78. De sillas rotatorias y enemigos públicos

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Como todo ocurrió en la escuela y a la mitad del patio, el consejo debía investigar qué pasaba y como el presidente no estaba de humor para lidiar con escándalos, se lo dejó a Harry. Él se lo tomó en serio porque se trataba de Gigi, la hermana de su mejor amigo. Primero le preguntó qué pasó a ella y aunque Gigi debía odiarnos mucho, nos tuvo mucha consideración aún si no nos la merecíamos. Dijo que ella y Dalton terminaron y que eso fue todo. Que yo estaba ahí porque me enteré de que planeaba golpearlo y que traté de detenerla porque mi trabajo como miembro del consejo estudiantil es evitar problemas.
Harry se lo creyó. Después ella y Dalton fueron llamados a la oficina del director y él les dijo que las relaciones sentimentales estaban prohibidas y que si las tenían debían evitar ese tipo de problemas. Después de esa advertencia los dejó irse. Como fue algo muy personal no les pidió explicaciones, sólo les pidió que eso no volviera a repetirse.

Me reuní con Dalton detrás del gran árbol en un espacio entre clases. Decidimos buscar a Gigi. Pero no estaba en su grupo.

— Ella no le dirá a nadie sobre los exámenes— dije—. Estoy seguro.
— Pero su tía es la profesora Lucille.
— Si quisiera arruinarnos hubiera empezado revelando nuestra relación— dije—. Pero no lo hizo. Hubiera sido una forma de vengarse. Pero es muy considerada.
— Además a estas alturas las calificaciones básicamente ya no se pueden cambiar, ¿Cierto?— dijo.
— Faltan sólo unas cuantas semanas para la graduación, no creo que se puedan cambiar.
— Entonces no es un riesgo... tampoco si hubiera hablado sobre nosotros. A mí lo que piensen los demás ya me da igual... aunque ahora me imagino que cualquier cosa sería mejor que lo dicen de mí.
— ¿Qué dicen de ti?
— Los rumores me tienen como un patán desgraciado que hirió a Gigi. Al menos no saben qué hice porque si no en este momento sería el enemigo público número uno de esta escuela. Técnicamente le fui infiel.
— Ustedes no tenían una relación— dije—. Tú tampoco le diste esperanzas sobre eso...
— Viéndolo de ese modo también es un poco su culpa. No debió dar por hecho esas cosas... aunque todos lo hicieron también...
— Hay que explicarle— dije—. Si es que logramos encontrarla.

En un pasillo nos encontramos con la profesora Lucille.

— Hola chicos— dijo ella—, ¿Qué hacen aquí?
— Buscamos a Gigi— dije—, ¿La ha visto?
— ¿Por qué? ¿Otra vez está en problemas?— dijo ella preocupada—, porque a su mamá no va a gustarle...
— No, no es por eso— dije—. Sólo quería que... ella y Dalton hablaran. Para que todo quedara en paz entre ellos.
— Qué bien— me dijo ella—. Qué considerado de tu parte el querer ayudarlos.
— Sólo quería poder hacer algo— mentí.
— Y yo creo que ella lo necesita— dijo la profesora—. Ha estado tan triste que me pidió poder quedarse un momento en la enfermería.
— ¿Entonces está ahí?— dijo Dalton.
— Así es— dijo ella.
— Iremos— dije.
— Buena suerte entonces— dijo.

Nos fuimos. Llegamos a la enfermería. La puerta estaba abierta. Ella se encontraba sobre la silla rotatoria, girando. Al vernos entrar se detuvo.

— ¿Qué quieren, mentirosos?— dijo molesta.
— Necesitamos hablar— dijo.
— No gracias, no necesito saber los detalles de sus mentiras— dijo.
— Antes que nada queremos disculparnos— dije—. No te merecías que eso pasara. Tampoco era nuestra intención que las cosas se volvieran así.
— Principalmente porque yo no tenía ninguna intención de salir contigo— le dijo Dalton.
— Ya me di cuenta— dijo ella.
— Es sólo que temíamos que fueras a acusarnos si te rechazaba— le dijo Dalton—. Pero de no ser por eso no lo hubiera hecho porque jamás quise jugar contigo o usarte. Simplemente deseaba ser amable contigo. Pero luego esos rumores empezaron a decir que estábamos juntos y todo el mundo lo creyó... hasta tú al parecer.

Gigi desvío su vista al suelo.

— Admito que debí preguntar qué pasaba entre nosotros— dijo ella.
— Sí, también es tu culpa— dijo él.
— ¡Dalton!— le dije molesto.
— Es la verdad— dijo él—. También es un poco su culpa, no voy a mentirle.
— ¿Entonces no planeaban que yo fuera la novia falsa que cubriera su relación?— dijo ella.
— ¿Qué?— dijo Dalton.
— Nunca quisimos escondernos— dije—. Pero no podíamos estar juntos por que si no levantaríamos sospechas sobre lo de los exámenes.
— Si por mí fuera, le diría a todo el mundo que Emery es mi novio— dijo Dalton.
— Sí, me di cuenta de eso cuando los vi besarse— dijo ella un tanto triste.
— De verdad lo siento— dije—. No quería engañarte. Pero le pedí a Dalton que no dijera nada porque temía lastimarte. Me agradó que me consideraras tu amigo porque jamás había tenido una amiga... y pensé que como faltaba poco para la graduación no tendrían que decirte nada y por lo tanto no te herirían...
— ¿Entonces Dalton iba a decirme que todo acabaría porque se graduaría y se iría?— dijo ella.
— Algo así— dije.
— Pudo funcionar— dijo ella—. Yo lo habría aceptado... al menos no me sentiría tan estúpida como ahora.
— No eres estúpida para nada— dije.
— Así me siento cuando los veo— dijo ella—. Ojalá pudieran sentirse igual. Porque si me hubieran dicho lo que pasaba desde el principio los habría apoyado. Serían mi pareja favorita. Pero ahora no puedo dejar de verlos sin preguntarme si tenían sexo mientras yo creía como idiota que salía con Dalton...
— Sí teníamos— dijo Dalton—, y mucho.
— ¡No tenías por qué decir eso!— dije avergonzado.
— Sólo soy honesto— dijo Dalton—. Ese fue el problema desde el inicio así que ahora ya no hay que mentir para nada.
— ¡Pero tampoco necesito que sean tan honestos!— se quejó Gigi.
— Pues tú preguntaste— le dijo Dalton.
— Nunca lo hice— dijo ella—. Mejor ya váyanse. Y pueden irse tranquilos, no planeaba decirle a nadie lo de los exámenes antes y menos lo haría ahora.
— Sabía que no lo dirías— le dije—. Siempre confíe en ti.
— Pero no tanto como para decirme que te besabas con él— dijo ella.
— Lo siento— dije avergonzado.
— Éramos amigos— dijo ella—. Tú eras mi único amigo de verdad de hecho. Pensé que me contabas todo...
— De verdad lo lamento— dije triste.
— Sólo váyanse— dijo ella—, porque no sé cómo es que empezaron a salir juntos, temo que en algún momento vayan a decírmelo y sospecho que su historia de amor sólo va a hacerme sentir más miserable de lo que ya soy.
— Pero... está bien— dije.
— ¿Entonces no dirás lo de los exámenes?— le dijo Dalton.
— No, pueden estar seguros. Pero aléjense un poco de mí. Necesito mi espacio.
— Te lo prometemos— dijo Dalton—, Emery, hay que irnos.
— De acuerdo— dije sin mucho entusiasmo.

Nada más nos dimos la vuelta y la profesora Lucille apareció.

— Hola— dijo—, vine a ver cómo está todo.
— Bien— dijo Gigi.
— Sí, nosotros ya nos íbamos— dijo Dalton.
— Ya veo— dijo la profesora.

Nos despedimos y salimos. Me sentía un poco mejor pero aún me dolía haberla perdido como amiga. Porque era obvio que ya no lo éramos y aunque mi objetivo al ir ahí no era recuperarla sino disculparme, dolía. Sin embargo una parte de mí sí albergaba la esperanza de que me perdonara. Tal vez lo haría porque era muy amable pero eso no significaba que iba a quererme cerca. La entendía. No me gustaba pero comprendía todo.

— No te preocupes— me dijo Dalton—. Todo estará mejor. Ella necesita unos días. Ya sé qué te hará sentir mejor. Hay que ir a mi casa después de clases. Necesitamos relajarnos junto a la piscina.
— No sé si debería...
— Pediremos una tarta— dijo él.
— Está bien, ya me convenciste— dije.

De Amor Y Otras Cosas ImposiblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora