56. De anteojos y borradores

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Con la graduación tan cerca, las personas empezaban a enloquecer para salvar el semestre. Por suerte Dalton me había contactado a tiempo y no tenía riesgo de suspender alguna asignatura, no si seguíamos mi plan. Por esos días habíamos resulto un par de pruebas que no significaron ninguna dificultad. En una simplemente anoté las respuestas en una hojita y él las copió discretamente. Todo dependía del profesor a cargo. Algunos eran muy estrictos en ese aspecto y a otros no les importaba si los alumnos copiaban o no. Nadie nos había descubierto y para mí era suficiente.

Sin embargo las cosas comenzaron a complicarse. Había un examen importante de geografía que básicamente era casi toda la calificación final de esa asignatura. Para hacerlo peor, lo aplicarían primero en el salón de Dalton.

— ¿Cómo me darás las respuestas si tú no las tienes?— dijo Dalton alterado—, ¡Esto es malo, muy malo!
— Tranquilízate— le dije—. Encontraremos una forma.
— Si me va mal en geografía, ¿Todavía podré graduarme?
— No, definitivamente no.
— ¡Oh por dios!— dijo él asustado.
— Espera, no entres en pánico— le dije—. Todo estará bien. Pensaré en algo. Confía en mí. Se me ocurrirá una forma. Soy bueno bajo presión, debe existir un método...
— ¿Sobornar a los profesores es legal?
— No, si lo intentas y fallas nos descubrirán y todo este esfuerzo habrá sido en vano. Algo se me ocurrirá, sólo debo pensar más...

En la tarde mientras estaba en el consejo estudiantil me llegó una idea. Si yo no podía ir a Dalton, él podría ir a mi salón de clases. Ya en el auto le conté mi idea.

— No entiendo— dijo.
— Fingiremos que tuviste que ausentarte en la mañana porque debiste asistir a una cita médica. Regresarás justo en el receso, que es cuando le toca a mi clase tomar esa prueba. Le dirás al profesor que te la aplique y él seguramente te llevará a mi grupo.
— Pero si hacemos el examen al mismo tiempo y en el mismo lugar, ¿Cómo me pasarás las respuestas?
— Ahí viene lo genial de este plan— dije—. Simplemente te dejaré copiarme. El único lugar disponible en mi grupo es uno que esta justo frente a mí. Nadie lo quiere porque está al frente del escritorio del profesor. Yo lo tomaré y tú ocuparás el mío.
— Pero si está al frente nos descubrirán, ¿No?
— Todos piensan que tú y yo no nos conocemos— dije—. Entonces el profesor no nos pondrá tanta atención como con los otros. Pero debemos practicar para que puedas copiar rápidamente y que no nos descubran. Sé que suena complicado y esto sólo funcionará si todas las variables coinciden pero... creo que podemos hacerlo. Estoy muy seguro.
— De acuerdo. Confío en ti.

Sin embargo no sólo de confianza resultaban las cosas. Dalton era terrible copiando. Se notaba que no lo había hecho antes.

— Es que las letras son muy pequeñas y tú estarás bastante lejos de mí— se quejó.

Tuve una idea.

— ¿Alguna vez has usado anteojos?— le pregunté.
— No, estoy esperando a quedarme ciego para eso.
— ¡Los anteojos son para que no te quedes ciego! Pero en este caso creo que podrían aportarte un aumento extra, ideal para copiar sin ser descubierto.
— ¿Y si me veo mal con anteojos?
— Sólo los usarás un momento, eso no importa— dije.
— Pero si me veo mal, debes prometer no mirarme, ¿Está bien?
— Estás exagerando, aún si te ves mal a mí no me importaría algo como eso.

Llegó el día. Todo salió justo como dije. El profesor llegó a mi grupo seguido de Dalton. Él al verme se puso feliz. Eso era lindo pero muy inconveniente así que miré para otro lado.

— Bien, veamos donde hay un lugar libre— dijo el profesor.
— Por ahí— le dijo Dalton.
— También de este lado— señaló el profesor.

Una chica llama Sara había faltado ese día. Jamás se ausentaba, aunque debí pensar que algo así podría pasar. Por suerte ya teníamos una solución a eso.

— Pero yo quiero ese— le dijo Dalton—. Me gustan las ventanas.
— Pero harás un examen, no disfrutarás del paisaje— le dijo el profesor.
— Podría hacer ambas cosas— dijo Dalton.
— Lo dudo— le dijo el profesor—. Pero está bien, ve a ese lugar.

Él lo hizo. Se sentó detrás de mí. Quería mirarlo pero no podía. Pasaron las pruebas. Traté de concentrarme. Me giré para pasarle a Dalton su prueba y lo vi con los anteojos. Casi me pongo a reírme como loco. De verdad se veía mal porque por el tipo de anteojos, sus ojos se veían extraños. No dije nada, me quedé callado pero me costó mucho hacerlo. Era muy gracioso. Después me concentré en el examen. No era difícil para mí aunque imaginé que Dalton debía sufrir sólo de verlo.
Terminé y discretamente me hice a un lado, también bajé un poco la hoja de respuestas para que pudiera verlas. Mantuve mi vista en el profesor, que tal y como yo había previsto, no nos miraba porque estaba atento en los demás. Lo observé caminar de un lado a otro sin sospechar siquiera. Nadie debía saber que algo así estaba pasando. Era emocionante hasta cierto punto. Después de que Dalton terminó de copiar (debía dejar caer su borrador como señal de que ya estaba todo bien), yo debía corregir las respuestas que puse mal al propósito para que no tuviera todo bien. Antes de eso recogí el borrador. Noté que había escrito mi nombre en él. Eso había sido tan lindo que casi no puedo evitar sonreír. Usé todo mi autocontrol para eso. Le regresé su borrador.
Corregí mi examen inmediatamente.

Terminó el tiempo para hacer la prueba. Entregamos los exámenes. Muchos se quejaron sobre eso, al parecer les pareció muy complicado. El profesor salió seguido de Dalton. Muchas personas en mi salón de clases se preguntaban el por qué él estaba ahí. Yo sólo quería reírme al recordarlo con esas gafas raras.

En la salida, corrí directamente al auto porque deseaba verlo lo antes posible. Cuando llegué, ya estaba ahí. Se acercó para abrazarme.

— ¡Todo salió muy bien!— dijo feliz—, no lo puedo creer... ¿Emery?

Había empezando a reírme con ganas. Él me veía confundido.

— ¡De verdad te veías mal con esos anteojos!— dije entre risas.
— ¿Qué?— dijo sorprendido y avergonzado—, ¡Te lo dije, no me veo bien con algo así!

Seguí riéndome.

— ¡No te rías, no es gracioso!— se quejó.
— ¡Sí lo es, casi te pido el divorcio y eso que no estoy casado contigo!— dije feliz.
— ¡Bien, no volveré a usar cosas así jamás en mi vida!— se quejó.

Yo sólo seguí riéndome. Pero lo que no sabía era que todo estaba por cambiar.

De Amor Y Otras Cosas ImposiblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora