendo eso. Terminó. No sabía qué decir o hacer, estaba muy abrumado.

— ¡Perdón, no quería hacerlo adentro pero... perdón!— dijo él alterado.

Lo miré. Parecía hasta asustado. No entendí de qué hablaba. Hasta que entendí que se refería a su semen. Pero yo no le veía el problema.

— E... está bien... me... me gusta— dije bastante nervioso.

Me miró sorprendido. Se dejó caer sobre mí lentamente. Debía estar muy cansado.

— No digas eso— dijo muy cerca de mi oído—, es... demasiado sexy... tanto que voy a querer hacerlo de nuevo...

¿Quería que pasara otra vez? Yo no iba a sobrevivir a eso, con trabajo y no me desmayé en ese momento, no podía, era imposible... pero no dije nada. Quizá sí lo deseaba más de lo que quería admitir.

De Amor Y Otras Cosas ImposiblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora