46. De llaves y balones

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Los días pasaron y mi relación con Dalton parecía un cuento de hadas. Al menos así me sentía, como en medio de uno. Aunque estar separados en la escuela era difícil porque sabíamos que podríamos estar cerca pero no lo estábamos. Sin embargo Dalton dijo que podríamos quedarnos en nuestro salón de clases y hablar por teléfono para no extrañarnos.
Yo me conformaba con eso, con poder escuchar su voz y creía que era suficiente como para vivir mil años. Pero ese día todo cambiaría.

Me encontraba en el salón con mis auriculares en mis oídos planeando el siguiente examen que sería en los primeros días de Mayo cuando Dalton dijo que el reporte del clima decía que llovería por la tarde.

— Está bastante nublado— dije—, es extraño porque se suponía que debía estar soleado.
— Eso arruinó mis planes de ir a festejar a la piscina— se quejó él.
— ¿Qué vas a festejar?
— Tendremos un partido hoy, espero que no lo hayas olvidado.
— Pero será amistoso— dije.
— Aún así ganaremos y yo planeaba usarlo como pretexto para llevarte a mi casa.
— No necesitas un pretexto para eso— dije.
— Iba a pedirte que te quedaras a dormir.
— Entonces el pretexto era para mí abuelo.
— Exacto— dijo.
— ¿Crees que la lluvia arruine tu partido?
— No, según mi teléfono lloverá hasta alrededor de las 5:00 pm. Deberías ir a verme jugar.
— Estaré ocupado— dije—. Tengo que terminar un proyecto de equipo. Además no sé nada de basquetbol.
— Yo podría enseñarte.
— Me gustaría— dije.

Eso último me hizo muy feliz. Me quedé en silencio unos segundos.

— ¿Qué estás haciendo en este momento?— pregunté.
— Mi tarea de estadística.
— ¿Por qué no la hiciste en tu casa ayer?
— Porque hablé contigo por teléfono en la noche y quería que fueras lo último que rondará mi mente antes de dormirme.
— Qué... romántico— dije con desconfianza—. Apuesto a que ya has dicho eso antes.
— Claro que sí— dijo—. A mi abuela. Hace años. Pensé que ella sería la última persona con la que querría hacer algo así... entonces apareciste tú.
— ¿Eso es cierto?
— Por supuesto— dijo—. De verdad no hice mi tarea porque odiaba que mi último pensamiento antes de dormir fueran números. Fue una idea brillante porque hasta soñé contigo.
— ¿Conmigo? ¿Y qué hacía yo en tu sueño?— dije.

Se quedó en silencio unos segundos.

— Pues... cosas— dijo—. No te aburriré con los detalles... además mira la hora, ya casi termina el receso y no he terminado... te hablaré luego.

Terminó la llamada. Eso me pareció extraño pero no le di mucha importancia.
Por la tarde salí y me fui a casa solo porque Dalton debía quedarse para practicar antes del juego que sería hasta las 4:00 pm.

Yo decidí darme un baño antes de ir a reunirme con los demás para hacer el proyecto. No era nada complicado.
Estaba buscando mi ropa limpia cuando encontré la cajita con cosas que me regaló la madre de Dalton. La abrí. Encontré el manual de Nancy para usar el enema. Entonces por alguna razón que jamás entendí por qué, pensé que era una buena idea tratar de usarlo. Imaginé que no debía ser tan complicado. Además el manual era muy específico.

Sin embargo yo no contaba con que me podría nervioso y entraría en pánico varias veces. Me daba mucha ansiedad la sensación de algo dentro de mí y no se suponía que así debían ser las cosas. Es decir, si el enema me ponía nervioso, ¿Cómo es que yo le haría para tener sexo con Dalton? Porque era algo que quería hacer pero no imaginé que el proceso sería tan complicado. Sin embargo según el manual, logré hacer el enema con éxito. Aunque seguía sintiéndome raro. Definitivamente no era bueno hacerlo antes de salir. Pero no podía faltar en ese proyecto.
Sintiéndome un poco incómodo aún, salí de mi casa a reunirme con mis compañeros de equipo.

De Amor Y Otras Cosas ImposiblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora