10. De sentimientos y pensiones

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Me pasé todo el día molesto. Dalton tenía razón y eso era lo que me frustraba tanto. No quería que alguien como él supiera más que yo.
Pensé en sus palabras detenidamente y aunque era doloroso de aceptar, él nunca dijo nada que fuera absurdo. Yo entendía perfectamente lo que dijo y sabía que no quería herirme pero... no pude evitar sentirme muy lastimado.

Por la tarde fui a casa en mi bicicleta. Hice mis deberes en silencio mientras pensaba. Odiaba sobre analizar lo que pasó pero ya era muy tarde para detenerme. Llegué a la conclusión de que efectivamente todo mi esfuerzo era en vano. El presidente nunca valoraría lo que yo hacía por él. Al menos no como yo quería que pasara. En un mundo perfecto él descubría que si yo podía hacer todo eso siendo sólo su amigo, podría darle el mundo entero si me dejaba hacerlo feliz. Al menos así me sentía. En realidad no tenía nada para ofrecerle más que mi disposición a realizar tareas que él no podía hacer. Y aunque él me lo agradecía sinceramente, no era suficiente para mí. Nunca lo sería.

La verdad era que él ya quería a alguien más y podía apostar a que esa persona no tenía que hacer cosas que no quería para impresionarlo.
Bastaba con ser sí mismo.
Y esa era la realidad: nunca sería él.
Debía dejar de hacerme eso.

Le había prometido a Laura superar al presidente pero decirlo fue mucho más fácil que intentarlo.

No volví a ver a Dalton hasta después de una semana cuando me lo encontré en un pasillo. Él iba charlando animadamente con otros chicos. Al pasar a su lado me observó pero yo pretendí que no lo vi.
Sabía que él no dejaría a sus amigos para saludarme pero no quise arriesgarme. Además no sabía qué podía decirle. Tenía razón en todo pero no quería dársela. No había herido mi orgullo (aunque sí mis sentimientos) y no estaba particularmente enojado con él pero sí con la situación.
Yo debía parecerle demasiado torpe en cuestiones amorosas.
Lo era, no tenía experiencia para nada en ese tema.
El presidente era mi primer amor y no sabía cómo lidiar con esos sentimientos no correspondidos.

Para hacerlo peor, él se mostraba muy amigable conmigo. Su humor era excelente y se veía más radiante, como si iluminara todo a su paso. Me perdía cuando lo veía y entonces cuando reaccionaba descubría que había aceptado hacer alguna cosa por él que no me gustaba. Estaba hipnotizado totalmente y aunque sabía que no era correcto, lo seguía haciendo porque no podía detenerme. O mejor dicho, no quería.

Una tarde varios días después de que me encontré con Dalton en el pasillo, el presidente necesitó unos antiguos registros que estaban en la biblioteca. Fui por ellos. La bibliotecaria se tardó en encontrarlos y la esperé varios minutos. En eso llegó Dalton con otras personas. Pensé que me ignoraría pero no lo hizo, se acercó a mí. Traté de pretender que no lo conocía pero él me habló.

— Hey— me dijo animadamente—, ¿También tienes proyectos pendientes?

No le respondí.

— ¿Vas a pretender que no me conoces?— dijo.

No dije nada. Él esperó a mi lado unos segundos.

— ¿Sigues enojado conmigo?— preguntó.

Nuevamente me quedé en silencio.

— No quería lastimarte— dijo—. Sé que lo hice pero... en veces la verdad puede doler. No puede evitarse.

Seguí mirando al frente y deseé que la bibliotecaria se diera prisa.

— Sin embargo también es liberadora— agregó él—. La verdad te vuelve libre.

Lo miré sin entenderlo. Él me veía también.

— Es decir— dijo—, ahora que sabes la verdad puedes liberarte de la mentira. Podrías empezar de nuevo. Ya sabes, amar otra vez.

Iba a decirle que se callara y me dejara en paz cuando miró algo detrás de mí y yo me giré por instinto. Era el presidente.

— Hola Dalton— le dijo él, luego me observó—, vine porque ya te estabas tardando.

Me quedé estupefacto mirándolo.

— La bibliotecaria se está tomando su tiempo— le dije un poco confundido.
— ¿Tanto?— dijo el presidente—, ¿Qué hace, fabrica los libros? Iré a ver qué pasa.
— ¿Y si se molesta?— le preguntó Dalton.
— No puede molestarse, me adora. Haría lo que fuera por mí— dijo el presidente.
— No es la única— dijo Dalton.

El presidente se fue a buscar a la bibliotecaria. Yo entendí que el último comentario de Dalton era para mí y que significaba una cosa: sabía que yo seguía hipnotizado por el presidente.
Me sentía tan avergonzado por eso que nuevamente traté de evitarlo. Fueron sólo dos minutos pero yo los sentí como una eternidad. El presidente llegó con la bibliotecaria. Ambos traían una pila de registros enorme en los brazos. Se acercaban lentamente. En un movimiento rápido Dalton se acercó pretendiendo que tomaría un libro del escritorio detrás de mí pero en realidad lo hizo para susurrarme una cosa:

— No te hagas esto— dijo y luego se fue.

Me quedé muy sorprendido. Lo miré irse con sus amigos.

— Emery, toma los de la señorita— me dijo el presidente interrumpiendo mis pensamientos.

Lo hice. Luego salimos de ahí. El presidente empezó a contarme sobre cómo la bibliotecaria lo estimaba mucho pero no le puse atención. Mi mente empezó a divagar alrededor de lo que dijo Dalton. Aún no salía de mi asombro cuando el presidente lo mencionó.

—... no sabía que conocías a Dalton— dijo—. Es un gran sujeto. Juega muy bien basquetbol. Es una lástima que en la escuela le vaya tan mal. He intentado abogar por él con algunos profesores porque no es de esas personas perezosas que no hacen nada. Se esfuerza en verdad. No sé por qué le va tan mal en los exámenes pero ojalá pueda graduarse.

No dije nada, sólo lo observé muy confundido.
Lo seguí de cerca.

El presidente no era del tipo de persona que soltaba halagos constantemente. Ganarse su estimación era algo básicamente imposible, era un hombre perfeccionista y disciplinado. Solía encontrarle defectos a todo y tenía estándares muy altos. Sin embargo cuando algo lograba impresionarlo lo admitía y lo celebraba. Me sorprendió que tuviera a Dalton en tan buen concepto.
Pensé que era porque a comparación conmigo, el presidente lo conocía mejor puesto que habían jugado en el mismo equipo de basquetbol un par de veces. El presidente aún jugaba con ellos de vez en cuando si tenía tiempo libre. Todos decían que era un buen jugador, y si él decía que Dalton lo era entonces debía creerle. Siguiendo la misma lógica, si el presidente pensaba que era una pena que a Dalton le fuera tan mal era porque consideraba que no se lo merecía.

Yo no solía ser muy prejuicioso pero la primera impresión que Dalton me dio fue terrible. No parecía alguien que valiera la pena, aunque lo cierto era que no le di oportunidad de demostrarlo. Además me ofreció su ayuda en San Valentín y no me había sobornado aún cuando con eso hubiera conseguido mi ayuda. Y él más que nadie la necesitaba desesperadamente.

Ese incidente había cambiado por completo la percepción que tenía de las cosas.

Y ya hacía días desde que pensé de qué forma podría ayudarlo sin que nos descubrieran. Porque era posible, poco ético pero posible.

Entendí que lo que me detenía de aceptar su oferta era que no me había gustado la forma en la que descubrió mi verdadero ser.
Me sentía avergonzado por eso y al mismo tiempo herido.

Seguí pensando en eso el resto del día. Lo consideraba pero también lo desechaba. No era ético.

Por la tarde cuando la cena ya estuvo lista, fui a buscar a mi abuelo a su habitación y no lo encontré a él pero sí a unos documentos en su escritorio sobre su pensión. Por lo que pude deducir decía que le reducirían el dinero y eso me aterró por completo. El papel estaba fechado un mes atrás pero nunca me dijo nada.

Decidí cuestionarlo sobre eso durante la cena.

— No es importante— me dijo.
— Sí lo es— dije—. Necesitamos ese dinero. Debías decirme.
— No te dije porque no quiero que te distraigas. Concéntrate en tus estudios. La universidad ya está a la vuelta de la esquina.
— ¿Cómo quieres que me concentre si no sé si podremos pagar la universidad?
— Por supuesto que podemos— dijo él tranquilamente.
— ¿Y cómo?
— Encontraré la manera— dijo él—. Pero no dejarás la escuela. Tenemos un plan, ¿Recuerdas? Nada hará que no pase. Confía en mí. Las cosas saldrán bien.

De Amor Y Otras Cosas ImposiblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora