27. De peleas con pulgares y píldoras para dormir

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Los días pasaron y llegó el festival. Se suponía que Dalton y yo no debíamos hablarnos si nos encontrábamos pero en ese momento fue imposible: tomamos al mismo tiempo una prueba de aptitudes vocacionales.
Nos observamos sorprendidos. Era muy extraño.

— Tómala, yo me quedaré con la que sigue— dijo.
— Está bien, gracias— dije.

Estábamos en el auditorio para una conferencia. Busqué mi lugar. La hoja que tomé tenía un número. Me senté, era en una de las últimas filas.
Dalton apareció. Nos observamos sin saber qué decir.

— Cierto, tomaste la hoja consecutiva a la mía— le dije.
— Es el destino entonces— dijo—. Parece que pasaremos esta conferencia juntos.
— Bien, pero disimula por si alguien nos ve.
— Estamos en la última fila, nadie va a vernos.
— Las personas que se sienten a nuestro lado sí— dije.
— Qué mal, yo quería que me pasaras las respuestas de tu hoja.
— Es una prueba de aptitudes, si tienes lo mismo que yo sería raro, cada resultado debe ser diferente.
— Pero yo no quiero responderlo. No puedo creer que sea obligatorio que responda esta cosa.
— Las preguntas son muy fáciles, hasta tú deberías poder hacerlo si eres sincero— dije.

Llegaron más personas. Dejamos de hablarnos. Empezó la conferencia y pensé que no tendría oportunidad para hablar con Dalton pero no fue así. La persona que estaba sentada a mi lado se quedó dormida. Y la que se encontraba junto a Dalton se fue después de un rato.

— Te dije que esto era muy aburrido— me susurró él.
— No es cierto, es muy útil. No para ti pero sí para otros— dije.
— Para todos es aburrido. Ese hombre que está dando la conferencia debe tener como intención que todos se duerman.
— Para mí no es aburrido.
— Claro que sí, te vi voltear a otras partes— dijo.
— ¿Ahora ya no puedo girarme siquiera?
— No, deberías poner atención a la conferencia que tanto te gusta.
— Pues eso haré.

Fue imposible. Ese hombre era como una píldora para dormir. Decidí pensar en otra cosa para no dormirme. Miré a mi lado. Dalton parecía tan aburrido como yo. Miré su mano sobre el descansa brazos de la silla. Estaba a unos centímetros de la mía. Casi podían tocarse. Recordé aquella vez cuando tomó mi mano en su casa. Había sido una situación muy rara. Me encontraba pensando en eso cuando repentinamente él movió su mano y sujetó la mía. Fue tan repentino que no supe cómo reaccionar, sólo lo miré.

— Pelea de pulgares— dijo.
— ¿Qué?— dije confundido.
— Te voy a ganar— dijo mientras intentaba someter a mi dedo.
— Claro que sí, tu mano es gigante.
— O tu mano es muy pequeña.

Efectivamente, ganó.

— A tu pulgar le hace falta fuerza— dijo.
— Lamentablemente no existen los gimnasios para pulgares.
— Deberían. Sería un buen negocio para los luchadores profesionales de pulgares.
— Eso no existe.
— Claro que sí— dijo.

Entonces alguna falla del micrófono hizo que sonara un ruido fuerte que me sobresaltó.
Hasta cerré los ojos por la impresión. Una de las bocinas estaba justo detrás de nosotros. Cuando el ruido cesó y yo abrí los ojos, descubrí que estaba sosteniendo su mano con mucha fuerza.

— Tranquilo, te tengo— dijo Dalton.
— Lo siento— dije mientras soltaba su mano un poco avergonzado—. Me asusté.
— Es porque no estás acostumbrado a los sonidos fuertes— dijo—. Espero que esto no te pase en mi fiesta.
— ¿Habrá mucho ruido?
— Tanto que no podrás escuchar tus propios pensamientos.
— No creo que eso me vaya a gustar— dije.
— No te preocupes, si hay algún ruido repentino yo estaré ahí para tomar tu mano— dijo y volvió a sujetarme—. Así, muy fuerte.

Lo observé. Y él me miró a mí. Nuestras manos estaban juntas. Ambos descubrimos que era raro.

— Lo siento— dijo y soltó mi mano.
— Está bien— dije un tanto nervioso.

De Amor Y Otras Cosas ImposiblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora