81. De injusticias y malos alumnos

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No pude dormir esa noche porque traté de exigirle a mi cerebro una respuesta, una manera de hacer que todo pudiera coincidir... y no lo logré. Fue imposible. Nada llegaba a mí y me sentía cada vez peor.
Dalton fue por mí en la mañana. Me despedí del abuelo y subí al auto. Él se veía de buen humor.
En el camino me contó de cuando era niño y de cómo hacía enojar a sus maestros porque era un terrible alumno.
Me hizo reír. Entonces volví a recordar que nada estaba bien. Y la respuesta a todo eso se encontraba en mi mente pero no quería pensarla siquiera porque me rompería el corazón. La rechazaba cuando aparecía. No iba a separarme de él. Lo amaba y me amaba. Debía existir un modo... separarnos no era una opción. Al menos yo no quería... y cuando lo veía sonreírme, sabía que tampoco era lo que él quería. Por eso prefirió dejar todo por mí. Pero yo... no sabía si podía hacer lo mismo. Por mi abuelo y por todo. Y por mí. Aún no entendía bien mis sentimientos. Lo único que sabía era lo mucho que quería besarlo... como si no lo hubiera besado ya lo suficiente. Como si no fuera suficiente todo el amor que nos demostramos. Por eso dudaba de todo. Estaba seguro de que amar así no era normal. Desear a alguien de ese modo no era algo que todos pudieran sentir. Lo nuestro era especial. Y no podía dejar que desapareciera así nada más.

Me encontraba sintiéndome tan miserable que no pude ver el paso del tiempo y cuando me di cuenta ya era hora del receso. Estaba por salir de mi grupo cuando vi a la profesora Lucille en la puerta. Pensé que quería hablar con mi profesor pero no, me buscaba a mí.

— ¿Podemos hablar?— dijo.
— Eh... claro— dije.

La seguí. Fuimos a la enfermería. Me senté en una silla que estaba ahí. Ella me observó con detenimiento.

— Antes de todo— dijo—, ¿Hay algo que quieras decirme?

La miré atentamente.

— ¿Sobre qué?— dije.
— Sobre cualquier cosa— dijo—. Por ejemplo... de algún secreto que estés ocultando...

La cuestioné con la mirada. Suspiró.

— Creí que me lo dirías por ti mismo porque pensé que eras un buen chico— dijo—. Ahora no sé con quién estoy tratando. Así que iré al punto porque sospecho que sin importar qué diga, tú no dirás la verdad.

En ese momento llegó Gigi. Nos observó sorprendida.

— Qué bueno que apareces— le dijo la profesora—. Entra. Tenemos que hablar.

Entonces Gigi se dio la vuelta y salió corriendo.

— La acusaré con sus padres— dijo la profesora molesta—. Pero da igual, ya hablé con ella en la mañana. Creo que estaba buscándote para advertirte. Porque lo sé todo.

De su bolsillo tomó un papel arrugado. Lo puso sobre el escritorio a mi lado. Lo observé. No entendí al principio hasta que lo reconocí. Eran las respuestas de un examen que le di a Dalton para que las copiara. La miré inmediatamente mientras sentía un vacío en mi interior.

— Hace tiempo cuando te quedaste en la enfermería encontré este papelito. Eras el único que había estado aquí ese día así que deduje que era tuyo. Lo guardé porque pensé que podría ser importante. Sin embargo se me olvidó dártelo. No lo recordé hasta ayer cuando vine a ver si todo estaba bien entre Dalton, Gigi y tú. No era mi intención espiarlos pero lo hice porque ustedes hablaron de unos exámenes. Al principio no le tomé importancia hasta que revisé el papelito y lo escrito parecía como una especie de clave para resolver un examen. Entonces me di a la tarea de buscar de qué asignatura podría ser ese examen. Y lo encontré. Aparentemente alguien usó ese papel para copiar y no podrías ser tú porque eres muy listo. Así que le debías estar pasando las respuestas a alguien. Obviamente era a Dalton, parecía preocupado por eso en su conversación de ayer. Tenía sentido. Le fue muy mal en todos los años aquí, pasando de grado de puro milagro y de repente hace unos meses mejoró notablemente. Sus profesores me dijeron que cuando le preguntaban decía que era porque tenía tutores privados. Ahora veo que era una mentira.
Así que explícame qué pasa. Porque Gigi se negó a delatarlos, aún cuando amenacé con expulsarla. Podría pasarle aún. También a ti y a Dalton. Eres miembro del consejo estudiantil, sabes lo serio que es esto.

Entré en pánico. ¿Cómo pudo pasar? ¿Cómo pude ser tan torpe como para tener un descuido así?  Recordaba haber arrojado el papelito a la basura. Pero no comprobé si mi tiro falló.
Y gracias a eso nos descubrieron. También a todo.
No sabía qué hacer, parecía todo perdido.

Entonces apareció Dalton junto a Gigi. Él parecía cansado, había perdido el aliento por tanto correr al parecer.

— Profesora— dijo él—, no es culpa de Emery. Es mía. Yo hice todo.
— Eso sí lo creo— dijo ella.
— ¡No, no es así!— dije.

Ella me observó.

— ¡Emery, cállate!— me dijo Gigi.
— ¡No, yo soy tan culpable como él!— dije.
— Emery, ¿Qué haces?— me dijo Dalton—, ¿Quieres que nos expulsen a los dos?
— No pero... no es justo— dije sintiéndome muy mal—. Todo esto es muy injusto.
— Lo que es verdaderamente injusto es que hicieran trampa en los exámenes— dijo la profesora—. Es un insulto para los profesores, para esta institución y para todo lo que representamos. ¿Cuál es el propósito de venir a la escuela si no quieren aprender? ¿Creen que tomar un atajo en algo así les hará bien para su futuro? Porque quizá copiar parece fácil pero... la vida no es así. No hay atajos para nada al menos que piensen en ser criminales... y espero sinceramente que ese no sea su ideal de vida perfecta...
— No queríamos hacer trampa— dije muy angustiado y triste.
— Pero lo hicieron— dijo la profesora—. Y estoy terriblemente decepcionada de todos, en especial de ti Emery. Porque siempre pensé que eras uno de los mejores alumnos que tendría la dicha de conocer... ahora no sé qué pensar de ti.
— Usted está muy equivocada— le dijo Dalton—. Así que no diga esas cosas de Emery porque no sabe toda la historia. No sabe lo que pasó.
— Lo único que sé es que hicieron trampa en mi examen— dijo ella—. Y yo que me creí tu mentira de que querías estar cerca de mí por si tenías dudas... realmente lo que querías era poder estar cerca de Emery para copiarle... qué injustos fueron conmigo...
— ¿Sabe qué es verdaderamente injusto?— le dijo Dalton levantando la voz—, ¡No poder graduarte sólo porque fallaste un examen! ¿Sabe lo que es eso? ¿Sabe lo que es entregar todas las tareas y trabajos perfectamente sólo para después reprobar porque fallaste en un examen? Porque así ha sido toda mi vida. Tengo problemas para aprender. No sé qué sea o si hay algo mal en mí pero no puedo salir bien en mis exámenes. Es como si todo se me olvidara y no recordara nada. Usted me lo dijo incluso en mi primer examen a principio del ciclo escolar. Que en mis clases me iba excelente pero que en el examen me fue muy mal y le pareció raro. Me acusó de no estudiar lo suficiente. Pero sí lo hice. Estudié tanto que no dormí en esa noche. Aún así fracasé. Sé que no es su culpa pero... estaba harto de eso. Y sinceramente aún no lo entiendo. ¿Por qué le dan tanto peso a un examen? ¿Por qué de repente es eso lo que decide si soy un buen alumno o no? ¿Qué hay de los trabajos y tareas? ¿Qué hay de todas las veces en las que respondí correctamente en clase a sus preguntas? ¡Estoy harto de que me conozcan por ser un mal alumno o de que piensen que soy perezoso sólo porque me va mal en un examen! ¡Estoy harto de sentirme estúpido porque fallo siempre en un sólo aspecto! ¡Estoy harto de tener que estar en el equipo de basquetbol sólo para obtener puntos extra para poder aprobar una asignatura! ¡Pero principalmente estoy harto de que mi valor como persona aquí parezca depender de mis calificaciones, como si de repente mis otras habilidades no importaran, como si los únicos sueños que valieran fueran los de las personas que van a seguir en la universidad! ¿Qué hay de las personas que tienen otras metas? ¿No importan? Es como si la escuela fuera lo único que les interesa... y no lo es para todos.

Hasta se quedó sin aliento por decir todo eso. Gigi, la profesora y yo lo miramos sorprendidos en silencio.

— Aunque usted no lo crea— continuó Dalton—, soy una persona que tiene muchos sueños y metas aún si le parezco un fracasado. Tengo una idea para un negocio. Y mi padre prometió financiarla si lograba graduarme. En mis primeros años pasé de milagro pero sabía que en este no podría porque todo sería más difícil... y no quería renunciar a mi sueño. Intenté de todo. Llegué a tener hasta 20 tutores y todos se dieron por vencidos. Graduarme iba ser imposible. Y no era justo que sólo por una cosa toda mi vida se viera afectada. Así que como la vida me había hecho trampa, decidí hacer lo mismo. Pensé que eso no lastimaría a nadie. Así que busqué a alguien que pudiera ayudarme. Y Emery aceptó hacerlo porque al igual que yo la vida no había sido justa con él. No sé si lo sabe pero él vive con su abuelo porque sus padres murieron. No tienen mucho dinero y la universidad es costosa. No conozco a nadie más que merezca ir a la universidad que Emery. Es un genio y adora aprender. Así que le dije que si me ayudaba a hacer trampa, yo le pagaría. Por eso aceptó. Porque lo necesitaba. De otra forma jamás haría algo así, lo conoce, respeta las reglas y siempre hace lo correcto... así que si va a enojarse con alguien, hágalo conmigo porque soy muy estúpido. Con gusto aceptaré cualquier castigo. Pero no con Emery. Él no se lo merece.

De Amor Y Otras Cosas ImposiblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora