6. De sonrisas y súper villanos

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Entendía que era demasiado raro que me gustara el presidente, aunque le gustaba a muchas personas. Laura había estado enamorada de él también hacia meses (ellos dos eran amigos cercanos) y quizá por eso confiaba en ella en ese aspecto. No éramos precisamente amigos pero era agradable saber que alguien entendía lo que era querer a una persona que nunca iba a amarte.

Zac estaba saliendo con alguien. Me lo dijo de una manera muy repentina, yo no tenía idea siquiera de si le gustaba una persona. La verdad era que no existía una razón por la que yo debiera enamorarme de él, no éramos amigos. Él tenía su grupo de amigos y yo sólo lo veía en las reuniones del consejo estudiantil. Nunca me consideré su amigo aunque siempre lo observaba. Sabía mucho de él.

Siempre se vestía elegantemente, solía tener el cabello impecablemente peinado, cuando caminaba por los pasillos todos lo dejaban pasar porque lo respetaban. Siempre sabía qué decir en sus discursos. Era todo un político y no era para menos, su padre era candidato a alcalde de la ciudad y después de la graduación él seguiría ese camino también. Era un genio, sus calificaciones eran perfectas. Solía parecer serio y muy profesional pero al mismo tiempo tenía una sonrisa encantadora. Al menos a mí me lo parecía.

Estaba demasiado enamorado de él. Por eso cuando me dijo que salía con alguien, sentí que casi me moría. Fue como si me arrancara el corazón y lo arrojara a la basura. Aunque él nunca quiso lastimarme, estaba seguro de que me estimaba. Simplemente no sabía que yo sentía algo por él. En realidad nadie lo sabía. Yo pretendí tan bien que me quedé con mis propios sentimientos.

Y al parecer así sería por siempre.

Lo peor era que nunca dije nada porque pensé que era imposible que tuviera una oportunidad con él. Ambos éramos hombres y él no parecía del tipo de persona que pudiera considerar ese tipo de cosas.

Error. La persona con la que salía se llamaba William y era varios años mayor que él, trabajaba como médico en el hospital general de la ciudad capital vecina.

Solía pensar mucho en eso por aquellos días. El ciclo escolar empezó en Agosto. Y estábamos en Febrero. Laura me dijo que Zac y su novio empezaron a salir en Enero. Si yo le hubiera dicho mis sentimientos antes, en todos esos meses que él estuvo disponible, quizá las cosas serían diferentes.

O quizá no. Laura me dijo que Zac estaba muy enamorado de su novio.

Pero ya no importaba. Yo había perdido toda oportunidad y para colmo era de las pocas personas que sabían que Zac salía con alguien. Y lo que era aún peor: Él me contaba sobre su novio. Adoraba hablar de él.
Yo debía tragarme mis sentimientos mientras escuchaba cómo hablaba de lo genial que era Will (así lo llamaba).

Entendía que ya nada me quedaba por hacer... ¿Entonces porqué seguía ofreciéndome a hacer sus cosas? ¿Por qué seguía ayudándolo ciegamente aún cuando yo también tenía mis propios asuntos? No era que no quisiera ayudarlo, la realidad era que no tenía tiempo y aún así me ofrecía a tratar de hacer su vida más fácil. Era como si me hubieran hipnotizado.

Debía detener eso. Aunque antes debía organizar el horario de actividades para los ponentes del próximo festival.

Hacerlo fue todo un reto. Me pasé el día entero tratando de hacer encajar todas esas conferencias y eventos.

El día estaba terminando. Recordé que debía pegar unos carteles sobre las actividades del festival que sería en un par de días. Lo hice durante un tiempo libre. Estaba ajustando un cartel en la pared cuando unas manos me ayudaron a sostenerlo. Miré y descubrí que era el presidente.

— Sé que no te gusta pero no está tan mal pedir ayuda de vez en cuando— me dijo con una sonrisa.

Fue como si esa sola sonrisa iluminara todo mi día.

— No quería molestar a nadie— dije un poco abrumado, él estaba muy cerca de mí.
— A mí tampoco me gusta pedir ayuda— dijo él—. En ese aspecto somos muy parecidos. Aunque a mí sí me gusta molestar a la gente. Cada vez que alguien sufre por mi culpa siento que rejuvenezco un poco. Soy como una especie de súper villano.
— Los villanos no ayudan a las demás personas— dije.
— Si alguien les agrada estoy seguro de que lo hacen— me dijo él.
— ¿Yo te agrado?— pregunté con temor.
— Claro que sí, somos amigos— dijo él—. Así que no temas pedirme ayuda. Si puedo, te ayudaré en lo que sea.
— Qué amable— dije.

Pegué el cartel.

— Tú eres amable, no yo— dijo él.

Le sonreí. Fue más como un acto reflejo porque siempre me sentía feliz cuando estaba a su lado.
Pero en realidad no me sentía tan bien. Su amabilidad dolía.

Siempre me había dolido.

Como por instinto, me giré hacia atrás y vi que Dalton estaba en el pasillo mirando la escena atónito.
Me quedé paralizado mirándolo.

— Hola Dalton— le dijo el presidente—, ¿Puedo ayudarte en algo?
— Eh...— dijo Dalton confundido—... es sobre el equipo de basquetbol.
— ¿Qué pasa con el equipo?— dijo el presidente.
— Los chicos querían que jugara con nosotros.
— Creo que ya le había dicho a Jason que estoy muy ocupado— dijo el presidente—. Él siempre quiere convencerme para que juegue en el equipo. Iré a ver la práctica, quizá sí me una después de todo.

Se despidió de mí y lo observamos irse. Cuando al fin estuvimos solos en el pasillo, Dalton explotó.

— ¡Oh por dios, sí sabes sonreír!— dijo él sorprendido—, ¿Y qué diablos fue eso? ¿Desde cuando a alguien como tú le importa si le agrada a las personas?

Tomé el resto de los carteles y caminé por el pasillo.

— ¡Hey, espera!— me dijo.

Seguí mi camino. Me detuve en una pared y pegué otro cartel.

— ¿Por qué me estás ignorando?— dijo.
— Porque decidí que no voy a ayudarte— dije sin mirarlo.
— ¿Por qué? ¿Es porque vi tu misteriosa sonrisa? Porque si es así te juro que no le diré a nadie, entiendo que tu reputación de sujeto solitario sin sentimientos te importa, nadie lo sabrá.
— No es por eso— dije.
— La verdad es que aunque lo contara nadie me creería. Quizá el presidente. Es obvio que la sonrisa era para él.

Lo observé sorprendido. ¿Qué significaba eso, me había descubierto? Recuperé la compostura. Sólo debía minimizar el problema.

— Es mi amigo— dije fingiendo naturalidad.
— ¿Y le sonríes así a tus amigos?— dijo él en tono burlón.

Tomé mis carteles y me dirigí al salón del consejo. Él me siguió (para mi desgracia) y no dejó de burlarse sobre lo que vio.
En el lugar no había nadie. Entré y dejé los carteles en la mesa.
Entendí que no iba a arriesgarme a que me descubriera.

— En realidad no sé porqué siempre pareces indiferente— dijo él—. Tienes una agradable sonrisa. Tendrías más amigos si la usaras más.
— No, así estoy bien— dije muy tranquilo—. Y definitivamente no aceptaré tu propuesta. Así que te agradecería si dejas de perseguirme, es raro y no quiero que te asocien conmigo de la misma manera en la que estoy seguro de que tú deseas que tus amigos no te vean a mi lado.
— En eso te equivocas, yo le hablo a todo el mundo. Tú sólo serías otra persona más de todas con las que me relaciono.
— Bien, quizá eso no es un problema para ti pero sí lo es para mí— dije—. No quiero tener nada qué ver contigo. No aceptaré tu trato por más que insistas así que por favor ya déjame tranquilo. No quiero ser grosero contigo pero eres demasiado molesto. Busca a alguien más.
— Ya te dije que no hay nadie más. Y está bien, sé grosero conmigo. No me molesta. En realidad creo que nada que tú digas podría llegar a lastimarme.

Lo observé. Deshacerme de él iba a ser difícil. Respiré profundo. Puse la cara más seria que tenía.

— Te odio— le dije.

De Amor Y Otras Cosas ImposiblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora