64. De pájaros y caídas al río

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— Tal vez— admitió.

Intercambiamos miradas.

— Lo siento— dije.
— Está bien... realmente no es tan importante. Me imagino que tú no tienes problemas así. Tu abuelo debe adorarte.
— ¿Dalton te contó de mi abuelo?
— Sí, entre otras cosas. Sabe mucho de ti. Aún así dijo que ustedes no son precisamente amigos... ¿Por qué? Entiendo que deben mantenerse alejados para no levantar sospechas pero aún así podrían serlo en secreto. ¿Él no te agrada para nada? Porque es una persona muy simpática y agradable...
— Sé que lo es— dije.
— Pero aún así no quieres ser su amigo.
— Creo que no tenemos nada en común— dije.
— Quizá sí. Es más, hasta apuesto a que tú y yo tenemos cosas en común.
— Me parece imposible.
— Hay que intentarlo.

Seguimos hablando y efectivamente teníamos cosas en común, tanto que nos sorprendimos. Nos gustaban las mismas comidas, no sabíamos nadar, viajar en auto nos encantaba, odiábamos las tormentas, nos gustaban los pájaros, no sabíamos por qué el bosque uva se llamaba así y ella cayó una vez a un río.

— Tenia cinco años y casi me muero— dijo—. Por suerte papá me rescató. Desde entonces no me acerco a lugares así.
— Pero fuiste a la fiesta de Dalton— dije—. Y hay una enorme piscina en su casa.
— Me daba mucho miedo pero tenía que arriesgarme— dijo ella—. Dalton me había invitado y haría lo que fuera por él.
— ¿Por qué?
— ¿No es obvio? Me gusta. Aunque él le gusta a todo el mundo.
— Sí, eso creo— dije con inquietud.
— ¿Crees que yo le guste?

La miré atentamente.

— Eh... no lo sé— dije.
— Quizá debería preguntarle. Tal vez lo haga en nuestra cita. Aunque él la ha estado aplazando mucho. Creo que es porque está ocupado.
— Ser estudiante de último año es difícil— dije.
— Sí, graduarse debe ser lo único que les importa. Aún así... ¿Crees que yo tenga una oportunidad?

La miré sin saber qué decir. Porque no era una mala persona en lo absoluto. Pero yo quería a Dalton, no podía decirle que lo intentara porque... simplemente pronunciar esas palabras iba a ser doloroso... yo creía que ella era hermosa y amable pero... Dalton debería estar conmigo. Al menos eso deseaba.

— Probablemente— dije.

Me sonrió.

— Sí, tal vez no soy Laura pero... sé que tengo muchas cosas buenas. Deberíamos hacer esto más seguido.
— ¿Qué cosa?— dije confundido.
— Hablar. Me inspiras confianza, es raro porque generalmente nadie me agrada tanto sólo de conocerlo. Así que deberíamos hablar de nuevo algún día.

Pensé que sólo estaba siendo amable. Fuimos con Dalton después. Se sorprendió al vernos juntos. Regresamos al auto (no habían muchas personas en la escuela así que no hubo ningún problema). Él se ofreció a llevarnos a nuestras casas. Gigi aceptó. La dejamos ahí. Luego Dalton dijo que deberíamos ir a su casa.

— Me pregunto qué deberíamos hacer— dijo pensativo.
— Pensé que estabas cansado.
— Cuando se trata de ti nunca estoy lo suficientemente cansado. Sinceramente ya quería verte. Lo he deseado todo el día...
— ¿De verdad? ¿Tanto te agrado yo?

Me observó de reojo.

— Creí que te estaba haciendo sentir muy amado— dijo—. Al parecer no he hecho un buen trabajo.
— No me refería a eso, es sólo que...
— Está bien, tenemos mucho tiempo. Así que iremos a mi casa y te recordaré que no hay nada que yo no haría por ti... para que no lo olvides.

Eso hizo que mi cara se pusiera muy roja.

— No... no hace falta— dije nervioso.
— Yo creo que sí. Porque piensas que me agradas y no es así. Emery, de verdad estoy muy muy enamorado de ti y es extraño que no lo sepas.
— Es que sigue pareciendo muy imposible... porque todo el mundo te quiere y... de todas las personas deberías haber elegido a alguien como tú...
— Pero no elegí. Tú eres mi única opción. Así que llegaremos a mi casa, nos quitaremos la ropa y te mostraré suavemente el por qué estoy tan enamorado de ti que seguramente no volverás a pensar en algo como eso...

Dalton había estado recibiendo muchos consejos de su rara madre que funcionaban. Pero de verdad lo hacían. En esa tarde después de tener sexo dos veces, olvidé cómo me llamaba. Sólo podía pensar en las sensaciones que todavía recorrían mi cuerpo.
No sabía sí él se estaba volviendo cada vez más bueno... o yo me estaba enamorando de verdad. Pero ya no me importaba. Todo salía bien así que imaginé que mientras funcionara, podía dejarlo así.

Al día siguiente me encontré a Gigi en el receso. Pensé que me ignoraría pero se acercó a mí.

— Mira esto— dijo mientras me ofrecía una hoja.

Era una fotografía.

— Esta niñita mojada soy yo— dijo ella—. De esa vez cuando caí a un río. La vi en la mañana y pensé que definitivamente debía enseñártela. Mi papá la tomó no sé por qué. Parezco uno de esos perros esponjados que cuando se mojan quedan todos aplastados.

Me reí un poco. Luego la miré. Me veía sorprendida.

— ¡Oh por dios, sabes reír!— dijo aún sin poder creerlo.
— Sería raro que no pudiera— dije un poco apenado.
— Deberías hacerlo más seguido.
Tendrías más amigos de esa forma. Lo que necesitas es divertirte más y yo sé qué deberíamos hacer.
— ¿Qué cosa?— dije con interés.
— Aprendamos a nadar— dijo ella—. Tú no sabes y yo tampoco, sería útil poder aprender. Hay una piscina cerca de mi casa y siempre he querido ir pero no me gustaría hacerlo sola... además le he dicho a todos mis conocidos que sé nadar porque no quería verme patética... así que no le digas a nadie. Pero es algo que deberíamos hacer. Harry podría llevarnos.
— No creo que sea una buena idea.
— Claro que sí— dijo ella—. No podemos depender de otros para que nos salven si un día caemos a un río. Es momento de dejar de ser patéticos. Así que después de que tú practiques tu cosa esa aburrida con mi hermano, iremos a aprender a nadar.

Se fue. No pude decirle que no. Pensé que seguramente se le olvidaría en la tarde pero no, apareció cuando yo iba a irme.

— Harry, debes llevarnos a nadar— le dijo ella.

Harry la miró con curiosidad.

— ¿Por qué?— le dijo él—. Además tú no sabes nadar.
— Por eso, Emery y yo iremos a aprender. Además Tony sabe y seguramente va a querer ayudarnos.

Tony nos observó.

— No... no soy un buen maestro— dijo con su carita roja.
— Claro que sí— dijo ella—, ¡Así que todos al auto, iremos a la piscina!

No pude escapar aún cuando lo intenté. De alguna manera que no comprendí cómo, terminé en medio de una piscina para aprendices con Gigi.

— No puedo creer que accedieras a hacer esto— me dijo Harry.
— Yo tampoco— dije.
— Al menos deberías tratar ya que estás aquí— dijo él—. Saber nadar es útil. Gigi cayó una vez a un río y...
— Sí, me contó la historia— dije—. Hasta me mostró la fotografía.
— ¿Lo hizo? Qué raro. Ella se siente tan avergonzada que jamás se la enseña a nadie— dijo Harry pensativo—. Creo que tú le agradas de verdad.
— Quizá— dije.
— Creo que es bueno que quiera ser tu amiga.
— No creo que seamos amigos— dije.

Gigi me gritó desde el otro extremo de la piscina.

— ¡Emery, ven aquí, Tony nos enseñará una técnica especial!

Dije que iría. Harry me observó.

— Claro que son amigos— dijo él feliz como si fuera obvio.

De Amor Y Otras Cosas ImposiblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora