9. De pandilleros y relaciones fallidas

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Al día siguiente muy temprano, el auto de Dalton estaba esperando afuera de mi casa.

— Otra vez los pandilleros— dijo mi abuelo.
— No son pandilleros— dije.
— ¿Entonces?
— Algo peor— dije—. No importa, ya debo irme a la escuela.
— Buena suerte.

Me despedí. Salí y caminé cuidándome de que mi abuelo no me viera. Me acerqué al auto. Dalton abrió la puerta. Entré rápidamente.
Me observó con detenimiento.

— Te ves mejor— dijo—, ¿Ya está todo bien?
— Dime tú— le dije.

Intercambiamos miradas.

— Te dije que no le diría nada a nadie— dijo él.
— Pero no mencionaste cuánto me costaría tu silencio.
— ¿Crees que usaría algo como eso para sobornarte?— dijo él incrédulo.
— ¿No lo harás?
— No, siento que es algo que haría un pandillero.
— Mi abuelo ya piensa que eres uno— dije—. Solo debe escuchar la bocina de tu auto.
— Ya quisieran los pandilleros tener una bocina tan potente.

Se veía de buen humor. Quería de verdad confiar en lo que dijo.

— Entonces... ¿No me dirás que si no te ayudo le contarás a todos lo que sabes de mí?— pregunté con miedo.
— Nunca lo haría— dijo él—. Si te soborno será con dinero. El dinero es útil para ti. Y para la economía. Los secretos no. No compré la bocina de mi auto con secretos.
— ¿Me lo juras?— dije.
— Te lo juro.
— No te creo.
— Te lo juro por mi auto— dijo él—. Es mi bebé, no juraría en nombre de mi pequeño bebé en vano.
— No sé cuánto pueda valer el juramento hecho en nombre de un auto.
— Mucho si viene de mí. Poco si te lo dice un pandillero. Ellos no suelen valorar mucho sus autos. ¿Nos vamos? Podríamos llegar tarde.

Le dije que estaba bien. Quería creerle. Parecía sincero. Pero no sabía por qué. Era aún más sospechoso que su promesa.
Condujo hasta la escuela en silencio. Yo miré por la ventanilla en todo momento. Me sentía cómodo, más que el día anterior.
En realidad era porque a comparación con ese momento cualquier otra situación era mejor.
Llegamos. Él se detuvo en la esquina. Yo debía bajar para que pudiera llevar su auto al estacionamiento. Pensé que eso haría pero él no abrió la puerta. Lo cuestioné con la mirada.

— Decidí que ya no te presionaré para que aceptes mi trato— dijo de la nada.
— ¿Qué?— dije sorprendido.
— No me malinterpretes, quiero que aceptes mi trato porque es bueno para mí y para ti, pero si no quieres aceptaré tu decisión.
— ¿Por qué cambiaste de opinión? Parecías muy concentrado en convencerme.
— Creo que tienes cosas importantes por pensar. Sé que estás ocupado.
— ¿Ahora te interesa mi bienestar?
— Sí y debería interesarte a ti tambien— me observó—. No me lo tomes a mal pero antes solía pensar cada vez que te veía haciendo alguna cosa aburrida que habías sido obligado por el presidente para hacerlo. En realidad algunos conocidos lo piensan. Creen que como el presidente es intimidante te obligaba a realizar tantas cosas. Pero ahora entiendo que las haces porque quieres y no es malo, de hecho es agradable que quieras ayudar a la persona que te gusta pero... recuerdo que una vez un amigo y yo te encontramos en la biblioteca muy tarde escribiendo unas hojas y mi amigo me dijo que ustedes eran compañeros de salón y que siempre ocupabas tu tiempo libre para hacer cosas del consejo. Él pensaba que el presidente te utilizaba demasiado y yo recuerdo que pensé que parecía injusto para ti...
— ¡Él en ningún momento me obliga a nada, yo me ofrezco porque quiero ayudarlo!— lo interrumpí.
— Lo sé. Ahora entiendo por qué— dijo—. No pretendo decirte cómo debes vivir tu vida pero... si piensas que haciendo todas esas cosas por él lograrás conquistarlo creo que pierdes tu tiempo.
— Eso no es de tu incumbencia— dije enojado.
— Sí, lo sé. Pero creo que debía decírtelo. Quiero que lo entiendas...
— No soy idiota, sé lo que pasa y entiendo todo a la perfección.
— Nunca quise decirte que eres un idiota, sólo pienso que no entiendes bien lo que pasa porque de otra forma no seguirías haciendo ese tipo de cosas.
— Tú no sabes nada— dije.
— En eso sí te equivocas. Tal vez tú podrás ser un genio con cosas de la escuela pero hay algo que yo sí sé porque he tenido muchas relaciones amorosas fallidas y he aprendido lecciones.
— ¿Quieres que tome tu consejo aún cuando admites que todas tus relaciones han sido fallidas?
— Sí, en el amor los errores suelen contar tanto como las victorias— dijo él—. Si hay algo que definitivamente he aprendido es que cuando le interesas a alguien, esa persona se preocupa por ti. Y al presidente no le interesas. Sé que es cruel y lamento si estoy hiriendo tus sentimientos pero si él sintiera algo por ti se daría cuenta de todo lo que haces por él y vería que no es bueno para ti. Hasta otras personas lo han notado menos él. No significa que sea malo, es sólo que seguramente ya tiene a otra persona que roba toda su atención. Por más que tú le bajes todas las estrellas del cielo y casi mueras en el intento, él quizá te lo agradezca pero no va a enamorarse de ti. Debería porque es obvio que te lo mereces pero... creo que eso no pasará. Yo lo he visto contigo y creo que te aprecia sinceramente pero no le gustas.

Lo observé furioso.

— ¿Alguna otra cosa que quieras agregar?— le dije—, ¿No quieres decirme también el día en el que moriré? Porque es obvio que sabes todo de mí.
— Te daba mi punto de vista— dijo él—. No es nada personal.
— Parecía personal. Como si me odiaras.
— Es todo lo contrario. Me agradas. En realidad me costaría mucho odiarte después de verte sufrir así.
— ¿Entonces te doy lástima?
— No, para nada. Es sólo que verte sufrir por tu primer amor me recordó cuando yo salí con alguien por primera vez. Y en ese entonces no tuve a nadie que me dijera que si me quedaba detrás de alguien que nunca iba a quererme sólo me lastimaría a mí mismo. Me hubiera gustado que me lo dijeran. Seguramente también me hubiera enojado como tú ahora porque pensaría “¿Quién se cree esta persona?” pero creo que en algún momento consideraría lo que dijo y descubriría que es cierto.

Lo miré en silencio. No sabía qué decirle.

— Espero que eso pase contigo— dijo él—. Quiero que pienses que vales el mundo entero. Que no mereces estar detrás de alguien esforzándote hasta el cansancio sólo porque tienes sentimientos por él.
Así quizá un día podrías pensar en ti antes que en esa persona. Tu bienestar es más importante. Sólo debes darte cuenta.

Después de eso abrió la puerta. No dije nada, sólo salí. Él se fue. Entré a la escuela.
Y de repente sus palabras empezaron a tomar mucho sentido. Dolían.

De Amor Y Otras Cosas ImposiblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora