38. De amantes y esposas

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Nos acercamos a la orilla al mismo tiempo que una empleada se acercó para recoger la copa rota. Salimos de la piscina. Nancy se acercó con unas toallas que nos ofreció. Tomé una muy confundido. ¿Qué estaba pasando?

— Gracias Nancy, te llamaremos cuando necesitemos otra cosa— le dijo Dalton.

Ella se fue. La mujer le pidió a la empleada que después de deshacerse de los vidrios, le trajera otra cóctel. Se fue inmediatamente.

— Es una lástima— dijo la mujer—. Estaba disfrutando el espectáculo.

La observé atentamente. Estaba usando un traje de baño bastante revelador color negro. Parecía una chica de poco más de veinte años, con piel bronceada y cabello largo color negro. Era posiblemente la mujer más bonita y perfecta que mis ojos habían visto.

— Pensé que no estabas— le dijo Dalton.
— Me he pasado toda la semana aquí— dijo ella—. En la habitación de bronceado.
— ¿Y no se te ocurrió buscarme alguna vez?— le dijo Dalton un tanto molesto.
— No. ¿Me presentas a tu amigo?— dijo ella contenta.
— Emery, ella es mi madre— me dijo Dalton.
— Mucho gusto— dijo ella y se acercó para tomar mi mano y estrecharla—. Soy Laila, la madre de Dalton.
— Sí, ya es suficiente— le dijo Dalton a su madre y la alejó de mí—. Vuelve a tu cama de bronceado.
— ¿Bromeas? Mi bronceado es perfecto— dijo ella—. Mírame, me veo espectacular.

Era cierto.

— Entonces vete de compras— le dijo Dalton.
— Ya no tiene caso— dijo ella—. Ya arruiné su momento, ¿No?

La miré con temor. ¿Qué tanto había visto?

— No sé de qué hablas— le dijo Dalton.

Ella sonrió. Apareció Nancy.

— Disculpen— dijo—, pero el señor Meisel está en su oficina y desea hablar con el joven Dalton.
— ¿Mi papá también está aquí?— preguntó Dalton—, ¿Qué acaso nadie puede avisar cuando llega?
— Seguramente acaba de llegar y busca algo— le dijo su mamá—. Ve a ver qué quiere pero no le digas que estoy aquí. Hoy no quiero tener que lidiar con él.

Dalton me observó.

— Te esperaré aquí— le dije.

Se fue pero parecía que no quería.

— Nancy, puedes retirarte— le dijo ella.

Nancy se fue. Nos quedamos solos.

— Ven, siéntate a mi lado— dijo ella mientras se acercaba una silla al lado de una mesa que tenía su propio parasol.

Lo hice muy tenso. Ella se veía feliz y amable pero yo no podía evitar desconfiar.

— Dalton no había traído a nadie aquí en mucho tiempo— dijo ella—. Es lindo ver otra cara rondando mi casa.

No supe si estaba siendo amable o agresiva así que no dije nada.

— En realidad no he estado en la habitación de bronceado todo el tiempo— dijo—. Los vigilé un poco porque quería descubrir qué eras tú.

La miré muy confundido. Ella debió ver la duda en mi cara.

— Te contaré algo que será muy muy útil para ti— dijo ella—. Cuando existen hombres como mi hijo o mi esposo, automáticamente existen dos tipos de mujeres a su alrededor: las que podrían volverse su esposa o las que podrían volverse su amante. Así que pensé que antes de aparecerme para presentarme debía descubrir qué eras tú. Y por lo que pude ver, creo que eres más del tipo que podría ser su esposa. Y como sólo me relaciono con otras esposas, aquí estoy.
— Perdón pero no entiendo— dije.
— Te perdono— dijo—. Te ves como un buen chico. Apuesto a que eres más listo de lo que pareces. De otra forma no estarías aquí.
Está bien, no me molesta. Sólo quiero que mi hijo sea feliz. Así que trátalo bien porque sé que puede ser muy difícil...
— ¿Qué es lo que piensa que está pasando aquí?— pregunté.
— Bueno, mi hijo te mira como si pudiera desnudarte con los ojos— dijo—. Pero no lo ha hecho porque hasta parece que le da miedo tocarte. Pero como de verdad quiere hacerlo, lo hace cada vez que tiene oportunidad. ¿Te has percatado de eso?

Lo pensé. Recordaba que mientras hacíamos cosas solía acercarse a mí y estábamos muy juntos pero como su sola presencia me abrumaba mucho, me perdía y no me concentraba en mi alrededor. Aunque si tenía la sensación de que ocasionalmente nos tocábamos pero siempre creí que era por descuido.

— Yo... no...
— Lo sabía, no te habías dado cuenta— dijo ella—. No te confudas, él de verdad te respeta pero no puede evitarlo. Te desea. Y mucho, no puedo creer que no lo notes. Pero eventualmente caerás, es inevitable.
— No, no es así— dije.
— Consiguió que te quitaras la ropa y que estuvieras en el agua solo con él— dijo ella—. Y sin que te dieras cuenta.

Me miré. Era cierto. ¿Y eso cuándo pasó?

— Eres muy ingenuo— dijo ella entre risas—. Eso es lindo, no pensé que existieran chicos así. Porque mi esposo tiene amantes pero aunque son lindos todos son como la reencarnación del diablo.
— ¿Qué?— dije preocupado—, ¿Su esposo la engaña? ¿Por qué?
— Porque puede.
— ¡Pero eso es terrible!— dije.
— No tanto, nunca fue alguien que pudiera pertenecer a una sola persona— dijo ella—. En cambio Dalton, él siempre fue del tipo de persona que cuando se enamora, no olvida jamás. Lo sé porque aún cuando salía con chicas, nunca las trató así. No las miraba así. Temía enamorarse. Siempre pensé que algún día alguien lo haría caer en el amor pero sinceramente jamás imaginé que sería otro chico.
— ¿Y eso le molesta?— pregunté angustiado.
— No ahora si todo va bien. Pero si le rompes el corazón entonces sí porque tendré que quedarme a abrazarlo. Y eso es muy molesto, podría arruinar mi maquillaje.
— No creo que vaya a pasar— dije.
— Qué bien, me alegra escuchar eso. Así que trata bien al bruto de mi hijo y acuéstate con él lo antes posible para que no se vuelva loco. Adiós, nos vemos pronto.

Se fue caminando lentamente hacia adentro de la mansión. Yo me quedé muy confundido. Se encontró con Dalton en la entrada.

— Adiós bebé, nos vemos luego. Iré de compras con mis amigas— le dijo.
— ¿Qué?— le dijo Dalton.

Ella no se detuvo y se fue. Dalton se acercó a mí.

— ¿Te dijo algo?— me preguntó.
— Sí pero no entendí nada— dije aún muy confundido.
— Sólo ignórala, tantas extenciones de cabello deben haberla confundido.

Pero a mí me parecía imposible ignorar eso.

— ¿Volvemos al agua?— me preguntó y me tocó el hombro.

Miré su mano y luego a él.

— Yo creo que no— dije.
— ¿Qué? ¿Por qué no?
— Hace un poco de frío— dije—, ¿Por qué no vamos a otra parte?
— Podemos ir a mi habitación— dijo.
— ¡No, a tu habitación no!— dije exaltado de repente.

Me miró confundido.

— Es decir, podríamos hacer otra cosa— dije aparentando normalidad.
— Hay una sala de proyección arriba— dijo—. Podríamos ver una película.
— Es una buena idea— dije—. Nancy podría verla con nosotros.
— ¿Nancy?
— Apuesto a que le gustaría.
— Sí pero ella podría usar la sala de proyección luego.
— O al mismo tiempo que nosotros. Con nosotros. Los tres juntos. O más, con más gente más diversión.
— ¿Qué?— dijo.
— Mira la hora, creo que ya debería volver a casa— dije nervioso.

Caminé hacia adentro.

— Pero tú no traes ningún reloj, ¿Cómo sabes a qué hora es?— dijo mientras me seguía.
— Sé leer la hora según la posición del sol— dije.
— ¿Eso se puede hacer? ¡Qué genial!
— Sí y ahora volveré a casa.

Él no quería dejarme ir pero seguí dándole excusas tontas que no funcionarían si él fuera un buen estudiante. Pero como no lo era, me libré fácilmente de ahí. Me llevaron a casa. Llegué y me sentía muy muy confundido.

Pensé en lo que la madre de Dalton dijo y sólo conseguí confundirme más. Estuve pensando en eso toda la noche hasta que me fui a la cama. Mientras estaba ahí sólo podía pensar en la voz de ella diciendo que me acostara con su hijo.
¿Era normal que una madre dijera algo así?

De Amor Y Otras Cosas ImposiblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora